lunes, 23 de febrero de 2015

ALBERTO JIMÉNEZ URE, LA ESTUPIDEZ COMO PROYECTO DE GOBIERNO

«La primera impresión que suelen causar ambiciosas mujeres e igual hombres de enmascarada peligrosidad es que son imbéciles pero simpáticos»

En cualquier república, quienes representan la «Institucionalidad de Gobierno» pudieran ser estúpidos sin que la naturaleza del mando supure sospechosa de llaga. La conducción de un país es un severo acto de responsabilidad civil al cual, por suerte, los sátiros desmitifican y drenan cuando quienes están a cargo arrogan su falta de inteligencia o experticia. Sin la intervención pública de los críticos-analistas-científicos-denunciadores-comunicadores sociales, «La Estupidez como Proyecto de Gobierno» logra alcanzar dimensiones letales en cualquier nación víctima de la estafa y fraude político.

A causa de la «Estupidez como Proyecto de Gobierno» se destinan enormes sumas de billetardos en publicidad para persuadir a los ciudadanos de un Estado que son felices al recibir castigos como recompensas por su docilidad, resignación,  resistencia pacífica y tolerancia extrema ante los maltratos que les infligen los inicuos. Nada distingue socialmente a los desalmados que no sean las ininterrumpidas y en desgaste estupideces que esputan a los medios de comunicación plagados de bufones para mantenerse en la palestra como afamadas víctimas de un fantasma que acecha a la Casta de Incorruptibles Asesinos y Ladrones.

Con desparpajo, hasta el número uno entre los intelectuales de la Revolución Francesa se hizo llamar «El Incorruptible» en el instante de autorizar decapitaciones: el cual me recuerda, con desagrado, a un escritor venezolano que suelta «grititos de comisario-delator» a favor del mantenimiento de «La Estupidez como Proyecto de Gobierno» en la (ojo) «Paría de Simón BOLÍVAR».

Ya Venezuela no es una patria sino una camada de idiotas que se sostienen, los unos a los otros, con palabrejas altisonantes y mercenarios para desgracia de nuestra nación. Cada uno de ellos llena sus alforjas de próceres impresos imperiales y exhibe custodios que igual ambidiestros sicarios.

Algún lector se preguntará:

¿Son, realmente, imbéciles? ¿Cómo ser esa clase de sujetos pero tener, al mismo tiempo, el poder del mando y mucho dinero: para hurtar, disfrutar, malversar o dilapidar, sin importarles lo que suceda con sus gobernados u opinión de fiscales y jueces?

¿Por qué «La Estupidez como Proyecto de Gobierno» ha tenido cierta consagración internacional? Mi inequívoca respuesta es: por encima de la Moral de la Humanidad, el pesadísimo fardo del oro reina mediante vándalos pretorianos, inmunidad, el crimen, absolución e impunidad. Pero: la Muerte siempre tiene la última palabra porque es onanista. 

Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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