GUSTAVO BRICEÑO |
Es pecaminoso conversar sobre una actividad donde el sabor a la
falsedad es la materia dominante. Más, cuando de intereses de la república se
trata alcanzando un país como el nuestro con decadencia en todos los aspectos
de su vida social, económica, política, etc.
El señor Maduro llega a Venezuela después de un viaje agotador y
original por los países de Asia incluyendo a la China milenaria. Allá en aquel
mundo tan distinto al nuestro, pretende solicitar un préstamo para coadyuvar y
solventar a Venezuela de las dificultades económicas y políticas que vive,
justamente producto de unas políticas practicadas después de 15 años sin
correspondencia alguna con lo que debe considerarse un país desarrollado y
próspero, muy al contrario, en consonancia perfecta con una presunta conducción
socialista pasada de moda, lo más desdeñable en terca y confusa alusión a un
esquema subdesarrollado inimaginable en una época de globalización y de
modernidad.
Son entonces andanzas (aventura o peripecia que experimenta una
persona, especialmente durante un viaje, Diccionario de la Real Academia), o
también, caminos intransitables y tortuosos, o mejor tragedias, por cuanto, es
de por sí contradictorio decir que el país vive un socialismo feliz, pero del
mismo modo se admite tácitamente que el país está mal administrado y por ello
la razón de un préstamo millonario en dólares a una nación como China que tanto
históricamente ha dado por hacer en la humanidad.
Desafortunadamente, eso que significa pena ajena se materializa en
las giras presidenciales con plena resonancia y verticalidad. Así las cosas,
nunca ha ocurrido que un presidente ande por el mundo pidiendo prestado para
solventar deudas y crisis económicas sin dar nada a cambio. Se da y mucho.
La
pregunta que nos hacemos los venezolanos hoy día es: ¿qué ofrece el presidente
a cambio de un préstamo tan excesivo? El Plan Marshall por ejemplo, abarcó a la
totalidad de Europa desvastada por la guerra y en apenas dos años Alemania y
Francia estaban en posición de ser países industrializados. Fue evidentemente
producto de una buena administración de esos recursos dados por Estados Unidos,
para lo cual alcanzan hoy días los países desarrollados.
Este presidente va a China a solicitar un préstamo, sin decirles a
los venezolanos cuáles son las bases del préstamo y qué debemos dar a cambio,
lo que significa una actitud de inconsciencia, si pretendemos y a si
quisiéramos convertirnos en un país desarrollado con poca marginalidad y
congruente desarrollo. La omisión de informarnos nos viola nuestro derecho humano
a la información y a la necesidad que tenemos los venezolanos de ser
responsables o copartícipes con las actuaciones que hace el Estado en el
ejercicio de sus variadas funciones de gobierno y administración. Son entonces
andanzas de un presidente, incapaz de explicar sus actuaciones. Me pregunto:
¿qué está en juego con dichos préstamos y cuáles sus consecuencias? Podría
darles una respuesta más precisa si de verdad viviéramos en una democracia. Así
lo creo.
Gustavo Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas
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