Lo que nos pasa es grave. Es una crisis
honda. Se trata de males que se han dejado crecer, que se han acumulado y que
ahora han adquirido otras configuraciones, enquistándose en nuestros tejidos.
Esas anomalías ya no son ajenas, ahora forman parte de nosotros.
Centenares de bandas actúan en el territorio
nacional. Presumen de sus contactos en organismos policiales y en tribunales.
Antes algunos abogados eran mal vistos por defender interesadamente a
criminales. Hoy a los pranes les sobran bufetes de confianza que se ocupen de
sus asuntos. La impunidad es la ley.
Cargamentos de droga salen tranquilamente en
vuelos comerciales. Minas de oro de las que se han apropiado los vivos. Cupos
de aluminio, de hierro, de petróleo, que se obsequian como bono de buena conducta
a los incondicionales. Las alcabalas tejen rutas viales de la más putrefacta
corrupción.
Con lo que se construye un edificio o un
hospital, se podrían hacer varios en buena lid si no existiesen las comisiones,
los sobreprecios en los proyectos, funcionarios tramposos, inspectores
corrompidos y contralorías distraídas.
Al país lo carcomen las mafias. Pero las
policías, los fiscales, la Asamblea Nacional y los jueces están pintados en la
pared. Si son cómplices, indolentes o incapaces, es una calificación que
corresponde a usted amable lector. Lo cierto es que nada hacen por ganarse
nuestro respeto.
No producimos textiles, ni calzados, ni
automóviles. Tampoco carne, arroz, aceites, ni leche suficiente para nuestro
consumo. Mucho menos medicinas. Importamos gasolina, diésel y gas. Estamos
endeudados hasta la coronilla y el costo de la vida es insoportable para los
pobres, los asalariados y la clase media.
Por más que le pongan un cierre en la boca a
unos miles que le han regalado una vivienda y a otros que amenazan con despedir
de la administración pública si se quejan, las manifestaciones de protesta
proliferan en todas partes.
Maduro, en vez de corregir errores, denuncia
una supuesta conspiración en la que los comerciantes, industriales y
productores disfrutan no vendiendo nada. Es decir, quebrando sus propias
empresas. Eso no se lo cree ni él.
Sabe las causas del fracaso pero no tiene el coraje de aceptar que su socialismo ha sido una rotunda equivocación. Ya basta. No tienen derecho a seguir haciendo daño.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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