NELSON ACOSTA ESPINOZA |
Amigos lectores, hay coincidencia entre los
diversos grupos que conforman el espectro político del país sobre la gravedad
del escenario político y económico que
estamos confrontando. Existen, desde luego, diversas lecturas y aproximaciones
que intentan dar cuenta de esta situación. Cada una de ellas responde a las
visiones e intereses que se encuentran en juego. Tener una acertada comprensión
de la realidad, en consecuencia, es
vital para poder diseñar una estrategia de cambio.
Un ángulo de aproximación, por ejemplo, sería
indagar sobre las contradicciones que presenta la vida pública del país.
Conocerlas sería un buen punto de partida para iniciar la formulación de una
política para poder superarlas. Estas tensiones son de diversas naturalezas y
despliegan su lógica en disímiles
ámbitos. Ello hace que, a veces, se dificulte su acertada comprensión.
Una confusión reiterada es dar importancia
estratégica a aspectos secundarios. En desmedro de otros de mayor peso e
importancia. Un ejemplo, que puede ilustrar esta aseveración, son aquellas
posturas de índole estrictamente electoralistas. Se asume el acto comicial desde una
perspectiva "mágica"; se supone que los comicios por si mismos
constituirían un acto de rebeldía
política. La dimensión principal, vale decir, concitar un consenso entre la gente
para desplazar a la actual nomenklatura política queda rezagada ante esas
urgencias electoralistas.
Me voy a alejar momentáneamente del hilo
conductor de este escrito. La finalidad es explicar el sentido de la palabra
nomenklatura. A ver: este término define a una élite formada exclusivamente por
los miembros del partido en el poder (la extinta Unión Soviética, los países
del desaparecido bloque comunista, Cuba y, ahora, Venezuela). Su significado
puede extenderse a las cúpulas de los partidos políticos, altamente
burocratizados y, en consecuencia, alejados de las necesidades y demandas de la
gente.
Retomemos el hilo conductor de este escrito.
Por favor, no se piense que se está asumiendo una postura pesimista, por no
decir, derrotista. Todo lo contrario. Se pretende llamar la atención sobre la
necesidad de politizar en términos estratégicos las venideras elecciones
incluyendo, desde luego, la escogencia de los candidatos que representaran al
bloque democrático. El tema, no es primaria vs consenso. Lo trascendental, ante
lo cual debería subordinarse la deliberación política, podría condensarse en
esta escogencia: nomenklatura vs la gente. Aquí reside la contradicción
fundamental de la coyuntura política y, este dilema, debería orientar las
estrategias de comunicación del bloque democrático.
Este escribidor, humildemente, ha advertido
sobre un virus que viene atacando nuestro cuerpo político desde tiempo atrás:
la desafección democrática. Las ciencias políticas la definen de la forma
siguiente: "sentimiento subjetivo de la ineficacia, de cinismo y de falta
de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones
democráticas que genera un distanciamiento y alienación en relación a estos,
falta de interés por la política y los niveles más bajos de participación en
las principales instituciones de la representación política, pero sin
cuestionar el régimen político"
¿Cómo combatir esta desafección que se viene
presentando en amplios sectores de la población? ¿Cómo levantar estos estados
de ánimo político? Desde luego, no es fácil esta tarea. La experiencia
histórica, por ejemplo, enseña que es necesario condensar en una sola consigna
la totalidad de las contradicciones presentes en un momento dado. Pan y paz,
así resumió Lenin las complejidades de la situación Rusa en el año 1917. Y tomó
el poder.
La oposición democrática debería redefinir su
relato político para poder sumar fuerzas para lograr la transición política
deseada. Su eje narrativo debería girar
en torno al enfrentamiento nomenklatura chavista vs la gente. Esta debería ser
la contradicción básica del momento actual y, es una, que pudiera condensar en
términos políticos los otros temas
(inflación, escasez, desempleo, inseguridad, etc.) que angustian y pesan sobre
la gente. Expuesta de esta forma se tendría claro quien es el responsable y el
adversario a ser derrotado.
En consecuencia, habría que construir propuestas para defender a la gente (aquí se
incluye a toda la población, sin distinciones artificiosas) de las políticas
empobrecedoras que pone en práctica la nomenklatura que ejerce el poder y
obtiene enormes privilegios derivados de la ejecución de las funciones
públicas.
En otras palabras, para poder defender los intereses de la gente
hay que enfrentar a la nomenklatura chavista.
Sin duda, la política ahora es así.
Nelson
Acosta
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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