A mitad de mis estudios de posgrado en los
Estados Unidos –cursaba el Master of Business Administration en la prestigiosa
Escuela de Negocios de University of Miami- debí seleccionar tutor y tema para
la Tesis. Escogí a Michael Connolly, PhD de University of Chicago, profesor en
Harvard y Columbia, autor de varios libros entre ellos “Effects of currency
boards and/or dollarization on risk premia in emerging markets”, como primero y
luego de mucho discutir con él decidí investigar sobre si convenía o no
dolarizar a nuestra economía. Traducida libremente, la Tesis termino
titulándose “¿Es conveniente la
dolarización para Venezuela?”.
El tema estaba en boga en los círculos
intelectuales hispanoamericanos porque dos años antes, en medio de una
gravísima crisis que le costó la presidencia a Jamid Mahuad, Ecuador había
resuelto dolarizar y con tal reemplazó el sucre por el dólar americano como moneda de curso legal.
Entre 1998 y 1999, Ecuador enfrentó una
acelerada devaluación mientras la inflación escaló hasta 95 %, miles de
negocios cerraron, el desempleo aumentó dramáticamente, los capitales huyeron
del país y la inversión cayó estrepitosamente.
Con la dolarización, Ecuador pasó a integrar la lista de una decena de
naciones, además de los Estados Unidos, cuya moneda es el dólar americano -El
Salvador, Panamá, Zimbabue, Micronesia entre otros- y una mayor donde el dólar
americano circula libremente y en algunos casos preferentemente sobre la moneda
local –como nuestros vecinos de continente Costa Rica, México, Nicaragua, Perú,
Uruguay y Paraguay-
La conclusión de mi Tesis fue clara en cuanto
a que la dolarización era conveniente para Venezuela porque controlaría la
inflación, desparecería el riesgo de devaluación, caería la prima de riesgo para el pago sobre préstamos
extranjeros, haría más barato el financiamiento con tasas de interés menores
tanto para el gobierno como para los particulares, disminuiría el coste de la
deuda pública liberando recursos estatales para otros usos más
productivos, promovería el crecimiento
económico del país, en un entorno de mayor estabilidad en los movimientos
internacionales de capital.
A largo plazo, la dolarización limitaría la
exposición a crisis monetarias y de balanza de pago, reduciría la fuga de
capitales y reforzaría la estabilidad del sistema financiero, creando mejores
condiciones para la inversión nacional y extranjera. Una ventaja adicional es que
facilitaría la integración económica con buena parte del mundo, gracias a los
menores costes de transacción y la estabilidad de los precios.
Fui también bien enfático, en precisar que si
bien los beneficios de la dolarización eran muchos no sería posible, en el
gobierno de Hugo Chávez Frías, ni siquiera abordar una discusión que incluyese
a todos los sectores de la vida nacional sobre esta, primer paso para resolver
si se implementaba o no.
Nadie, ni oficialistas ni opositores, ni
ricos ni pobres, duda que hoy Venezuela atraviesa por la que seguramente es la
más severa problemática económica, y con tal social, de su historia
republicana. Lo que se debate es de quien es la responsabilidad, por no decir
la culpabilidad, y cuál es la ruta a seguir para salir del atolladero.
68,5 % de inflación en el 2014, según el
Banco Central de Venezuela –la más alta del mundo por segundo año consecutivo-
pérdida acelerada del valor de la moneda -106 veces menos con la nueva tasa
SIMADI-, salarios de hambre –US $ 32,22 mensuales, el mínimo que es el común
para centenares de miles de trabajadores, al viernes pasado-,
desabastecimiento, sistemática caída en la inversión privada a la que es de
prever se sume –efecto inevitable de la
disminución de los precios del petróleo- la del sector público, encarecimiento
del financiamiento extranjero, suman un cuadro de extrema dificultad que obliga
a tomar medidas complejas que van mucho más allá de las cosméticas que hasta la
fecha se han anunciado, que incluyen el sexto sistema cambiario de los últimos
15 años. ¿Y qué hay de Ecuador dolarizado el mismo número de años después?
Según la investigadora ecuatoriana Gabriela
Calderón, la dolarización “ha mantenido la estabilidad de precios y ha
divorciado la estabilidad monetaria de la constante inestabilidad política y
las consistentes volatilidades en el ámbito fiscal”.
Mientras tanto, los mismos que reeligieron presidente a
Correa, quien exhibe una postura ideológica similar a la de Chávez-Maduro,
responden abrumadoramente a favor del dólar
en las encuestas. Un sondeo de opinión citado días atrás por el diario El
Comercio de Quito, llevado a cabo por la empresa Cedatos, asegura que el 85,1 %
de la población ecuatoriana está a favor de mantener la divisa estadounidense.
El propio Rafael Correo declaró recientemente: “Salir de este sistema causaría
un cataclismo social y económico”.
En la recta final de la campaña electoral
griega, el ahora primer ministro Tsipras expresó "Somos como el Barça,
jugamos con fantasía" para visualizar como enfrentaría la muy difícil
situación económica-social del pueblo heleno y si bien a muchos pudiera
parecerla una fantasía el sólo imaginar que Venezuela se dolarice, he allí una
alternativa cierta para la construcción de un mejor país.
Luis
Eduardo Martínez:
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
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