domingo, 8 de febrero de 2015

CLAUDIO FERMÍN, AUTOGOLPE ECONÓMICO

Tienen dieciséis años en el gobierno. Como ya no pueden seguir con la cantaleta de que lo malo que ocurre en el país es culpa del gobierno anterior, entonces Maduro ha acusado al sector privado de una conspiración económica.
Para Maduro, los industriales, ganaderos, agricultores y comerciantes son los causantes del desabastecimiento y del alto costo de la vida. Es un argumento con el que no sólo se sacude cualquier responsabilidad en la severa crisis que el país padece sino que además incita al odio contra el empresariado, tema favorito de los comunistas en cualquier parte del mundo.
La campaña propagandística ha sido intensa. Cadenas presidenciales de radio y TV varias veces a la semana, cuñas en las emisoras radiales controladas por el gobierno, montajes y mentiras en el llamado Noticiero de la Patria, declaraciones diarias de ministros y dirigentes del PSUV. No hay espacio que desperdicien. Insisten machaconamente en que el gobierno es una víctima, que nada tiene que ver con el desastre económico por el que atraviesa Venezuela. Son otros los responsables.
Maduro miente. Él tiene en sus manos todos los resortes de la economía. Él controla todo. Nadie en nuestro país puede sembrar ni fabricar, tampoco vender o comprar, sin seguir instrucciones precisas de autoridades nacionales y regionales, sin los permisos que ellos imponen. Invertir ya no es una decisión de ningún grupo económico. Es un calvario que pasa por las manos de decenas de funcionarios que imponen las condiciones y maneras de hacerlo.
Maduro es quien hace las reglas del juego. El año pasado decretó 38 leyes económicas y laborales que ponen camisas de fuerza a las empresas venezolanas. Se sintió un hombre fuerte porque decretó más controles y sanciones para quienes trabajan por su cuenta.
A cualquiera le pueden embargar sus bienes. Ese es el nuevo impuesto. Son leyes agresivas en las que abundan las figuras de confiscación de productos, prohibición, paralización de medios de producción, sanciones. Nada de incentivos, sólo intimidación y amenazas.
Como el gobierno se ha gastado los reales de todos esos años cuando vendió petróleo a cien dólares el barril, van a financiar su burocracia exprimiendo a la gente de trabajo. Eliminaron las exoneraciones en el pago del impuesto sobre la renta a cooperativas y fundaciones; aumentaron lo que llaman impuesto al lujo de 10 a 15 %; la tasa del Impuesto al Alcohol la subió de 20 a 50% y advirtieron que vendrán más incrementos en los impuestos.
Total, Maduro hace las leyes. Él mismo. Ni siquiera necesita esperar los debates de la Asamblea Nacional porque ese cuerpo renunció a esa atribución y la delegó mediante habilitante en el Presidente.
Maduro dispone de las divisas. En criollo, él es el dueño de los dólares. Esos dólares que entran a la economía por concepto de la venta de petróleo, que es de todos los venezolanos, se administran como si fuesen propiedad de Maduro. Es él quien los asigna. Dice y hace lo que se le antoja. Empezando su período afirmó que mantendría el dólar a 6,30 bolívares. Después creó los mamotretos de Sicad I y Sicad II para ponerle otro precio a las divisas.
Los estudiantes venezolanos en el exterior viven como mendigos. El gobierno trancó los dólares para ellos. La gente muere por falta de medicamentos porque no llegan los dólares para abastecer a farmacias y hospitales. Los transportistas tienen sus unidades paradas porque no hay dólares para los repuestos. Nadie entiende qué gana la industria farmacéutica ni las casas de repuestos con no vender sus productos. No lo hacen porque el gobierno les impide importar medicinas y repuestos.
Ya en Venezuela nadie puede importar. No sólo porque Maduro asigna los dólares a quien quiere, sino porque monopoliza las importaciones a través del Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex), que compra desde maquinarias agrícolas, bebidas alcohólicas, equipos médicos, electrodomésticos, hasta juguetes.
Maduro controla el Banco Central de Venezuela. Ese organismo dejó de ser autónomo hace quince años y su directorio ya no trabaja para fortalecer el signo monetario sino para financiar al gobierno.
Maduro es quien instruye a los ministros de la economía sobre qué hacer. Crea nuevos organismos públicos. Anuncia zonas económicas especiales.
Maduro endeuda a la República. A China ya le debemos 47.000 millones de dólares, a lo que el gobierno no llama endeudamiento sino alianza táctica a largo plazo, en esa verborrea revolucionaria que trata de ocultar los hechos para seguir engañando al pueblo.
El gobierno maneja directamente las fincas que fueron expropiadas y las industrias confiscadas. Toda esa producción se ha venido abajo, pero no por culpa de terceros. Todo ha estado bajo control de Maduro.
La política petrolera no tiene otro responsable que el propio Presidente de la República. Es desde Miraflores que decidieron en los últimos quince años venderle cada vez menos petróleo a los Estados Unidos de América, que paga a precio de mercado y puntualmente, para darle petróleo a China a cambio de préstamos.
Es el gobierno el que regala el petróleo a Cuba pero inició una campañita de lavado de cerebro en todas las televisoras y radios para convencernos de que somos casi que traidores a la patria si no pedimos a gritos que nos aumenten la gasolina. Luz para afuera y oscuridad para adentro.
El gobierno maneja toda la economía: controla el Banco Central de Venezuela; asigna a su antojo los dólares de todos los venezolanos, de los que se apropió mediante el control de cambio; decreta las leyes, es decir, pone las condiciones para producir y comercializar; tiene el monopolio de las importaciones mediante los mecanismos y organismos que ha creado; cada día inventa nuevos impuestos; tiene bajo su mando a una Asamblea Nacional que no supervisa ninguna de sus acciones y lo deja actuar a sus anchas.
Hoy nada se produce en Venezuela y ya no se puede importar porque se rucharon los dólares. El juego está trancado. No es ninguna conspiración contra la economía, es un gobierno incapaz.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin

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