L
os griegos decían
que el carisma era un regalo divino, en consecuencia si procede
de los dioses, es ajeno a los conceptos sobre el bien y el mal de los
simple mortales.
PEDRO CORZO |
Esa habilidad para
generar entusiasmo, atraer, convencer,
llamar la atención e inspirar confianza, es un don especial
que atrapa a los magnetizados en una telaraña virtual de la que se
hace difícil escapar porque entre otros
factores, engendra dependencia y complicidad.
A esos individuos les
puede rodear un aura de santidad o heroísmo. Sus actos difieren de los de las
mayorías. Son rebeldes y tienen una infinita confianza en sus capacidades.
Otros componentes
posibles de estas personalidades son: una sonrisa perpetua que muta a rigidez y
furia celestial, cuando lo que propone
está en peligro o es atacado.
Un lenguaje
halagador fácil, sencillo. Rápida confraternización con el
interlocutor o el público. Capacidad de
trasmitir su certeza a la multitud a la que se dirige, como si fuera a un
individuo en particular.
El líder carismático
se diferencia del “Jefe” en que no inspira miedo, gana adeptos por el respeto y la confianza
que infunde. Vende a futuro, promete paraísos que el ávido comprador negaba
minutos antes fuera posible su existencia.
Sin embargo en no
pocos casos los lideres carismáticos han sido crueles, manipuladores, malignos,
y con una capacidad de destrucción de carácter excepcional. Sus seguidores se
transforman en las herramientas de sus propósitos.
La condición
mesiánica de este tipo de líder suele
desarrollar toda su potencialidad en una sociedad en crisis. Una comunidad
nacional o local en problemas, es un
caldo de cultivo ideal, porque vigoriza la figura del Guía, lo que le permite
desarrollar hasta en los más pequeños detalles sus propuestas.
El carisma es
intangible y difícil de definir. La
apariencia física, la voz, el talento para la comunicación y una inteligencia
notable, son entre otros, factores que pueden hacer mas intensa y
extensa la capacidad de persuasión del
elegido, pero aunque algunas de estas
cualidades falten, el individuo sigue siendo una personalidad notable que no
pasa inadvertida para quienes le rodean.
El líder carismático
tiene una autoridad muy difícil de cuestionar. Sus decisiones son respaldadas
voluntariamente por sus partidarios y cuando deciden extender su influencia
hasta aquellos que son inmunes a su
magnetismo y recurre a la violencia, le es fácil encontrar fieles dispuesto a
llevar la nueva verdad hasta el último cobijo.
La confianza que
inspiran y las esperanzas que siembran, atraen labriegos morales que sin cargos
de conciencia, aplican la guadaña para eliminar la hierba corruptora.
El Profesor Richard
Wiseman dice que una persona carismática tiene tres atributos, A) Siente
emociones de forma muy intensa, .B) Las induce en otras personas .C) Es ajena a
la influencia de otras personas carismáticas.
Por otra parte Max Weber considera que estos lideres tienen la
habilidad de trasmitir ideas complejas de forma sencilla, se comunican usando
símbolos, analogías, metáforas e historias.
Desde hace mucho
tiempo escuchamos decir que a determinado dirigente le falta carisma para
convencer, como si esa condición de
excepción fuera suficiente para que un elector consciente le conceda su
confianza.
El carisma como dice Weber, no es garantía de que la
misión proyectada sea la correcta, ética y exitosa, por lo que aquellos que
tienen el derecho a elegir a sus representantes, sin rechazar el liderazgo
carismático, deben ser mas juicioso y no
dejarse encantar por modernas sirenas.
Los medios de
comunicación han sido un factor determinante en promover individuos
carismáticos.
En el pasado las
condiciones de excepción de estas personalidades quedaban circunscritas a
espacios limitados, pero en la
actualidad son globalizadas y su imagen y discursos, satisfacen las expectativas de los que
demandan reivindicaciones hasta en lugares que en el pasado reciente no era
posible.
No hay vacunas contra
el carisma si exceptuamos la plena
conciencia de que se poseen derechos naturales que no pueden ser transferidos
ni asumidos por otros. La experiencia es un antídoto, haber padecido o
convivido en un “paraíso”, puede estimular
anticuerpos contra un nuevo hechizo.
Pero es evidente que
hay quienes nacen inoculados o
tienen disposición a ser
contaminados. Son seducidos, atraídos,
convencidos y esclavizados por un Mesías redentor, cuyas promesas pueden no ser
de este mundo, pero que los partidarios
asumen como una realidad
incontrastable y pueden hasta matar por
ellas.
Muchos opinan que el flautista de Hamelin era un intérprete
de gran carisma, que su persona podía pasar inadvertida, pero su flauta tenía
la capacidad de conducir hasta la propia muerte a los ratones de aquel modesto poblado alemán, lo que obliga a
pensar que algunas personas tienen oídos de ratones y marchan hacia los
precipicios sin percatarse del desastre.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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