HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA |
Uno
de los lectores me reclamó el empleo de una frase “fisna” en mi escrito de la
semana pasada: yo había escrito “sisar del erario” para explicar una de las
pocas cosas en los que son muy buenos los actuales mandatarios –aunque ellos
creen que son nuestros mandantes. Pues
el lector, con mucha razón, me exigía: “¡Diga las cosas por su nombre, eso se
llama ‘robarse el presupuesto’!” Y
acepto públicamente el regaño no solo porque hay que decirle al pan, pan y al
vino, vino sino porque me da pie para glosar otros eufemismos más que están muy
de moda en esta sufrida tierra.
Hace
un par de años, más o menos, Juan Gossain, uno de los mejores articulistas
colombianos criticaba los embellecimientos indebidos del lenguaje. De los ejemplos que ponía y recuerdo estaban
eso de llamar en el "hermano país”, para usar otro embozo lingüístico:
“pesca milagrosa” a lo que no pasaba de ser un acto violento por el cual unos
guerrilleros trancan una carretera en dos partes de su recorrido y maltratan y
desvalijan metódicamente a los viajantes que tienen la mala suerte de
encontrarse en los vehículos atrapados entre esa suerte de longaniza amarrada en
las dos puntas. Otro ejemplo era el de
disimular al chofer borracho, que es bien explicativo, bajo el sustituto
embellecedor: “ciudadano que conduce bajo la influencia del alcohol”. Cuenta de una tía suya a quien le parecía
horrible el verbo: “capar”; explicaba dicha señora que era mejor referirse a
esa “intervención quirúrgica que le hacen al mamífero canino una sola
vez”. Y la perla del escrito del señor
Gossain era eso de llamar “disfunción eréctil” a lo que hasta hace poco se
conocía como “impotencia”. Añado yo, de
entrépito, que esa condición ya no existe más gracias al invento del doctor
Pfizer –quien debe estar sentado muy cerca de Dios, al igual que el señor Otis,
el inventor de los ascensores; mister Carrier, el creador del aire
acondicionado y el reverendo Dom Perignon, a quien debemos la champaña.
Pero
regresemos a lo nuestro. En el régimen
abundan -además de jueces que justifican lo injustificable, nulidades engreídas
pero con carné del PUS y peculadores millonarios- frases edulcoradas. Empezando por eso de llamar “ajuste
cambiario” a lo que en cualquier otra parte se le denomina “devaluación” ¿A
quién creen que van a engañar con esa ambigüedad? No a quien, después de insolarse en una cola
para comprar lo más elemental, tiene que pagar más caro lo que necesitaba. Aquí no hay “presos” sino “privados de
libertad”. Como si eso aliviara en algo
las terribles condiciones en las que la Fosforito mantiene, ex profeso creo yo,
a esas infortunadas personas. Para
seguirles el juego, vaya aquí mi reclamo para que la reina del Botox que dirige
el Tribunal de la Suprema Injusticia y la mechi-oxigenada que mangonea en el
Ministerio Impúdico entiendan que no es justo, ni legal, que mantengan en Ramo
Verde y otras ergástulas peores a unos “privados de libertad por pensar
diferente en materia política”. Al
igual, designar como “Consejo Supremo Electoral” a lo que no pasa de ser el
“ente del gobierno que se encarga de maquillar los resultados electorales” es
como mucho. Dentro de poco, y en razón
del infame manejo de la economía que hacen, les tocará hablar de “crecimiento
negativo”, esa paradoja de los economistas avant garde que piensan que se puede
crecer para abajo.
El
eufemismo tiene su razón de ser: lo que busca es no ofender a otros, evitar
vocablos que podrían resultar destemplados o desagradables; es una argucia
sutil para dorar la píldora. Es, por
ejemplo, explicar que una señora con un derrière inmenso “sufre de
esteatopigia”, o que “se parece a la Venus de Willendorf”. Si la otra persona no recuerda las clases de
bachillerato, el hablante queda muy bien.
Pero si se acuerda de que en Historia del Arte le mostraron una
estatuilla antropomórfica femenina del paleolítico con abundante obesidad; o no
se le olvidó que al estudiar raíces griegas le explicaron que steatos significa
grasa, y pyge, nalga), el hablador ya no queda tan lucido.
Y
ya que de palabras griegas hablamos, “eufemismo” deviene de dos raíces que implican “hablar de
manera bonita”. Lo malo es que los
robolucionarios los emplean entendiendo mal a Hannes Mäder. Cuando el alemán escribió: “todo aquel que
pretenda imponer su dominio sobre el hombre ha de apoderarse primero de su
idioma”, lo hizo mientras escribía una
crítica al social-nacionalismo.
Pero los nazis nuestros, tan dados a tomar el rábano por las hojas, emplean los eufemismos solo para mantener su impostura ante la nación, por hipócritas: excedidos de cinismo, emplean marrullerías para esconder su ineptitud y que lo grave de lo que está sucediendo es culpa de ellos. Tratan de disimular lo inocultable: que tienen dieciséis años “colocando la nauseabunda deposición” y “miccionando por las exterioridades del recipiente”…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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