Dedicado a mi madre, Rosilda Martín de Moros-Ghersi y con ella a todas las madres de mi amada Venezuela.
Madre
mía, te siento tan hondo dentro de mi alma.
Tu
suave rostro dibuja una tenue sonrisa,
tus
ojos profundos revelan mi dolor en tu dolor,
se
encuentran con los míos en el camino del adiós.
Tantas
veces nos hemos despedido, es un sendero ya recorrido.
Pero
mi alma y tu alma no se conforman, me vuelvo niña
y
tú te vuelves preñada por el amor para llevarme contigo.
¡Madre
mía! ¿De dónde tu fuente inagotable?
¿De
dónde esa cascada de amor que me bendice la vida?
La
amiga incondicional, el abrazo cálido que arropa a la niña,
que
sostiene a la mujer que hiciste de mí.
Tu
silencio profundo que habla tanta sabiduría.
Tus
tiernas palabras que me consuelan el alma herida.
¡No
hay mayor refugio que tu vientre, madre mía!
Madre
mía, tus alas se extienden para albergarnos a todos en tu pecho.
En
tu corazón cabe un hijo, caben dos, cabemos todos los hijos
a
los que la Providencia amamantó de tu seno.
Tu
luz ha iluminado nuestros caminos,
has
sido lámpara en nuestra oscuridad.
El
agua de tu manantial ha saciado nuestra sed.
¡En
el desierto de la vida tú has sido el oasis del amor!
Madre
mía, cuánto te amo, y cuánto me falta por amarte.
En
tu amor es el único que puedo volver a ser niña,
crecer
hasta la incipiente mujer que se dibuja en la adolescente.
Y
de nuevo transformarme en mujer completa, cabal.
¡En
tu amor me igualo a ti para convertirme en madre!
Para
sentir hasta lo más profundo de mis entrañas el dolor de mis hijos.
Y
regocijarme con ellos en todas sus más pequeñas y grandes alegrías.
¡Madre
mía, qué bendición tenerte, qué gozo tan grande amarte!
Quisiera
remontarme en los cielos y desde allí abrir mis brazos
para
bañarte con lluvias de bendiciones la vida.
Quisiera
extraer de lo más profundo de la tierra las riquezas de colores brillantes
para
adornarte a ti, madre mía, la piedra más preciosa de mi vida.
Quisiera
caminar siempre tomada de tu mano,
y
cuando te vayas seguir sintiendo el calor de tu presencia.
Madre
mía, recibe en este día mi humilde tributo,
Mi
veneración y el amor de mi corazón.
El
perdón por mis faltas, por mi omisión,
por
las heridas que pude haber causado en tu ser.
Quiera
Dios que como ungüento estas palabras que nacen hoy
en
el rincón más profundo de mi alma,
alegren
tu vida y la consuelen de todos los dolores de ser madre.
¡Madre
mía, nunca dejes de bendecirme la vida!
Rosalía
Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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