La decisión de los presidentes Barak Obama y
Raúl Castro de restablecer relaciones diplomáticas, rotas hace unos 50 años,
cambiará a mediano plazo el panorama político y económico de América Latina,
aunque tendrá que vencer algunos obstáculos que factores del regresionismo le
impondrán en el difícil camino a transitar hacia una convivencia pacífica y un
mayor bienestar de los pueblos de América.
Como uno de los últimos reductos del
estalinismo o del llamado socialismo real, el régimen cubano había prolongado
su agonía auxiliado por los dólares que solidariamente le había entregado el
extinto Presidente Hugo Chávez, quien violando la legislación venezolana nunca
consultó a otros Poderes Públicos, con la finalidad de ocultar el fracaso del
socialismo autoritario de los hermanos Castro, y poder abrirse camino hacia
parámetros que le permitieran justificar su ambición de imitarlos y perpetuarse
en el poder hasta el fin de sus días.
Pero desde que Raúl Castro visitó a China y
pudo constatar el progreso económico que experimentaba ese país, una vez
puestas en práctica algunas reformas propuestas por Deng Xiao Ping, que
contemplaban la apertura al capital extranjero, cuyos resultados superan a casi
todos los países del mundo en crecimiento del producto interno bruto de una
manera sostenida, el actual Presidente de Cuba se dio a la tarea de convencer a
su Estado Mayor del Ejército, de la necesidad de salvar la honrilla de una
revolución que se acercaba entones a los 40 años, de un evidente y rotundo
fracaso.
Una
vez obtenido el dominio del aparato
político y militar de Cuba, aunque todavía siente la sombra jerárquica de su
hermano mayor, Raúl Castro decidió fustigar duramente a una burocracia
improductiva y resolvió despedir a un millón de empleados públicos para que
vayan de crear pequeñas empresas , propias del capitalismo, con ganancias y
pagos de impuestos, para que tomen las iniciativas personales de las que puedan
ser capaces para emprender obras productivas, como lo hacen en China y también
en los Estados Unidos, potencias capitalistas que se disputan la hegemonía comercial
y económica en general en el universo. Igualmente ha permitido la venta de
automóviles y la compra de viviendas por particulares, y lentamente le abre
paso a una mayor participación de los cubanos en la empresa privada, favorecido
ahora por las con la economía norteamericana.
Con
estas reformas Raúl Castro, no sólo ratifica lo que afirmó Fidel Castro acerca
de que el comunismo no servía ni a los
intereses cubanos, también ha dado al traste con el proyecto trasnochado y
parasitario del Comandante Chávez y sus herederos. Si Deng Xiao Ping dijo y comprobó hace más de 20
años, en China, que la apropiación de los
medios de producción por parte del Estado era inviable, por ineficaz e
improductivo, Raúl Castro le ha propinado un golpe definitivo al socialismo del siglo XXI.
Juan
Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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