domingo, 25 de enero de 2015

JUAN PÁEZ ÁVILA, CUBA Y ESTADOS UNIDOS

La decisión de los presidentes Barak Obama y Raúl Castro de restablecer relaciones diplomáticas, rotas hace unos 50 años, cambiará a mediano plazo el panorama político y económico de América Latina, aunque tendrá que vencer algunos obstáculos que factores del regresionismo le impondrán en el difícil camino a transitar hacia una convivencia pacífica y un mayor bienestar de los pueblos de América.  

Como uno de los últimos reductos del estalinismo o del llamado socialismo real, el régimen cubano había prolongado su agonía auxiliado por los dólares que solidariamente le había entregado el extinto Presidente Hugo Chávez, quien violando la legislación venezolana nunca consultó a otros Poderes Públicos, con la finalidad de ocultar el fracaso del socialismo autoritario de los hermanos Castro, y poder abrirse camino hacia parámetros que le permitieran justificar su ambición de imitarlos y perpetuarse en el poder  hasta el fin de sus días.
Pero desde que Raúl Castro visitó a China y pudo constatar el progreso económico que experimentaba ese país, una vez puestas en práctica algunas reformas propuestas por Deng Xiao Ping, que contemplaban la apertura al capital extranjero, cuyos resultados superan a casi todos los países del mundo en crecimiento del producto interno bruto de una manera sostenida, el actual Presidente de Cuba se dio a la tarea de convencer a su Estado Mayor del Ejército, de la necesidad de salvar la honrilla de una revolución que se acercaba entones a los 40 años, de un evidente y rotundo fracaso.
         Una vez obtenido  el dominio del aparato político y militar de Cuba, aunque todavía siente la sombra jerárquica de su hermano mayor, Raúl Castro decidió fustigar duramente a una burocracia improductiva y resolvió despedir a un millón de empleados públicos para que vayan de crear pequeñas empresas , propias del capitalismo, con ganancias y pagos de impuestos, para que tomen las iniciativas personales de las que puedan ser capaces para emprender obras productivas, como lo hacen en China y también en los Estados Unidos, potencias capitalistas que se disputan la hegemonía comercial y económica en general en el universo. Igualmente ha permitido la venta de automóviles y la compra de viviendas por particulares, y lentamente le abre paso a una mayor participación de los cubanos en la empresa privada, favorecido ahora por las con la economía norteamericana.
         Con estas reformas Raúl Castro, no sólo ratifica lo que afirmó Fidel Castro acerca de que el comunismo  no servía ni a los intereses cubanos, también ha dado al traste con el proyecto trasnochado y parasitario del Comandante Chávez y sus herederos. Si  Deng Xiao Ping dijo y comprobó hace más de 20 años, en China, que la apropiación de los  medios de producción por parte del Estado era inviable, por ineficaz e improductivo, Raúl Castro le ha propinado un golpe definitivo al  socialismo del siglo XXI.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila

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