ANTONIO RIVAS |
No hubo nada más que esa alocución. No hubo
pergaminos que acompañaran a tal recomendación, no se habló de si había
cualidades de estadista, de líder, de intelectual, de gerente, de orador o de
estratega. Solo bastó la palabra de Chávez para que Maduro recibiera millones
de votos en las elecciones de abril de 2013. Los seguidores de Chávez no se
detuvieron a cuestionar porqué era que el aquel entonces candidato obrero sería
la mejor opción para el país, para su revolución o siquiera para el PSUV. Su
elección fue, como muchas otras cosas, porque Chávez dijo.
Pero Chávez, como cualquier ser humano, tuvo
aciertos y desaciertos. Su conexión emocional con grandes masas del pueblo venezolano le valió una veneración ciega por
parte de sus seguidores. Hugo Chávez, el hombre, se volvió una ideología en sí.
El mandato era lo que él dijera, bueno o malo. Así vinieron las expropiaciones,
el control de cambio, la guerra contra la inversión privada, el amiguismo, la
persecución a los medios, la burocracia… y Nicolás Maduro.
Y así como hoy vemos que las empresas
expropiadas tienen su producción en decadencia; el control de cambio chavista
ha sido la fuente de enriquecimiento ilícito más grande de nuestra historia; la
guerra contra la inversión privada ha secado los puestos formales de trabajo,
la inversión y la producción; y el amiguismo y la burocracia han catalizado la
corrupción y la ineficiencia, también vemos a un presidente atorado en la
parálisis política, evidenciada entre otras en una economía en caída libre y una
inútil Ley Habilitante anti-corrupción que no sirvió ni para evitar que de
Maiquetía salieran aviones de PDVSA para viajes personales.
Tras dos años de mandato seguimos viendo
masacres, muertes masivas por intoxicación en las cárceles, inflación y escasez
disparada y un vacío de responsabilidad en la estafa de Cadivi, por mencionar
algunos ejemplos, mientras nada pasa, nada se resuelve, nada se decide. Hay un
vacío en el mando. Donde ayer pedíamos un cambio de gobierno hoy pedimos un
gobierno, pues vamos a la deriva.
Y es que Nicolás Maduro ha demostrado no
contar ni con las más elementales condiciones para tomar las riendas; no puede
ofrecer soluciones concretas, no toma decisiones, no entiende cómo resolver los
problemas, no tiene influencia alguna en la OPEP, no cala ni con los chavistas
y ni siquiera tiene poder de convocatoria en las elecciones internas del PSUV.
En conclusión, no representa a nadie, ni representa nada. El actual presidente
está a la altura de la inflación, la impunidad, la devaluación, la escasez, la
fuga de talentos y la corrupción. Es consecuencia, es algo que no debió
ocurrir. Él es, simplemente, el último error de Chávez.
Antonio
Rivas.
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR
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