Estemos de acuerdo o no, lo cierto es que los
últimos acontecimientos ocurridos en el escenario político
cubano-estadounidense, indican que se producirán nuevos eventos a corto plazo;
los cuales, de una forma u otra, afectarán de forma decisiva en la composición,
permanencia, transformación y/o desaparición de muchas de las organizaciones
que actualmente componen el entramado político-social en el cual se halla
inmerso la oposición tradicional cubana de ambas orillas del Estrecho de la
Florida.
Desde que la administración Obama decide
mover sus fichas diplomáticas con relación al status quo prevalecientes desde
el 3 de enero de 1961, fecha en la cual el presidente John F. Kennedy anunció
el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la nación isleña; se han ido
dando pasos que hacen vislumbrar un próximo restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre ambas naciones y con ello, la reanudación de los esfuerzos
para sacar a la Isla de la lista de los países que apoyan al terrorismo,
invalidar la Ley de Ajuste Cubano, levantar el embargo y, ¿quién lo duda?; el
inicio de las negociaciones para devolver a los Castros la Base Naval de
Guantánamo. Todos estos acontecimientos, inevitablemente, conllevaran a algo
para lo cual los opositores cubanos no nos encontramos preparados: la
legitimación del castrismo.
Efectivamente, hasta el 17 de diciembre de
2014, las organizaciones opositoras cubanas, tanto las radicadas en Cuba como
las existentes en el exilio, habían fundamentado sus estrategias en la
continuación del enfrentamiento Cuba-EE UU; aspecto éste que durante décadas
incentivó a la mayor parte de ellas a mantener estrategias, proyectos y
propósitos estáticos, exclusivamente centrados en auxiliar las incuestionables
necesidades económico-políticas de las distintas organizaciones opositoras
cubanas.
Al producirse el dramático giro político de
diciembre de 2014, se ha podido constatar que la mayor parte de las
organizaciones opositoras de exiliados y; mucho menos, las que se han formado
dentro de la Isla, carecen absolutamente de un ¨Plan B”; con el cual responder
de forma pragmática, efectiva e inteligente antes los hechos ya ocurridos y de
los que se prevén que a corto plazo continúen produciéndose. Con el mayor
respeto, considero que no es una estrategia objetiva y mucho menos seria, el
centrar las acciones opositoras en protestar, oponerse, declarar, recoger
firmas, etc., para oponerse a un hecho consumado e irreversible.
La movida de piezas palaciegas, producida
fines del pasado año a espaldas de las fuerzas opositoras radicadas en el
exilio; requiere que éstas realicen un análisis serio y un debate profundo y no
protagónico de la situación objetiva en que se encuentra inmersa la política
cubana, cubano-americana e internacional. Debate de estrategias factibles y realistas,
no de posiciones (que ya se encuentran más que fijadas) centrado en hallar y
aplicar acciones conjuntas, políticamente maduras que conlleven a mostrar al
pueblo de Cuba, a la administración Obama, al castrato y a la comunicad
internacional la capacidad política acumulada por la oposición cubana exiliada.
Aunque puede resultar cuestionable que me
haya referido específicamente a ¨las fuerzas opositoras exiliadas”; es decir,
que haya puesto apellido a la oposición anti castrista, así lo concibo. A pesar
de reconocer el sacrificio, las penurias y el heroísmo con que estos grupos
enfrentan la represión de los Castros, es una realidad más que conocida sus
constantes divisiones, ausencia de proyectos socio-políticos creíbles para la
población cubana; y particularmente las pugnas (y hasta hechos exaltados) que se producen entre ellos;
circunstancias que les convierte en factores políticos irrelevantes y de exigua
influencia en las decisiones que se adoptan en el tablero político cubano.
En cambio, las distintas organizaciones de
exiliados tienen de su parte el vivir en
un país democrático, en el cual disfrutan de todos los derechos; entre
ellos el de asociarse, reunirse, acudir a los medios de información masiva y
hacer llegar sus opiniones y exigencias a los más altos niveles del poder
político estadounidense.
Estoy convencido que esta es la hora de las
organizaciones políticas exiliadas; de nosotros depende aprovechar esta
oportunidad. Las fuerzas opositoras exiliadas tienen ante sí la posibilidad de re-evaluar
las circunstancias políticas prevaleciente, adoptando las medidas necesarias
para adecuar sus estrategias, no a lo que debía ser; sino a lo que es, a lo que
ocurre y a lo que puede venir. Del
pragmatismo con el cual cada una de dichas organizaciones enfrente las nuevas
circunstancias políticas existentes, dependerá su vigencia o desaparición del
escenario político cubano.
Gustavo
Pardo
masonhabana78@yahoo.es
@GustavoPardo18
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