El
pasado jueves 15 de enero falleció el embajador Rolando Grooscors Caballero,
proveniente de una notable familia caraqueña de escritores, poetas, políticos,
constituyentes, diplomáticos y hombres patrios, excepcional maestro de
generaciones de politólogos y periodistas larenses y hombre curtido en lides
diplomáticas. Fue al calor de esos históricos momentos que este ilustre
venezolano, Don Rolando, como lo llamaban los “ticos” -adjetivo con el que se
denomina al pueblo costarricense-, alcanzaría su merecido lugar en la historia
de Venezuela.
Cuenta el periodista venezolano José Emilio Castellanos
corresponsal enviado por el diario EL NACIONAL en 1979 a Costa Rica, para
cubrir el final de la guerra civil en Nicaragua que: “A las pocas horas de
haber arribado a San José de Costa Rica, para cubrir el inicio de la guerra
final entre los sandinistas y el régimen de Anastasio Somoza, en 1979, se
registró una anécdota que en aquella oportunidad publiqué en EL NACIONAL, de
Caracas, producto de un tremendismo político. El entonces embajador de
Venezuela en Costa Rica, Rolando Grooscors, era noticia importante derivada de
la crisis provocada por el envío de aviones venezolanos para defender Costa
Rica frente a una posible agresión de parte de Somoza. Al frente del gobierno
costarricense estaba Rodrigo Carazo Odio, y en Venezuela gobernaba Carlos
Andrés Pérez, quienes mantenían amistad desde los años que permaneció el
venezolano en San José, como exiliado del régimen de Marcos Pérez Jiménez. El
embajador Grooscors me refirió que Carazo lo llamó para informarle que tenía
informaciones concretas sobre la intención del dictador Anastasio “Tachito”
Somoza de bombardear la Central Hidroeléctrica de El Arenal, lo que ocasionaría
un grave daño al país y afectaría a numerosas plantas industriales. Esto fue lo
que dio paso al envío de tres aviones bombarderos y dos generales del Estado
Mayor (Aníbal Terán y Balbino Colmenares) como colaboración de Venezuela a la
desmilitarizada Costa Rica”.
Este evento traduce el compromiso venezolano de aquél momento de hacer
respetar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R., o Tratado
de Río), suscrito en 1947, así el derecho venezolano definió para aquél momento
que no había otro idioma a usar con Nicaragua que no fuera la fuerza.
“Tiquicia” así le decía el doctor Grooscors a Costa Rica, encontró la
solidaridad venezolana y el anuncio de los cancilleres del Pacto Andino de
apoyar militarmente a los “sandinistas” nicaraguenses de forma directa, entre
esos países, el Panamá de Omar Torrijos, la Venezuela de Carlos Andrés Pérez,
Perú, Colombia y Ecuador. Estos países apoyaban la salida de Somoza y evitar
que la guerra nos alcanzara condenando a una generación entera a marchar a un
conflicto innecesario en suelo extranjero por capricho de un dictador
diabólico.
El doctor Grooscors expresaba que: “Si Nicaragua invadía Costa Rica,
ésta resistiría cinco minutos antes que el ejército invasor llegara a su
capital San José, desencadenando una devastación en “efecto dominó” hacia
Panamá, Colombia, Ecuador y finalmente a Venezuela”. Este amor venezolano hacia
Costa Rica se remontaba a 1948 con el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos,
Rolando Grooscors junto a sus hermanos y a otros de sus contemporáneos como
Octavio Lepage, lucharán en la clandestinidad contra la dictadura de la Junta
Militar de los coroneles Mario Vargas, Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez
Jiménez.
A los 21 años de edad, en 1951 es apresado por la policía secreta de
la dictadura, la Seguridad Nacional, y deportado a Guatemala, de ahí marchó a
Costa Rica a reunirse con otros exiliados dirigidos por Rómulo Betancourt y
Carlos Andrés Pérez. Esta será una segunda patria para los exiliados y
afianzará un alto sentido de pertenencia de toda la socialdemocracia venezolana
hacia esa nación centroamericana que hoy en día hasta la oposición venera.
Ahí
Grooscors obtendrá su título de Licenciado en Filosofía y Letras, trabajará
junto a Carlos Andrés Pérez dando clases en un colegio de San José, un exilio
que vivirán siete años en su segura “Tiquicia” hasta el amanecer democrático de
un 23 de enero de 1958.
Esta fecha los tomaría consciente de lo que ocurría en
Venezuela desde días antes, así serían llamados en la madrugada del 24 de enero
para anunciarles que recogieran todas sus pertenencias porque en Venezuela
había caído la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, estando en el
aeropuerto esperaron un avión hacia Venezuela pero no habían vuelos,
repentinamente aterrizaría un avión de la aerolínea KLM procedente de Aruba o
Curazao, que él hasta sus últimos años de vida jamás supo quién lo pagó y cómo
llegó, pero sólo supo que los trajo de forma gratuita hasta Caracas para
reclamar en vida lo que con tanta sangre y dolor le costó a su generación por
soñar con una mejor Venezuela, más justa y democrática.
A razón de su
fallecimiento este jueves 15 de enero, su hermano Rafael Grooscors Caballero
escribió: “Nos formamos en la mejor escuela, en el ejemplo de los mejores
líderes, de los mejores poetas, de los intelectuales más puros, preparados ya
para asumir los roles que la Patria nos asignó. Rolando siempre cumplió, mucho
más allá de lo que de él se esperaba, como militante de una angustia
continental. Pasamos juntos días agresivos y ardientes en el inolvidable Liceo
Fermín Toro (de Caracas) de 1948 y 1949, hasta que nuestros jóvenes huesos
fueron hacinados en las cárceles de la Dictadura. Vivimos el exilio. Hablamos.
Escribimos. Nos comunicamos con la esperanza y fueron, por casualidad, nuestros
más íntimos amigos quienes abrieron las puertas del país a un nuevo ciclo
histórico, de democracia y libertad, en 1958”… Maestro Grooscors, gracias por
habernos enseñado tanto y con tanta trascendencia, tus exalumnos de la
Universidad Fermín Toro.
Jhotani
Medina Quintero
jhotanium@hotmail.com
@jhotanimq
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