JOSUE ARTURO MOLINA SUAREZ |
Al revisar brevemente el legado del extinto
presidente a sus camaradas en ejercicio del poder, se encuentran incontables
hechos que permiten entender la actuación de los herederos del trono para con
el pueblo venezolano. Desde promover el robo, saqueo, hurto, hasta enviar
asesinos a sueldo para aplacar el reclamo, son parte de la lista de
arbitrariedades en contra de la ciudadanía.
El finado presidente llegó al poder con un
discurso contra la corrupción y la pobreza; arreció contra los partidos
políticos e institucionalidad pública; prometió desarrollo para el país,
inversiones a granel; democracia participativa y protagónica; salario digno
para los trabajadores y cero inflación. Transformar bienes propiedad del estado
en grandes escuelas y hospitales; donar aviones, helicópteros, lanchas a
diversas instituciones sin fines de lucro, luchadoras por el bienestar de la
sociedad.
Era la
perorata preparada para embobar a la audiencia asechada por problemas y en
busca de esperanza, cambios, aires nuevos.
Miles de millones de dólares se gastaron para la compra de un super
avión y posteriormente no poder usarlo, pero era bueno para ofrecer colitas y
posteriormente alquilar aviones a otro país para realizar los traslados.
El legado lo asumen sus herederos con tal
sentido de pertenencia, que violentando la norma y riéndose de ella, se
adjudican como su propiedad lo que es del pueblo venezolano y los usan para
beneficio particular y familiar. La enseñanza dio frutos de inmoralidad, al
extremo de aupar la escasez para promover empresas importadoras entre sus
familiares, comprar con sobre precio y repartirse la tajada. No bastando con
ello, se robaron más de veinticinco mil millones de dólares del erario público,
sin que exista responsable alguno, pero la Fiscal y la Contralora General de la
República, aspiran su reelección en el cargo, entre otros u otras.
Hicieron pactos con asesinos, les facilitaron
estar armados, y llegado el momento les ordenaron disparar contra el pueblo
indefenso. La protesta no tiene espacio en regímenes dictatoriales, violadores
de los Derechos Humanos, acostumbrados a cercenar las libertades a los
ciudadanos. El final tiene un episodio triste, porque al terminarse el pan,
sólo les queda el circo, y la audiencia ya no compra la entrada para apoyar un
gobierno cuyo legado es ser corrupto, mentiroso y asesino.
Josue
Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1
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