SAÚL GODOY GÓMEZ |
Al filosofo norteamericano Daniel Dennett se
le conoce como “el cuarto jinete del ateísmo”, es un hombre de aspecto
bonachón, se parece a un San Nicolás por su larga barba blanca, a pesar de ser
un septuagenario se mantiene activo dando clases y conferencias a salones
llenos, es continuamente entrevistado por los medios de comunicación, sus
libros se venden tan pronto salen de la imprenta, es polémico y sus argumentos
tienen un filo acerado que esta cortando sin piedad las creencias y discursos
que hasta el día de hoy, nos daban nuestro concepto e imagen de seres humanos.
De los cuatro jinetes del ateísmo (los otros
son Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens) Dennett es el
más peligroso, pues sus argumentos llevan el peso de las mas
avanzadas investigaciones científicas en el campo de la neurobiología,
la genética, los estudios cognitivos y la inteligencia artificial.
Dennett es un filosofo de las ciencias, en
varias de sus entrevistas nos cuenta que desde muy joven quiso entender
como trabajaba la mente, como era la conciencia posible, que era el pensamiento
y como trabajaba nuestro cerebro, para ello tuvo que
abandonar el terreno de la especulación filosófica y encerrarse en
los laboratorios de investigación con científicos de diversas
disciplinas, en distintos lugares del planeta.
Lo que encontró Dennett en esas frías
instalaciones experimentales, rodeado de alta tecnología, fue un hombre
diametralmente distinto al que nuestra cultura occidental nos tiene
acostumbrado a creer.
Lo que nos dice, por un lado, es que somos
mucho mas complejos de lo que creíamos desde el punto de vista de nuestra
fisiología y de nuestro aparato sensorial, que nuestra
conciencia no es más que un torrente de actividad cerebral, en vez de un
intuitivo centro de control y procesamiento al que le atribuimos
una identidad, nuestra relación con el mundo es mitad ilusión y
mitad realidad, pero aun más importante, que ya no necesitamos ese bagaje
de términos que hemos acumulado desde el Medioevo y que más que
ayudarnos, lo que hace es confundirnos y que debemos revisarnos, porque se
puede ser más humano, sin adornos ni propiedades mágicas, y vivir una vida
mucho mas plena, encarando sin prejuicios lo que verdaderamente somos.
La famosa división cartesiana entre cuerpo y
espíritu es definitivamente demolida ante los hallazgos de la ciencia, el argumento
evolutivo de nuestras facultades y órganos explican de manera razonable los
grados de adaptabilidad y y funcionabilidad (performance) de nuestro sentidos,
lo que le ha valido a Dennett ser atacado como un “ultradarwinista”.
Dennett desarrolla sus tesis desplazando de
la ecuación de la vida todo vestigio de intervención divina, no hay
“ganchos celestiales”, no hay una mente superior creadora y originaria,
ni existe un diseñador responsable del orden natural, lo que existen
son “grúas” evolucionistas, que desde las combinaciones mas simples van
montando poco a poco, en períodos de varios mies de millones de años, las mas sublimes
creaciones del universo.
En uno de sus libros mas famosos
Consciousness Explained (La conciencia explicada) 1991, Dennett aborda el
complejo tema de la conciencia desde dos vertientes, por un lado
el contenido, cuales son las piezas estructurales de la conciencia y
como trabajan y luego, se adelanta a exponer una teoría unificada de la
conciencia.
Este libro me impresionó, fundamentalmente
por el lenguaje que utilizo para explicar las mas abstractas funciones de
nuestro cerebro, el uso de terminología completamente nueva que
describen funciones y escenarios que solo se detallan en
situaciones experimentales, incorporando el léxico científico, para
quienes gustamos de aprender nuevas palabras para nuestro vocabulario, el
libro es una maravilla, lo hace muy didáctico y sumamente difícil de
refutar.
Y es justamente una de las críticas que se le
hace desde la academia, en su artículo El mensaje es: que no hay
medio, dice con respecto a sus críticos: “[Otros] indican que mi
‘resistencia a usar la terminología filosófica estándar para discutir esos
asuntos' a menudo me crea problemas; los filósofos tienen dificultades para
imaginarse qué estoy diciendo y qué estoy negando. Mi negación a jugar con mis colegas
es deliberada, desde luego, ya que veo la terminología filosófica estándar como
algo peor que inútil --como un gran obstáculo para el progreso ya que se basa
en muchos errores.”
Uno de estos críticos es el abogado y autor
Phillip E, Johnson, ex secretario del Presidente de la Corte Suprema de
Justicia de los EEUU, Earl Warren, profesor de derecho de la Universidad de
California en Berkeley, un católico y polemista creador de la tesis
creacionista del “Diseño Inteligente” que pretende hacerla pasar como una tesis
científica, para favorecer la inclusión de las opiniones creacionistas cristianas
en los pensum de estudios en las escuelas de ese país.
Johnson es un acérrimo contendor de las
teorías evolucionistas a las que califica como “ateas” y propone una
versión en la cual, Dios es el creador de la evolución, una evolución
marcada por intervenciones divinas, ajustándolas a las sagradas
escrituras.
Dice Johnson: “los ultradarwinistas se hacen
culpables de «envidia de la física» porque «tratan de transformar la
selección natural desde una sencilla forma de preservación del
registro... a una fuerza más dinámica, activa, que moldea y conforma la
forma orgánica con el paso del tiempo.”
Pero los argumentos de Dennett son
demoledores, sus pruebas difíciles de refutar (Johnson no lo logra), ese
llamado “Diseño Inteligente” es reducido a sus componentes básicos y explicados
por la biología evolutiva sin ningún problema, tal y como en su momento Alan
Turing hizo con la inteligencia artificial, reducir a sus componentes mas básicos
el cálculo matemático, a sus pasos mecánicos más simples, para por medio de
algoritmos, hacer que las máquinas, que
nada saben de matemáticas, pudieran hacer cálculos que un humano no era capaz
de realizar.
Daniel Dennett acaba se publicar un libro,
Romper el hechizo: La religión como fenómeno natural (2007), y en
el cual explica el papel de la religión en la evolución del ser
humano, se trata de toda una argumentación para dejar atrás ese “elevado
concepto” que tenemos de nosotros mismos, fomentado por la religión, como
criaturas cuasi divinas, para referirse a ese prodigio de la
naturaleza que es el hombre y su cerebro, capaz de crear una
mente, un complejo sistema intencional basado en el trabajo constante de
millones de pequeños centros de organización biológica, a la
manera de millones de robots sin conciencia, y que son los que crean esa
extraordinaria metáfora que llamamos realidad.
Aunque Dennett jamás dice que la conciencia
no existe, se infiere que lo que sí sucede en nuestro cerebro es una
consecución de diferentes estados físicos de su masa neural, entonces
la conciencia es eso, un constante flujo de contenidos e impresiones
compitiendo por prevalecer y comandar las acciones de nuestro cuerpo y su
entorno. Lo que nos hace mucho más delicados,
sofisticados y preciosos que simplemente un cuerpo conducido por un alma o
un espíritu que nos abandona para subir al cielo y estar con
Dios.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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