lunes, 16 de febrero de 2015

GUSTAVO PARDO, LA HORA DEL EXILIO, MASONERÍA LIBERTARIA, CASO CUBA

Estemos de acuerdo o no, lo cierto es que los últimos acontecimientos ocurridos en el escenario político cubano-estadounidense, indican que se producirán nuevos eventos a corto plazo; los cuales, de una forma u otra, afectarán de forma decisiva en la composición, permanencia, transformación y/o desaparición de muchas de las organizaciones que actualmente componen el entramado político-social en el cual se halla inmerso la oposición tradicional cubana de ambas orillas del Estrecho de la Florida.
Desde que la administración Obama decide mover sus fichas diplomáticas con relación al status quo prevalecientes desde el 3 de enero de 1961, fecha en la cual el presidente John F. Kennedy anunció el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la nación isleña; se han ido dando pasos que hacen vislumbrar un próximo restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones y con ello, la reanudación de los esfuerzos para sacar a la Isla de la lista de los países que apoyan al terrorismo, invalidar la Ley de Ajuste Cubano, levantar el embargo y, ¿quién lo duda?; el inicio de las negociaciones para devolver a los Castros la Base Naval de Guantánamo. Todos estos acontecimientos, inevitablemente, conllevaran a algo para lo cual los opositores cubanos no nos encontramos preparados: la legitimación del castrismo.
Efectivamente, hasta el 17 de diciembre de 2014, las organizaciones opositoras cubanas, tanto las radicadas en Cuba como las existentes en el exilio, habían fundamentado sus estrategias en la continuación del enfrentamiento Cuba-EE UU; aspecto éste que durante décadas incentivó a la mayor parte de ellas a mantener estrategias, proyectos y propósitos estáticos, exclusivamente centrados en auxiliar las incuestionables necesidades económico-políticas de las distintas organizaciones opositoras cubanas.
Al producirse el dramático giro político de diciembre de 2014, se ha podido constatar que la mayor parte de las organizaciones opositoras de exiliados y; mucho menos, las que se han formado dentro de la Isla, carecen absolutamente de un ¨Plan B”; con el cual responder de forma pragmática, efectiva e inteligente antes los hechos ya ocurridos y de los que se prevén que a corto plazo continúen produciéndose. Con el mayor respeto, considero que no es una estrategia objetiva y mucho menos seria, el centrar las acciones opositoras en protestar, oponerse, declarar, recoger firmas, etc., para oponerse a un hecho consumado e irreversible.

La movida de piezas palaciegas, producida fines del pasado año a espaldas de las fuerzas opositoras radicadas en el exilio; requiere que éstas realicen un análisis serio y un debate profundo y no protagónico de la situación objetiva en que se encuentra inmersa la política cubana, cubano-americana e internacional. Debate de estrategias factibles y realistas, no de posiciones (que ya se encuentran más que fijadas) centrado en hallar y aplicar acciones conjuntas, políticamente maduras que conlleven a mostrar al pueblo de Cuba, a la administración Obama, al castrato y a la comunicad internacional la capacidad política acumulada por la oposición cubana exiliada.
Aunque puede resultar cuestionable que me haya referido específicamente a ¨las fuerzas opositoras exiliadas”; es decir, que haya puesto apellido a la oposición anti castrista, así lo concibo. A pesar de reconocer el sacrificio, las penurias y el heroísmo con que estos grupos enfrentan la represión de los Castros, es una realidad más que conocida sus constantes divisiones, ausencia de proyectos socio-políticos creíbles para la población cubana; y particularmente las pugnas (y hasta hechos  exaltados) que se producen entre ellos; circunstancias que les convierte en factores políticos irrelevantes y de exigua influencia en las decisiones que se adoptan en el tablero político cubano.
En cambio, las distintas organizaciones de exiliados tienen de su parte el vivir en  un país democrático, en el cual disfrutan de todos los derechos; entre ellos el de asociarse, reunirse, acudir a los medios de información masiva y hacer llegar sus opiniones y exigencias a los más altos niveles del poder político estadounidense.
Estoy convencido que esta es la hora de las organizaciones políticas exiliadas; de nosotros depende aprovechar esta oportunidad. Las fuerzas opositoras exiliadas tienen ante sí la posibilidad de re-evaluar las circunstancias políticas prevaleciente, adoptando las medidas necesarias para adecuar sus estrategias, no a lo que debía ser; sino a lo que es, a lo que ocurre y a lo que puede venir.  Del pragmatismo con el cual cada una de dichas organizaciones enfrente las nuevas circunstancias políticas existentes, dependerá su vigencia o desaparición del escenario político cubano.
Gustavo Pardo
masonhabana78@yahoo.es
@GustavoPardo18

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