PEDRO R. GARCÍA |
La paz es la hija dilecta de las honestas
nupcias de orden y justicia. Esta
palabra fue inventada por los poetas, y el ser de la justicia fue meditado por
los filósofos, la acción de la justicia fue usurpada por los políticos Es por eso es que continua siendo una palabra
hueca.
En Mileto, la ciudad de los fundadores de la
abstracción filosófica, la más antigua ciudad de Jonia, junto a los tejedores,
nació en el año 611 antes de Cristo, Anaximandro, de oficio pensador; allí
protegido por los leones que guardan la entrada marítima de la ciudad, donde
vivió y murió en 546. Sus escritos formaron el primer libro en prosa, ya que
antes de Anaximandro la lengua estaba solo en mano de los poetas. Así pues este griego de Mileto es el primer
escritor del tiempo histórico. En alguna pagina de aquel libro quedó impresa la
palabra justicia con tal fuerza que ya no será borrada ni con la destrucción de
Mileto, ni con la caída de Grecia, ni con la irrupción del cristianismo, ni
siquiera con la arrogancia de perpetua de los demagogos de turno.
Porque algunos descendientes de aquel
pensador preservaron la palabra justicia
y la usaron en sus reflexiones, en su búsqueda de las cosas esenciales que
caracterizan al ser humano, en cuanto que humano y los sucesores de Anaximandro
fueron los que la historia conoce con los modestos nombres de Sócrates, Platón,
Aristóteles, Tomas de Aquino, Séneca, Leibniz, Kant, Heidegger, Jaspers, quiero
hacer mención de un gobernante de quienes fueron nuestros antecesores, que por
escribir sobre la justicia perdió el gobierno. Fue llamado el sabio Alfonzo que
quiso arrebatar la justicia de la poesía y de la filosofía y ponerla al
servicio del poder. Más aun, que el poder no tuviera otro sentido distinto al
claro, directo, y contundente obrar de la justicia.
Escribió Alfonso en los años 1256 y 1263, El
Libro de las Leyes, para el uso y buen gobierno, puso especial cuidado en la
tercera partida, escritura llana con emoción de poeta, con profundidad del
filosofo, con la prudencia del buen gobernante tratando de aproximarse a lo que
el Estagirita llamó el justo medio “ que fabla de la justicia” y redacto en la
Ley II: “pro muy grande es el que nace de la justicia: ca el que la ha en si,
faz el benir cuerdamente e sin mala estancia, e sin yerro, e con mesura e un
faze pro a los otros”.
Aquella Constitución denominada las Siete
Partidas fue redactada para perdurar. La
última de las provincias que se gobernó con su letra, se llamó Venezuela, que
ni por asomo le llego el influjo de La Justicia ya como letra constitucional
izada. Hoy se redactan novísimas constituciones, y se desconocen se imputan y
ahora se convocan por los nuevos alaricos a inéditas constituyentes para
elaborar otros milagroso textos constitucionales, todo acompañado de una
alambicado enfático discurso, mientras que los preteridos permanecen en
quebradas y laderas donde sobreviven en las principales ciudades marginalizadas
donde no les llega la tan cacareada “paz a los hombres de buena voluntad”.
En el país más de tres millones en el borde
inferior de la sociedad y casi cuatro millones de niños que no asisten a la escuela, su injusta
situación no es vista ni escuchada por los centros de poder que cierran ojos y
oídos.
La paz aunque el hombre no siempre se atreva
a confesarlo es su último y más intimo anhelo.
Ese animal racional como lo definió
Aristóteles, lleva largos siglos tratando de destrozarse a si mismo por que se
piensa peor de lo que es. Lo malo será el día que Dios, harto del hombre y su
cúmulo de insensateces deje secar su amorosa fontana de tolerancia.
Y para concluir citemos al insondable poeta
Walt Whitman: “Me celebro y me canto a mi mismo y todo lo que me atribuyo deseo
que os atribuyáis, es decir el amor es la tierra, renacido en el otro aún
después de la muerte”.
Una acotación necesaria…
“Cuando se cesa de invadir, se acepta ser
invadido. El drama de Aníbal fue haber nacido demasiado pronto; Algunos siglos
mas tarde hubiera encontrado abiertas las puertas de Roma, el imperio estaba
vacante, como la Europa de hoy”.
En su bárbara llegada a la mezquita de
Bujara, (Un gran centro cultural de la época). Gengis Kan ordenó vaciar en el
suelo gran cantidad de libros y manuscritos sagrados. Después de bailar, cantar
y comer hasta saciar su apetito, Gengis ordenó a los imanes sabios, doctores,
filósofos, jefes de clanes que se ocuparán de atender a sus caballos.
Fornicaron hasta el cansancio como sátiros ferales, a madres, abuelas, hijas,
esposas, y novias, arrancaron y pisotearon las páginas de los libros sagrados.
En aquel instante, el Emir Iman Jalaleddin Aly Ben Hassan Al Rendí, jefe
religioso supremo de la Transoniana, se volvió al Iman Rokndeddin Imamzadeh y
le pregunto “¿Qué es lo que ocurre, Molana, es un sueño o la realidad? Molana
Respondió: No digáis nada mas es el viento de la Cólera Divina que nos barre y ya no nos quedan fuerzas para
hablar.”
Conocía la historia de la destrucción de la
casa de las ciencias por los Mongoles, había leído el relato del saqueo de la
biblioteca Ismaelita por los ejércitos de Hugalu Kan, y aún más atrás el
incendio de Persepolis por Alejandro Magno. Es vital ser testigo privilegiado
de su tiempo y el 18 de agosto de 1998 el viento de la Cólera “Divina” sopló de nuevo sobre Po-i-Jonri, (Una ciudad
al norte de Afganistán), vi a través de una agencia de noticias, en una de las
más acabadas expresiones visuales de la globalización, como en el Centro
Cultural Hakin Nassel Josrow Balij Mollah Omar, disfrazado, tal vez de Gengis
Kan al frente de una horda de Talibanes, quemaban 55.000 libros. Hubiese
preferido no presenciar el martirio de la espiritualidad, de la cultura y del
libro por los más decadentes agentes de la hechicería y la ignorancia. Unos
años después el imperio de turno blandiendo el garrote de la “Libertad y
Justicia”, con la mercadeada fabula de
la posesión de armas químicas por el Dictador Iraqui aliado en perversiones
anteriores emularon la infamia de los mongoles, arrasando con objetivos civiles
que cobro miles de vidas, así como saqueando todos los tesoros arqueológicos
tal vez los mas valiosos de la humanidad, hoy intentan farisaicamente combatir
al engendro (ISIS) que ellos en sus juegos de guerra forjaron, y pretenden
ampliar su agresión vergonzosamente a Siria, una región que se debate sin
esperanzas en un torbellino de Guerras internas y que ha dejado tras ellas
centenares de miles de muertos y millones de heridos físicos y psíquicos,
tierra agotada donde los sobrevivientes aguardan la muerte súbita en el
infierno en que se ha convertido Siria, Irán, Irak, Afganistán y Palestina.
Región devastada, que podría hoy inscribir en sus fronteras las palabras que
Dante hizo grabar a la entrada del infierno.
“ABANDONAD TODA ESPERANZA LOS QUE ENTRAIS
AQUÍ”.
El
grito que sale de las gargantas conturbadas de los pueblos pide paz en la
tierra...
Pedro
R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5
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