Los venezolanos han
entrado en un proceso que nunca pensaron que podían padecer: el de la lucha por
la sobrevivencia. El gobierno de tanto en tanto se jacta de lanzar a todo
pulmón estadísticas que apuntan a demostrar cierta prosperidad colectiva.
Recurren al Coeficiente de Gini, para convencernos de que han sido superadas
las desigualdades en lo que respecta a los ingresos.
Lo cierto es que
desde principios de año los venezolanos, de todos los estratos sociales, viven
una constante lucha por adquirir productos alimenticios, generalmente escasos y
cuyos precios siguen subiendo afectando el salario, cada vez más desvalorizado
por una inflación que luce indetenible. De tan dramático panorama tampoco
escapan las medicinas cuyo expendido pretende ser controlado por regulaciones
que solo reflejan una crisis que ya el gobierno no puede ocultar.
Venezuela está como
el cuero seco, cuando pisamos por un
lado se levanta por otro. Durante algún tiempo, la atención colectiva estuvo dirigida a la
violencia criminal, robos, atracos y asesinatos. La búsqueda de sobrevivir a la
escasez nos ha hecho olvidar los niveles de inseguridad que atraviesa el país.
No se trata de Caracas sino de toda la nación.
El antiguo Ministro
encargado de estos asuntos, aun disfrutando de las vacaciones impuestas por
Maduro, se había dedicado a cuadricular la ciudad para enfrentar la
delincuencia. Se anunciaron cifras que sugerían su reducción pero la morgue
seguía recibiendo desafortunados huéspedes. Ni secuestros ni otros actos
delictivos disminuyeron significativamente.
Por estos días
aparecen de nuevo actos que alarman a la ciudadanía. En Los Dos Caminos la
policía Municipal de Sucre enfrentó a una banda de secuestradores armados con
granadas y fusiles AK-47. Aun con la desventaja en la capacidad de fuego la policía logró impedir el secuestro
pero con un número importan de efectivos
heridos.
La inseguridad es
cada vez mayor, insoportable y angustiante. El botín ya no es solo el efectivo,
el reloj o el celular. Una bolsa con productos alimenticios es un trofeo ahora
bien valorado.
El gobierno
evidencia alarmantemente su escasa competencia para poder enfrentar y superar la crisis. La soberanía alimentaria pasará a formar
parte del buzón de los desaciertos. La seguridad de los ciudadanos, de esos que
no se hacen acompañar de escoltas porque no les corresponde y además no tienen
como costear, está a la buena de Dios. Cómo se puede proteger a los ciudadanos
cuando los delincuentes andan mejor armados que las policías. Más dramático
aun, el presidente de la Comisión Presidencial para la Transformación Policial,
dirigida por Freddy Bernal, le anunció al país que “mafias de extorsión,
secuestro y sicariato (muerte por encargo) “penetraron” los cuerpos policiales”.
Nunca será
innecesario insistir en la obligación que tiene el gobierno de buscar un amplio
acuerdo con todos los sectores de la sociedad para enfrentar mancomunadamente
aquellos asuntos sobre los cuales ha venido fracasando estrepitosamente.
De lo que se trata
es de la vida de los ciudadanos, de quienes en esta tierra vivimos.
Por cierto, ¿sigue
siendo la sra. Meléndez ministra para estos asuntos?
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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