No
voy a negar la gran satisfacción de celebrar, nuevamente el domingo 11 de mayo,
el Día de la Madre; y es que no puede haber mayor satisfacción para un ser
humano que recordar a su biológica madre, a su abuela madre, a su tía madre, a
su esposa madre, a sus hijas madres, a la vecina madre y en especial a aquel
ser que, escondida bajo el velo de la doméstica madre, reemplazó, muchas veces
con creces, la bendita profesión de Madre. Valga el recuerdo a Andrés Eloy Blanco
en su Reláfica de la Negra Hipólita, nodriza de Simón Bolívar:
“¿Qué
uté é su mamá?... Sí… la sangre é suya, pero…¡la leche mía!”
Recordemos
que la instauración del Día de la Madre, según el historiador, Dr. Vinicio
Romero Martínez, “se debe al empeño de una mujer que, al perder a sus
progenitores, se dio a la tarea de lograr que en todo el mundo se dedicara
aunque fuera una hora o un día a recordar a quien nos dio el ser. Esa mujer se
llamó Ana Jarvis, quien había nacido en Garfton, Virginia, Estados Unidos, en
1864. Ya en 1907 empezó a ver el fruto de su trabajo, cuando los pueblos
celebran la efeméride propuesta por ella. No contenta con esto, solicitó al
Senado norteamericano que la celebración fuese oficial y se hiciera el segundo
domingo de mayo.
En
1913 el Congreso de Estados Unidos aprobó tal petición, pero fijó el día de 10
de mayo. Un año más tarde, el Presidente Wilson ordenó oficialmente la
festividad del Día de la Madre el segundo domingo de mayo, como lo pedía Ana
Jarvis.
Según
Eumenes Fuguett Borregales, “En enero de 1921 por feliz iniciativa del doctor en medicina Jesús María Arcay
Smith, nacido en la población de La
Victoria en 1882, residenciado en Valencia, y como presidente de la
organización “Caridad y Concordia”, organizó y realizó en su residencia el 24
de mayo de 1921, la celebración por primera vez en Venezuela del "Día de
las Tres Madres"; la proposición del Dr. Arcay tuvo amplia acogida por
parte del Ilustre Concejo Legislativo valenciano, aprobando el 20 de julio de
1921, la celebración del “Día de las Tres Madres” el cuarto domingo del mes
mayo de cada año.”
El
Presidente López Contreras fijó el 17 de diciembre de cada año para dedicarlo a
la Madre y al Niño. Más tarde, en 1940, trasladó la fecha para el 25 de
diciembre. Hoy lo celebramos cada segundo domingo de mayo”
En
cuanto a la celebración, sin negar el amor que le profesemos a nuestra madre,
pareciera que, para algunos, lo importante es el día, más por repetición
comercial recordatorio por la prensa,
radio y televisión, que por natural y espontáneo amor; algunos esmeran y
sacrifican dinero, tiempo y distancia, para darle, de las 8.760 horas del año,
al menos unas doce horas de felicidad a la madre viva, o sólo una hora, acompañada de un costoso
ramo de flores, a la fallecida madre.
Como
la fecha es para celebrar y no para criticar en el Día de la Madre, permítanme,
por la gran experiencia que tuve al ser hijo de Josefina, mi bilógica Madre, de
Bayita, mi abuela madre, de mis tías madres, de Judith y Rosario, mis esposas
madres, de María Carolina, María Auxiliadora y María Valentina, mis hijas
madres, de Lis, mi nuera madre, a Ana Isabel, mi nieta madre y en especial de Mene, mi adoptiva madre,
escoger un día cualquiera del año, para que,
a manera de recuerdo, me refiera a la profesional labor de un ser que
Dios dispuso desempeñara la misión de
parir y poblar la tierra, razón por la cual el 11 de mayo celebramos el Día de
Las Madres.
Vamos
a comenzar el día anterior a ése día imaginario preguntándonos: ¿Quién es la
última persona que se acuesta en el hogar?
En un 99,99%, tiene una única y razonable respuesta: la MADRE.
Hagamos
un recuento del por qué?
Después
de llegar a las siete de la noche cargada con el peso y la nueva vida de un
hijo en su vientre, luego de ocho horas de trabajo como vendedora en una
zapatería, debe, simultáneamente comenzar
a preparar la cena, ayudar en las tareas a sus tres hijos, bañarse y
bañarlos, esperar al marido para servirle y oír las acostumbradas diarias
quejas de su trabajo, poner y quitar la mesa, lavar y secar los platos y
cubiertos, meter la ropa en la lavadora, para, por fin, si es que no se va la
luz, asegurándose el cierre de ventanas y puertas, poder acostarse y tratar de
dormir.
¿Quién
es la primera persona que se levanta en el hogar? Por supuesto: la MADRE.
También, simultáneamente, a las cinco de la mañana, después de asearse, prepara
el desayuno para la prole y el roncador marido, siempre pendiente de
despertarlo a la seis, y lograr levantar de la cama al más pequeño de los
hijos, labor más difícil que policía tratando de levantar a un borracho en la
plaza Bolívar. Vestir a los muchachos, prepararles las luncheras, despertar al
marido, servirles el desayuno, contestar la lejana despedida del marido huésped,
llevar al menor al pre-escolar y a los dos más grandecitos a esperar a la
señora del transporte. Con urgente regreso a su apartamento, quinto piso y sin
ascensor, vuela a medio ducharse,
vestirse, cerrar las ventanas, apagar las luces, cerrar la llave del gas y
pasarle llave a tres cerraduras y, por
fin, volver en buseta a la zapatería. Ese súper ser humano, es la MADRE.
“Si
Cristo fuera malo, su Madre, más humana, fuera siempre la misma”. Andrés Eloy
Blanco
Valga
la oportunidad para recordar a la otra gran madre, la MADRE PATRIA. La Madre
que para sus buenos hijos, nunca duerme y nunca muere. Madre a la cual todos sus hijos venezolanos,
quienes sentimos la necesidad de su vivencia, debemos diariamente llevarla en
nuestros corazones, ofreciéndole nuestra lucha y sacrificios por garantizarle
el regreso de la luz de la Libertad y poder decir, con ella y con orgullo: QUE GRANDE Y HERMOSO ES NUESTRO
HOGAR VENEZOLANO.
“Dos cielos bendigamos, la PATRIA donde
nuestro corazón está preso y la MADRE que fue la Patria donde primero
habitamos” Andrés E. Blanco
MADRE
es PATRIA, PATRIA es MADRE.
Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl
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