PEDRO CORZO |
La crisis que enfrenta Venezuela es la más
profunda que ha enfrentado el país desde que el presidente Hugo Chávez se hizo
del poder.
La popularidad del modelo impuesto por el
chavismo, en particular el liderazgo de
Nicolás Maduro y sus verdaderos o supuestos asociados, entre ellos Diosdado
Cabello, está en caída libre. Los fracasos son muchos y están pagando las
consecuencias.
El deterioro de los servicios sociales se
agudiza, la delincuencia se incrementa y es de suponer que las facciones dentro
del gobierno estén al borde de enfrentar una crisis que indudablemente
repercutirá en el resto de la sociedad.
La crisis económica es muy profunda. La
escasez de productos, el encarecimiento de los que aún se encuentran en los
mercados y la inflación en general, tienen a la población en un constante
desasosiego.
La caída de los precios del petróleo afecta
dramáticamente la gestión económica, pero también la política clientelar del
gobierno, que controlaba un amplio sector de la población gracias al sistema de
subsidios que había establecido.
La corrupción, la más aguda y extendida en
toda la historia del país, tiende a acrecentarse. El empobrecimiento y la
disminución de los recursos disponibles, incita a la carroña gubernamental y a la boliburguesía, a un festín final con
los bienes del estado.
La falta de recursos también incide en la
política exterior del chavismo. Muchos de sus aliados políticos en los foros
internacionales abandonaran a Maduro cuando dejen de recibir las contribuciones
en moneda o petróleo.
Fidel Castro durante muchos años contó con
apoyo internacional por su política de intimidación y chantaje a diferentes
gobiernos. Chávez y Maduro, obtuvieron igual resultado por algo menos letal y
prosaico. Dinero y petróleo.
El gobierno afronta un deterioro creciente de
la seguridad pública, lo que puede conducir a la ingobernabilidad. En esto
pueden cumplir un importante rol los grupos paramilitares del chavismo.
Las fuerzas armadas, en particular el alto
mando, ha sido uno de los sectores más favorecido por el régimen, sin embargo
no se puede descartar una asociación
entre militares y civiles con el fin de buscar una salida a la grave crisis
nacional.
Está el precedente de vacío de poder que
generó Hugo Chávez Frías ante su ministro de la Defensa, el general Lucas
Rincón Romero. Esta situación determinó que los militares asumieran un rol
protagónico que derivó en un gobierno provisional que fue desplazado por otros
militares, partidarios de Chávez Frías.
Unas elecciones en este momento, en que según
diferentes encuestas el apoyo al mandatario no rebasa el 25 por ciento, debería
darle a la oposición una clara y abierta victoria que de no ser reconocida por
las diferentes instituciones del estado que están bajo el control del ejecutivo
mostraría a los que no han querido ver ni escuchar, la verdadera naturaleza
antidemocrática del régimen que controla el país.
Este año, octubre, se efectuaran elecciones
para el Parlamento Nacional y en base a los análisis electorales la oposición
debe obtener de nuevo la mayoría que en esta ocasión no será posible que se la
roben como ocurrió en los comicios legislativos del 2010, cuando el ejecutivo
reformó las leyes electorales y las circunscripciones a su favor.
Enfrentar un régimen despótico con
legitimidad electoral, grandes recursos económicos y con el control de las
instituciones del estado es muy arduo y complicado. En consecuencia la
oposición electoral venezolana ha tenido que ser muy creativa. Ha padecido
serias limitaciones y sus actividades contrarias al régimen han tenido que
circunscribirse a la legalidad impuesta por una dictadura encubierta.
El régimen cuenta con un sicariato judicial
que le ha sido muy útil. Los jueces del chavismo interpretan la constitución a
la conveniencia del gobierno y por ese motivo pudieron criminalizar, entre
otras decisiones, las protestas del 2014, encarcelar a Leopoldo López y otros
opositores, a la vez que le robaba a María Corina Machado su escaño en el
Parlamento.
Por suerte la oposición electoral a pesar de
las diferencias entre las facciones que la integran, ha demostrado ser muy
hábil, particularmente después que se constituyó la Mesa de la Unidad
Democrática.
Cierto que
esa fórmula al parecer llegó al tope de sus posibilidades según la
perspectivas de varios analistas, pero también es una realidad que el país
cuenta con líderes capaces de instrumentar
nuevas estrategias y hasta de buscar puntos de encuentros entre los factores
que puedan separarles.
Todo parece indicar que el liderazgo de la
oposición se está reinventando, condición que coincide con la debilidad del
gobierno, así que si el adagio de que la fuerza invita al diálogo y el diálogo
a las concesiones es cierto, es posible que el régimen reconozca una eventual
derrota electoral y en consecuencia abandone el poder.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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