lunes, 23 de febrero de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, UNA EXPLICACIÓN POLÍTICA DE LA CRISIS ECONÓMICA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Venezuela constituye un interesante caso de estudio dado el grueso de contradicciones que han desvirtuado la naturaleza de la política en su concepción.

La estrecha ligazón que se establece entre la economía y la política, dada la naturaleza social de ambas realidades, ofrece sobradas razones para explicar, en esta oportunidad, los intríngulis que condujeron a precipitar las efectos de la crisis de Estado que tiene atrapada a Venezuela. La disertación que versó sobre “Una explicación económica de la crisis política”, motiva ésta que, sin duda, deberá complementar el enfoque primeramente esbozado en aras de la importancia del problema, tanto como por la necesidad de transitar teoréticamente por el reverso de la delicada situación por la que, contradictoriamente, cruza el país.

En principio,  cabe decir que todo problema social o económico tiene una explicación razonada en la teoría política. Ahora bien. Según la Teoría Económica, cualquier problema que acontezca alrededor de toda situación, no puede violar la Ley del Valor de acuerdo a la cual toda mercancía, sea un producto o servicio, adquiere la utilidad que la circunstancia le confiere en virtud del trabajo que ha requerido su preparación o elaboración. Sin embargo, según la Teoría Política el valor que ostenta la mercancía no es un problema de razón exclusivamente económica. La elaboración de cada producto o prestación de cualquier servicio susceptible de ser transado, compromete la formación de valores morales en la comunidad trabajadora lo cual deviene en un mayor o menor apoyo ciudadano al proceso de reconocimiento y afianzamiento de la identidad sociocultural propia de la región o país.

En este sentido, Venezuela constituye un interesante caso de estudio dado el grueso de contradicciones que han desvirtuado la naturaleza de la política en su concepción. Peor aún, el comportamiento de la economía en su utilización. 

De manera que los efectos de tan marcado entuerto, desdibujaron objetivos de crecimiento económico y de bienestar social del mapa trazado electoralmente, previo al arribo al poder de la opción liderada por el finado presidente de la República. Cuando la dirigencia política afecta al gobierno, alcanzó el máximo dominio al lograr la abolición de la autonomía de los poderes judicial y legislativo poniéndolos al servicio del Ejecutivo Nacional, comienza a desplomarse la institucionalidad democrática generándose de esa forma graves transformaciones en la correlación del poder y sus mecanismos de elaboración y toma de decisiones.

Además, la debilidad del liderazgo político a nivel del alto gobierno devino en serios problemas de gobernabilidad, representatividad y legitimidad. Ello dio lugar a la formación de relaciones inmorales en los cuadros gerenciales de la administración del patrimonio nacional. Asimismo, de cambios en los esquemas de apuntalamiento político, que ante otras condiciones, son acogidos a instancia de reconocidos procesos de configuración del desarrollo económico y social de toda nación que presuma de democrática. Ello derivó en la preparación y aprobación del adefesio según el cual el régimen ha pretendido replantear el arreglo del país para lo cual se valió de la orientación del mentado socialismo del siglo XXI que presupuso la imposición del inaplicable “Plan de la Patria”. Además, basado en falacias.

La crisis económica que padece Venezuela, además de ser absoluta expresión de políticas públicas impropiamente elaboradas e improcedentemente concebidas, es un tanto consecuencia de razones relacionadas con la miopía que intereses políticos coyunturales han irradiado hacia decisiones económicas. Sobre todo, porque el régimen siguió focalizado en objetivos enteramente políticos: permanecer en el poder a costa de todo. Así ha jugado con un déficit público persistente, un forzado financiamiento crediticio que derivó en una inflación desproporcionada y su validación desde el lado monetario. Estos problemas limitaron al bolívar como función de “reserva de valor” en desviado favor de actividades especulativas que instaron la adquisición de bonos públicos y la fuga de capitales. El ejercicio de una política prisionera del populismo dominante, estimuló una “irracional exhuberancia fiscal” sostenida por el incremento de la deuda pública interna, que a su vez presionó el alza de las tasas de interés y el crecimiento del endeudamiento externo y su vinculación con el tipo de cambio. De manera que reordenar tanto desorden de la economía venezolana, terminaría por obligar al régimen a reconocer su talante de haragán, pero bajo una particular acepción de política. Que sin duda, le complicaría más aún la gestión de gobierno hasta ahora pretendida. De alguna forma, esta disertación se ha esbozado a manera de presentarse como una explicación política de la crisis económica.

VENTANA DE PAPEL

GOBIERNO EN CORTOCIRCUITO

Entrar en pánico, es figurativo de un estado repentino de miedo intenso o malestar, que indispone a cualquiera rápidamente. Pero una crisis de pánico, igualmente puede padecerla una institución o colectivo toda vez que su realidad política o social sufre de un ataque desencadenado por causa de una situación de la cual no puede escapar. Particularmente, cuando experimenta razones que la mantienen sujeta a consideraciones que la martirizan sin que pueda zafarse de sus obsesiones y ansiedades.

Lo que acontece en el país por estos días caracterizados por órdenes de la Fiscalía pero sin la orden correspondiente, o para decirlo con alguna ironía: “con pero sin”, es producto del pánico que paralizó la capacidad de actuar correctamente del régimen. Su paranoia lo ha desconcertado frente a cualquier opinión que pueda asustarlo. Lo sucedido con la brutal, arbitraria e ilegal detención de Antonio Ledesma, Alcalde Mayor de Caracas, pone al descubierto el terror que vive. Sin duda, tan grave situación tiene su analogía con el tiempo de oscurantismo bajo el cual creció el régimen de Adolf Hitler en Alemania.

No obstante, la delicada y complicada crisis política y económica, tiene profundamente confundido al alto gobierno. La ineptitud lo tiene acorralado. No hallan solución alguna que tienda a aminorar sus efectos. Precisamente ante tal descalabro, cayó en pánico al extremo que las decisiones tomadas lejos de apaciguar los ánimos exacerbados de un pueblo maltratado por tan absurdas determinaciones, ha encendido la mecha de protesta que inexorablemente debe transitar su propio camino, constitucionalmente reconocido (Léase artículo 350). La manoseada excusa de un “magnicidio” o de un “golpe de Estado” ya no convence. Aunque sólo sirve para que el régimen siga valiéndose de fútiles argumentos para arreciar la escalada de represión a la que toda dictadura (entiéndase por dictadura: gobierno de débil base política razón por la cual se apoya en el poder de las bayonetas) acostumbra aplicar.

Ello es fehaciente demostración del pavor y nerviosismo que siente ante la dura realidad que lo desborda. O ante cualquier rumor que pueda creerlo, por inconsistente que sea. El motivo alegado fue el de un documento publicado el pasado 11-F por la prensa nacional en torno al recorrido por el cual habrá de transitar el país en su travesía hacia la democracia toda vez que hay un disgusto manifiesto del pueblo por cuanto su calidad de vida viene en franca picada. Sobre todo, en la antesala de las elecciones parlamentarias ante las cuales pareciera que el régimen las tiene perdidas. Y es exactamente eso lo que lo tiene descontrolado, la angustia ante tiempos de renovación política. Así puede decirse que el país está tiranizado por un gobierno en cortocircuito.

“EL QUE ES Y NO ES”

Nuevamente la Internet vuelva a incendiarse con consideraciones que destacan el problema de hablar mal o de no hacerlo según lo indica la Real Academia de la Lengua Española. Y aunque esto sucede por mero proselitismo político, el de la peor condición, el daño viene cundiendo a maestros y profesores, moderadores de medios, comunicadores sociales y hasta periodistas (oficios diferentes) quienes deberían ser los abanderados del hablar cultamente. ¿Y qué decir de dirigentes de partidos políticos y de funcionarios gubernamentales?

Ciertamente, se ha venido descarriando el castellano a lo cual ha contribuido, contradictoriamente, los nuevos esquemas de información y comunicación. Particularmente, aquellos de los cuales derivaron las redes sociales.

Por doquier se escuchan expresiones que solo dan cuenta del desconocimiento de la Ley Lingüística de la Economía Expresiva. Así como de otros postulados gramaticales dirigidos a ser más explicativos sin sacrificar la sintaxis. Estudianta, soldada, dirigenta, presidenta, gerenta, pacienta, son algunas, entre muchas otras, las palabras que colman el léxico de quienes no tienen la menor idea de que el participio activo del verbo “ser” es “ente” y no “enta”. Y esto significa, “el que tiene identidad”. Pero nunca será, “el que es y no es”.

“Si la política entiende los pormenores de la economía, ¿por qué los dirigentes políticos en funciones de gobierno se distancian tanto del propósito tantas veces aludido en torno a considerar sus implicaciones a fin de hacer del país un Estado democrático y social de Justicia y Derecho?”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas


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