MIGUEL BAHACHILLE M., SE AGOTAN LOS ARTIFICIOS EVASIVOS,

MIGUEL BAHACHILLE M.

El oficialismo ungido por sortear el conflictivo panorama interno de violencia, inflación y escasez, persiste en negar dogmáticamente la existencia de esos apremios cobijándose en efugios de distracción, por demás inútiles como, entre otros, "La Ley Habilitante". Cincuenta y un leyes aprobadas en apenas dos días basados en esta torcedura republicana de "habilitar" es indicio de que las cosas "no van bien". Nada hay que "habilitar" cuando la acción del Estado se mueve con su propia dinámica corporativa. Es inútil maquillar los serios apuros sociales si todos los padecemos por igual.

La renuencia a admitir la complicada situación del país no es novedad del gobierno de Maduro sino una heredad provenida de la política rutinaria instaurada por Chávez. Del volumen de declaraciones que fluye por el inmenso circuito nacional de información oficial es extraño encontrar signos que registren alguna parte fea de la actual realidad. Se reseñan hechos casuales de poca intensidad mientras el ciudadano pernocta en inmensas colas para adquirir bienes básicos, a la par que la violencia hace de las suyas.

Otro mito peregrino inventado por la revolución es el de la opción personal para elegir su forma de vida entre una amplia diversidad cultural e informativa simbolizada por los "Colectivos o Milicias". Esa idea urdida en Cuba desde hace 50 años se torna particularmente sensible a la manipulación. ¿Qué pueden decir los Castro al respecto si en Cuba no existe diversidad y mucho menos elección voluntaria? El ardid trata de confundir abundancia de medios con diversidad de contenidos. Basta ver u oír los copiosos circuitos periodísticos del gobierno para advertir la "uniformidad de la noticia".

Lo cierto es que sólo un pequeño sector, muy reducido, se beneficia no sólo de la riqueza del país sino de la afluencia masiva de las comunicaciones. La mayoría es prisionera, consciente o no, de una  trampa informativa carente de autenticidad y llena de fantasías. El oficialismo al unísono ofrece una sola verdad: la suya propia. En esta categoría entran la mayoría de los diarios, revistas, televisión y radio.

Más allá de los juicios particulares sobre la actual crisis percibida por muchos con desdén u omisión, vale la pena reflexionar sobre los procesos que nos llevaron a ella. "Los revolucionarios" como Chávez asumieron una conducta anárquica e irresponsablemente destructiva. Los teóricos como Giordani apelaron a referencias filosóficas para plasmar un "socialismo asertivo" aunque la ruta fuere larga y escabrosa. En esos exóticos asertos se apoya Maduro para garantizar la "estabilidad institucional y seguridad social".

¿En qué punto de ese recorrido estamos hoy? Más cerca del suelo que de la gloriosa cima prometida. Venezuela requiere con urgencia de un proceso de depuración institucional para precisar los elementos esenciales a ser atendidos con urgencia y recuperar el equilibrio perdido. Hoy, por el contrario, las aserciones del régimen están orientadas a ostentar una riqueza petrolera llena de propaganda y carente de patrocinios.

El venezolano común, con excepción del oficialismo, es hoy más pobre. Está impedido de adquirir una vivienda; un vehículo; pagar un colegio privado; o hacer el mercado a satisfacción. Apenas si puede cubrir en parte la cesta básica, cada día más alejada de su presupuesto. No se siente seguro en las calles; tampoco en su propia vivienda. ¿Puede ello soslayarse con un Ministerio de la Felicidad?

Todo esfuerzo destinado a revelar las incongruencias del oficialismo será inútil si seguimos empeñados en separar el juicio democrático de la regulación de los conflictos. Es angustiante percibir cómo algunos venezolanos con relevancia política denigran de los procesos electorales al calificarlos de ociosos. Hablan de democracia aunque en el fondo no crean en ella. La elección legislativa del año entrante es una buena ocasión para evidenciar la fortaleza republicana.

Miguel Bahachille M.

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@MiguelBM29

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