Es
conocido, que cuando una crisis económica avanza las causas originales pasan a
ser consecuencias y viceversa, con el agravante que algunas de las acciones que
se adoptan (o dejan de tomarse) para enfrentarla lo que hace es alimentarla,
retrasando aún más el ajuste de la estructura económica. Tal es el caso
venezolano, habida cuenta de haberse asumido en los últimos 10 años la
“estrategia” (a muy largo plazo) de mantener la sobrevaluación o
atraso cambiario del bolívar (relación entre el tipo de cambio real y nominal),
bajo la perversa premisa de reducir los precios de los productos importados en
aras de contribuir a disminuir la alta inflación del país (64% en 2014),
sacrificando el aparato productivo nacional y magnificando la enfermedad
venezolana al ampliar la dependencia del
desenvolvimiento económico-social a las divisas generadas por el sector externo
petrolero, en total desprecio al conocimiento elemental en cuanto a que la
generación de riqueza está condicionada por el tamaño del capital social muy
especialmente en lo que se refiere a la manera de organizar el funcionamiento
de la estructura productiva nacional en torno a un tipo de cambio
competitivo para propiciar la
diversificación industrial y un desarrollo económico sustentado en una creciente
productividad en actividades de alto valor agregado (en nada vinculado con
conucos y criaderos verticales).
El interés de los ciudadanos por conocer,
desde la óptica gubernamental, cómo se llevaría a cabo el salto adelante desde
el actual modelo socio productivo de indefinido enfoque ideológico en economía política, centrado en comunas
estructuradas como una yuxtaposición de la sociedad imperante dificultando
alcanzar unas condiciones generales de funcionamiento, hacia la “transición
económica al socialismo productivo” (de similar debilidad conceptual); se
desvaneció ante un discurso que no ofreció orientación sobre el devenir de
nuestra economía, salvo que continuará la política monetaria expansionista en
función a cubrir el déficit fiscal (20% del PIB en 2014), para cubrir
insuficiencias operativas del sector público vía BCV y para incrementar el gasto público en un año 2015 que se estima
decrecerá el PIB cerca de un 7% y la insuficiencia de divisas puede situarse en
unos US$ 36.000 millones. Todo ello, facilita pensar que se mantendrá la
indeseable emisión de dinero inorgánico con obvio efecto hiperinflacionario
como consecuencia de reiterar la política populista de cambiar inflación por
apoyo electoral. A pesar de tan dañina visión, y dado que cualquier política de ajuste está íntimamente ligada a
la credibilidad que sobre ella tengan los agentes económicos, hemos de asumir
que luego de los “anuncios”
presidenciales se generó un aumento del
clima general de incertidumbre con
especial atención a la inflación acelerada (más de 100% en 2015) hecho que
evidentemente condiciona las decisiones de inversión, lo cual se
acrecienta por la ausencia de un clima
de confianza sustentado en reglas claras y un obligante Estado de Derecho.
En lo especifico al contenido económico de la
alocución, podemos denominarlo como un anuncio gatopardiano (aparentar cambios
para que todo quede igual) ya que concentró a referenciar un “nuevo” sistema
cambiario (sin unificación cambiaria) que igualmente quedó con el disfuncional
esquema de tres tipos de cambio (TC) edulcorados mediante eufemismos para no
reflejar las dos devaluaciones concurrentes que aplicaron. Es así, que se
ratifica la nefasta tasa de 6,30 Bs/$ (perjudicial para el aparato productivo
nacional), se materializa un único TC Sicad que estimamos se ubicará en unos 35
Bs/$ (devaluación superior al 200%), al tiempo de hacer referencia a una
“venidera” legalización del mercado paralelo (devaluación implícita) con un TC
de conformación exógena a través de las casas de Bolsa (¿ retorno a la permuta
y emisión de títulos valores?), basando su funcionamiento en la esperanza
(aparte del factor divino) de recibir inversiones extranjeras (sin flexibilizar
el control de cambio), de la oferta de divisas por parte de entes del sector
público (¿con qué?), y en el retorno del capital de muchos “nuevos patriotas”.
Es evidente, que los 3 TC están condicionados a la existencia de divisas
(génesis del problema), las cuales estarán muy escasas en 2015 (sin el
facilismo planificador de poder “emitir dólares inorgánicos”) hecho que
estimula a inferir serias dudas sobre la aplicabilidad del “nuevo” sistema
cambiario (más incertidumbre), en el entendido que este tipo de ajuste debe
aplicarse cuando las reservas operativas (liquidas) así lo permita en aras de
poder el BCV defender los TC; adquiriendo por tanto dicho sistema un carácter
fiscalista en favor de sostener el gasto publico clientelar soslayando las
dificultades de fondo: hiperinflación y sobrevaluación del bolívar, en conjunto
con un ambiente denigrante de desabastecimiento y escasez que intentan
“revertir” solo con la ampliación de los controles y con la criminalización de
los mayoristas y distribuidores de bienes mayoritariamente importados por el
propio Gobierno Nacional. En fin, quedó mucha cuenta por rendir (como es
tradición), lo cual explica que Venezuela,
según Barómetro de las Américas 2014, resulte como el país peor evaluado
en la situación económica de América con 11,4 puntos en una escala de 0 a 100.
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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