Despejadas
las dudas. Maduro habló. El país, desde los tiempos del llamado “sacudón”,
esperaba conocer sobre las medidas económicas para salir de la crisis. Nos
pintó un año 2014 que nadie vivió. Un año de grandes avances, donde el gobierno
militar-cívico venció todas las adversidades. En fin, el 2014 fue el año de la
consolidación del modelo, esto es, según se observa: acumulación de la escasez,
aumento de la inflación y deterioro del poder adquisitivo, entre otras tantas
deficiencias.
El
discurso de Maduro fue fastidioso, lleno de lugares comunes y, además,
reiterativo en la cartilla de siempre, pero, en particular fue contradictorio:
estuvimos bien pero vamos, en menos de un mes, muy mal. Pero qué otra cosa
podía esperarse de quien tiene tiempo huyéndole al problema, sacándole el
cuerpo a la crisis para ver si por sí sola se resolvían las cosas.
Dejemos
de lado las fanfarronerías de rigor: levantar la voz amenazantemente para
hacerse ver como gran jefe, un diestro gobernante, cuando ya nadie lo cree.
Importa observar un discurso cargado de una profunda cobardía de cara a la
historia. Empalaga e hipnotiza con un exacerbado populismo estimulador de parasitismo
que no sabemos si podrá sostenerse en el corto tiempo: aumentos de becas,
pensiones, ajustes salariales trimestrales, bonos de salud, etc. El cobero más
importante en la historia política venezolana, Hugo Chávez, dijo que pañales
Guayuco –empresa socialista ya desaparecida- abarcaría el 5% del mercado
nacional, produciendo 144 millones de pañales, de modo que si el “hijo de gato
caza ratón”…
Luego
de inventar un 2014 fabuloso y aderezarlo de populismo, imaginamos que llegaría
el momento del hombre de estado. De esos que se conocen por su gallardía, por
sentido de la responsabilidad ante el país y la historia. El momento llegó,
pero no el del hombre de estado.
Maduro
se refugió en un mundo de dudas, en su ignorancia o en su falta de arrojo. Dijo
haber estudiado mucho la situación cambiaria, muchos sonrieron, pero fue
incapaz de decir de cuanto iba a ser la devaluación, porque ciertamente habrá
una monumental devaluación. Su otro anuncio, casi que lo dijo escondido tras el
podio de oradores: vendrá un aumento de la gasolina, pero los detalles los dará
el vicepresidente
El
presidente, muy temeroso por lo que se vive y por lo que nos viene, recurre a
echarle la culpa de lo mal que nos pueda ir, ya no a una guerra económica,
tampoco a la derecha apátrida. Mucho menos a que su pronóstico acerca del
rebote de los precios del petróleo ocurra en cortísimo plazo. Nada de eso.
Ahora el venezolano tendrá que pelearse con el mismísimo Dios. Ni más y ni
menos que con Dios.
Maduro
ha insinuado que independientemente de su desconocimiento acerca de cómo
enfrentar la crisis económica del país y de la incompetencia de sus ministros
tendremos una salida: “Dios proveerá”
La
historia nos dice que todos los países en los que se aplicó el modelo
socialista terminaron sumidos en una profunda crisis económica que acabó con
esos regímenes. No apareció Dios para resolver las estupideces de los mortales.
Maduro,
no huyas. No es con dogmas de fe como se resuelve la crisis venezolana sino
sustituyendo el modelo.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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