FROILAN ALEJANDRO BARRIOS NIEVES |
El
reinicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU marca el fin del último
mito de la Guerra Fría, contexto dominante en la segunda parte del siglo XX a
nivel mundial. Es más la revolución cubana fue un producto bastardo de la
confrontación permanente entre la URSS y el Departamento de Estado, aliviada
luego con la política de la Coexistencia Pacifica, compartida entre las dos
máximas potencias para así definir diplomaticamente sus áreas de influencia en
el orbe.
Estas
peculiares circunstancias convirtieron a la floreciente revolución cubana en la
década de los 60, en un extraño objeto del deseo para la intelectualidad
pequeño burguesa, convirtiendo a la isla del Caribe en un destino obligado del
turismo revolucionario, tal como fue la Yugoslavia de Tito del fracasado
Socialismo Autogestionario luego de la IIa. Guerra Mundial curiosamente
enfrentada a los desmanes de Stalin y del Socialismo Real.
De
tal manera que era común en La Habana la visita de la intelectualidad europea y
latinoamericana, de la talla de Jean Paúl Sartre, Simone de Beauvoir, Rene
Dumont, junto a Pablo Neruda, Siqueiros, García Márquez, entre otros, quienes
aspiraban conocer el albur revolucionario y el futuro del hombre nuevo, basura
ideológica presentada como marca de fábrica para embaucar a media humanidad.
Entre
tanto el mundo entero conocía las veleidades del hoy octogenario y retirado
Fidel Castro, quien en sus afanes de líder tercermundista desafiaba al imperio
en su patio trasero, proclamando en el Primer Congreso del Partido Comunista
Cubano, la transición del socialismo al comunismo, tejiendo a placer la prisión
de pueblos en que se convirtió la ilusión de un país, cuya población contribuyó
a echar del poder al dictador Fulgencio Batista en el año nuevo de 1959.
Del
mismo modo La Habana fue destino de la cuna del foquismo latinoamericano y del
sueño de centenas de fracasados guerrilleros, cuyo sueño era emular al Che
Guevara y posar algún día en el estilo de la legendaria e inmortal foto de
Korda, como símbolo de la entrega a la revolución. Junto a este ambiente
trashumante se añaden las toneladas de debates madrugadores en la izquierda
mundial sobre la naturaleza de la revolución cubana, si era un gobierno obrero,
obrero-campesino o pequeño burgués que derivaron luego en la cloaca de una
dictadura, mas emparentada con los feroces gorilas del cono sur, sin ningún
rasgo de democracia de algún sistema político moderno y con miles de presos,
asesinatos y desaparecidos.
Como
dice el viejo refrán sufrido por tantos exilados tanto nadar para morir en la
orilla. Si bien es cierto el embargo sirvió sólo para justificar el aislamiento
por parte de un macabro régimen que disfrutó a placer de un contexto ya
descrito, no puede ser al argumento que pretendan utilizar los Castro como
únicos mandatarios en 56 años, cuya capacidad reconocida fue subsistir primero
de la URSS y hoy de Venezuela, logrando beneficios para la Nomenclatura del
PCC, que no se compadecen con una economía en ruinas y su derivado una
población famélica.
Froilan
Barrios
fbarriosnieves@gmail.com
@froilanbarrios
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