«La primera impresión que suelen causar ambiciosas mujeres e igual
hombres de enmascarada peligrosidad es que son imbéciles pero simpáticos»
En cualquier república, quienes representan la «Institucionalidad
de Gobierno» pudieran ser estúpidos sin que la naturaleza del mando supure
sospechosa de llaga. La conducción de un país es un severo acto de
responsabilidad civil al cual, por suerte, los sátiros desmitifican y drenan
cuando quienes están a cargo arrogan su falta de inteligencia o experticia. Sin
la intervención pública de los
críticos-analistas-científicos-denunciadores-comunicadores sociales, «La
Estupidez como Proyecto de Gobierno» logra alcanzar dimensiones letales en
cualquier nación víctima de la estafa y fraude político.
A causa de la «Estupidez como Proyecto de Gobierno» se destinan
enormes sumas de billetardos en publicidad para persuadir a los ciudadanos de
un Estado que son felices al recibir castigos como recompensas por su
docilidad, resignación, resistencia pacífica
y tolerancia extrema ante los maltratos que les infligen los inicuos. Nada
distingue socialmente a los desalmados que no sean las ininterrumpidas y en
desgaste estupideces que esputan a los medios de comunicación plagados de
bufones para mantenerse en la palestra como afamadas víctimas de un fantasma
que acecha a la Casta de Incorruptibles Asesinos y Ladrones.
Con desparpajo, hasta el número uno entre los intelectuales de la
Revolución Francesa se hizo llamar «El Incorruptible» en el instante de autorizar
decapitaciones: el cual me recuerda, con desagrado, a un escritor venezolano
que suelta «grititos de comisario-delator» a favor del mantenimiento de «La
Estupidez como Proyecto de Gobierno» en la (ojo) «Paría de Simón BOLÍVAR».
Ya Venezuela no es una patria sino una camada de idiotas que se
sostienen, los unos a los otros, con palabrejas altisonantes y mercenarios para
desgracia de nuestra nación. Cada uno de ellos llena sus alforjas de próceres
impresos imperiales y exhibe custodios que igual ambidiestros sicarios.
Algún lector se preguntará:
¿Son, realmente, imbéciles? ¿Cómo ser esa clase de sujetos pero
tener, al mismo tiempo, el poder del mando y mucho dinero: para hurtar,
disfrutar, malversar o dilapidar, sin importarles lo que suceda con sus gobernados
u opinión de fiscales y jueces?
¿Por qué «La Estupidez como Proyecto de Gobierno» ha tenido cierta
consagración internacional? Mi inequívoca respuesta es: por encima de la Moral
de la Humanidad, el pesadísimo fardo del oro reina mediante vándalos pretorianos,
inmunidad, el crimen, absolución e impunidad. Pero: la Muerte siempre tiene la
última palabra porque es onanista.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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