En
tantos años de trabajo docente a nivel universitario, lograr visualizar tal
torpeza es realmente entender que no solo estamos mal encaminados, sino, que la
posibilidad de un futuro para nuestros ciudadanos, sus familias y las comunidades
se limitara a la mediocridad y la miseria, no solo intelectual, también
económica. El esfuerzo de años de trabajo, sudor y muchas lágrimas de nuestros
progenitores se van al traste con esta iniciativa enferma y nociva.
Levantar
una población, una generación de estudiantes siempre ha sido una labor ardua,
tanto para los docentes como para las instituciones universitarias. La
innovación producto de la investigación, se logra únicamente con los niveles de
exigencias de la institución, el compromiso de ser el mejor y la recompensa al
final de tanta preparación, sea el reconocimiento, puestos de trabajo bien
remunerados y posibilidades de ascensos sociales producto del esfuerzo propio.
Ni
la mediocridad ni la excelencia se decretan; solamente son una parte del
proceso Psicoeducativo, que moldeado con las grandes exigencias universitarias
logran despertar en el joven estudiante la dedicación y la virtud de ser el
mejor. La competitividad es el don que se desarrolla en base a la excelencia de
la formación científica, no dependerá de ser pobre o rico, o de ser miembro del
PSUV o de la oposición. Insulsas son tales
pretensiones oficialistas.
Maduradas
o no, estas verdades hay que decirlas, sean en el eco social reforzadoras del
rechazo de un Estado; que busca sostenerse en base a la ignorancia del pueblo y
en la confianza que la mediocridad logre ganar en la carrera de la vida
institucional. No deseamos los docentes universitarios, profesores y maestros
de primaria, que nuestros egresados se parezcan a ninguno de los representantes
de este gobierno y de los poderes que le acompañan a tal destrucción. No,
pedimos a Dios nos libre de tal peste destructora del ingenio y las
oportunidades científicas.
Los grandes hombres y mujeres que moldearon la nación, tuvieron una misma raíz, la academia, las universidades y los grandes colegios de educación media y básica; forjadores de jóvenes que luego fueron hacedores de la Patria Bonita. Cuya raíces en manos de los Salesianos, Jesuitas, Agustinos, Diocesanos, Capuchinos y Mercedarios entre miles más, sembraron la excelencia en nuestras almas y el valor de lograr en vida lo que aprendíamos. Esa Historia viva, no la lograran abolir con tales decretos formadores de mediocridad.
Finalmente,
el disgusto y el rechazo a tales pretensiones, no se consumen en frustración.
La mediocridad se rechaza por la búsqueda de la excelencia, esa es la
experiencia de los que en la formación académica hemos estado en más de tres
décadas.
Nuestros estudiantes en la sinergia del saber, entienden que ser y
estar cada vez mas lejos de este régimen, es la salida más honorable para
estos, sus familias y la Patria.
Jose
Ernesto Pons B
joseponschene@hotmail.com
@joseponsb
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