De nuevo una microminoría traiciona un
excelente entendimiento unitario.
¿Por qué hacer lo que parece obvio, normal,
de bola a bola diría un billarista, puede resultar imposible y a veces
ocasionar naufragios? Venezuela en 1992 era un hervidero de progreso, cambios,
reformas, inversiones. Un presente positivo y un futuro radiante. Crecimiento
económico más alto del mundo junto con China y desaparición del desempleo, eran
dos de los indicadores. Los empresarios se preparaban para importar mano de
obra calificada, porque la industria había absorbido la nacional. El país se
decidía a ser primermundista, pero le cayó la gota fría, el síndrome de Brutus,
sabotearon las tareas necesarias y obvias, y los “líderes” arrasaron el sistema
-su sistema- en un sorprendente autosuicidio.
El objetivo que hoy se toca con las puntas de
los dedos -por ejemplo ganar las elecciones parlamentarias- se puede perder por
diversas razones, pero sobre todo por una razón.
Es la pesadilla del síndrome Brutus. Y no se
refiere al asesino histórico de César, en el noveno círculo del infierno por
traidor, ni a la tragedia de Shakespeare. No es en ese sentido lo del síndrome
de Brutus. En este caso el tema es más modesto y sencillo y alude a que a veces
en los procesos políticos se colean en papeles prominentes factores sumamente
brutus, pero como dicen en el interior, brutus de la cabeza, obsedidos, de
cráneo hermético, que carecen de instinto de conservación, arruinan sus propias
posibilidades, las de sus seguidores y son un peligro para todo el mundo.
Caracterizar como síndrome brutus de la
cabeza -y valga la insistencia- para distinguir ciertas desventuras opositoras
es válido en tanto se suele poner nombres a todo y sirve también para
identificar algunas manifestaciones de incompetencia extrema.
De la cabeza
Por eso algunos llaman donjoseísmo la postración en la que caen algunos
hombres cuando las mujeres los dejan, insólitas obsesiones que los llevan hasta
terminar sus vidas trágicamente, como Don José, el personaje de la ópera
Carmen. También hablan de bovarismo para ilustrar esa forma terrible de sandez
de Emma Bovary que lo único que tenía en su despoblada cabeza eran la imagen y
el nombre de su amante.
Como se anotaba arriba, la necedad suicida,
desconcertante, afectó a los líderes de oposición que dirigían el Congreso
venezolano entre 1989-1994. Cuarentones en la plenitud de sus facultades,
poderosos y líderes naturales de relevo del sistema, hicieron del Parlamento
una pesadilla para la pervivencia y el funcionamiento de la democracia, la
hundieron y se hundieron con ella, con lo cual hoy muchos de ellos deambulan en
la melancolía, la nostalgia, entre gente que nos los conoce ni los conocerá.
Recuerdos tristes de un pasado alegre.
Padre panadero, hijo millonario, nieto
pordiosero. A diferencia del heredero clásico que malbarata la fortuna que
heredó, éstos la arruinaron antes de recibirla. Hay que recordar el Movimiento
al Socialismo, un partido que se fundó para impulsar el cambio democrático y la
modernización, satirizaba los bastones en la política, propugnaba una
generación nueva, y pasó a la historia por llevar al poder a un señor anciano y
sobre todo fuera de la realidad cuyo legado compite con el terremoto de 1967 y
el deslave de 1999. El partido de la esperanza era autocombustible. Hay que
rogar para que el síndrome brutus de la cabeza no se haga epidemia. Cuando se
creían superados los virus de la salida y la constituyente, aparecen mutaciones
como la transición y las primarias generales. Aquellos denuncian el golpe,
otros corren a decir que ellos harán la transición. Enredo y enredo como el
pollo que comía vermicelli.
El gusano de la manzana Transición y golpe son amantes desgarrados,
trascendentes, de romanticismo maximalista. Podrían salir de una novela rusa en
la que se buscarían incansablemente a lo largo de mil páginas. Se necesitan
como agua y sal, como materia y forma. El golpe necesita la transición, la
transición suspira por el golpe y la ansiosa pareja corre en cámara lenta a
encontrarse a la orilla del mar y retozar entre las olas. Son tal para cual.
El gobierno con lo del golpe hace recordar al
niño que de repente gritaba y acusaba al hermanito de haberle pegado para que
sus familiares lo mimaran y castigaran al otro. Lo de las primarias generales
de la oposición es el tipo de operaciones políticas que pueden hacer caer en la
tentación de los calificativos gruesos y las imprecaciones.
Después de lo ocurrido en la ULA, de nuevo
una microminoría traiciona un excelente entendimiento unitario para levantar
aplausos de cierta galería desinformada, aunque con ello desprestigie la
alternativa. Son las tribulaciones de un país donde el galáctico enseñó que
todo vale, no importa que la condición ética y política de las decisiones esté
por debajo del mínimo. Se había firmado solemnemente un acuerdo que luego se
encanalló y la palabra no vale nada. Él era incapaz para convivir, construir y
solo supo siempre “demoler” el esfuerzo de otros, ser el gusano de la manzana.
Es muy difícil ganarle al gobierno cuando la alternativa recibe permanentemente
puñaladas por la espalda de sus propios miembros.
Este estilo político también es
revolucionario.
Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
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