domingo, 18 de enero de 2015

ANTONIO RIVAS, EL ÚLTIMO ERROR DE CHÁVEZ, NICOLAS MADURO

ANTONIO RIVAS
“Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que, en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.  Con esas palabras, el presidente Chávez invitaba a todos sus seguidores a que eligieran por la vía del voto a Nicolás Maduro como su sucesor.

No hubo nada más que esa alocución. No hubo pergaminos que acompañaran a tal recomendación, no se habló de si había cualidades de estadista, de líder, de intelectual, de gerente, de orador o de estratega. Solo bastó la palabra de Chávez para que Maduro recibiera millones de votos en las elecciones de abril de 2013. Los seguidores de Chávez no se detuvieron a cuestionar porqué era que el aquel entonces candidato obrero sería la mejor opción para el país, para su revolución o siquiera para el PSUV. Su elección fue, como muchas otras cosas, porque Chávez dijo. 
Pero Chávez, como cualquier ser humano, tuvo aciertos y desaciertos. Su conexión emocional con grandes masas del pueblo  venezolano le valió una veneración ciega por parte de sus seguidores. Hugo Chávez, el hombre, se volvió una ideología en sí. El mandato era lo que él dijera, bueno o malo. Así vinieron las expropiaciones, el control de cambio, la guerra contra la inversión privada, el amiguismo, la persecución a los medios, la burocracia… y Nicolás Maduro.
Y así como hoy vemos que las empresas expropiadas tienen su producción en decadencia; el control de cambio chavista ha sido la fuente de enriquecimiento ilícito más grande de nuestra historia; la guerra contra la inversión privada ha secado los puestos formales de trabajo, la inversión y la producción; y el amiguismo y la burocracia han catalizado la corrupción y la ineficiencia, también vemos a un presidente atorado en la parálisis política, evidenciada entre otras en una economía en caída libre y una inútil Ley Habilitante anti-corrupción que no sirvió ni para evitar que de Maiquetía salieran aviones de PDVSA para viajes personales.
Tras dos años de mandato seguimos viendo masacres, muertes masivas por intoxicación en las cárceles, inflación y escasez disparada y un vacío de responsabilidad en la estafa de Cadivi, por mencionar algunos ejemplos, mientras nada pasa, nada se resuelve, nada se decide. Hay un vacío en el mando. Donde ayer pedíamos un cambio de gobierno hoy pedimos un gobierno, pues vamos a la deriva.
Y es que Nicolás Maduro ha demostrado no contar ni con las más elementales condiciones para tomar las riendas; no puede ofrecer soluciones concretas, no toma decisiones, no entiende cómo resolver los problemas, no tiene influencia alguna en la OPEP, no cala ni con los chavistas y ni siquiera tiene poder de convocatoria en las elecciones internas del PSUV. En conclusión, no representa a nadie, ni representa nada. El actual presidente está a la altura de la inflación, la impunidad, la devaluación, la escasez, la fuga de talentos y la corrupción. Es consecuencia, es algo que no debió ocurrir. Él es, simplemente, el último error de Chávez.
Antonio Rivas.
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR

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