FERNANDO OCHOA ANTICH, |
La
normalización de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba es un hecho histórico realmente trascendente.
Tratar de valorar, en este momento, lo que está ocurriendo es un poco
aventurado. Se requeriría tener una mayor información. Es aún más difícil
determinar el impacto que esta medida puede tener en los Estados Unidos, en
Cuba, y en Venezuela. De todas maneras,
es muy importante observar las jugadas diplomáticas que se están desarrollando.
Todas tienen algún objetivo bien
definido. Un aspecto que me ha impresionado particularmente es el desaire que
acaban de sufrir Nicolás Maduro y Venezuela. No es posible, que en el momento
en que se está cerrando una negociación de esa importancia, nuestro gobierno,
supuestamente el principal aliado de Cuba,
desconozca lo que va a ocurrir, hasta un punto de tal gravedad que lo
conduce a enfrentar, unos días antes, a los Estados Unidos en una posición
inexplicable. En definitiva, una desacertada política exterior.
Lo
primero a evaluar es el momento en que Barack Obama decide cerrar la
negociación con Cuba. El partido Republicano obtuvo un arrollador triunfo
electoral en las últimas elecciones legislativas consolidando una indiscutible
mayoría en el Senado y un control más discreto en la Cámara de Representantes.
También triunfó en un número importante de gobernaciones, tradicionalmente
demócratas. Esta realidad muestra a un
presidente muy debilitado en la opinión pública. Los reclamos de muchos de sus
partidarios, recordando sus ofrecimientos electorales, son permanentes. A mi
criterio, esta medida, como otras que van a ser aprobadas por el presidente
Obama, indican que está decidido a pasar a la ofensiva. Es la única manera que
tiene para tratar de recuperar la fortaleza del partido demócrata antes de las
elecciones presidenciales. En caso de no acertar en las medidas que tome la
posibilidad de una derrota se transformará en una realidad.
No
creo que esta nueva situación conducirá a Cuba
a una transición hacia la democracia. Tengo la experiencia de haber
conversado con Fidel Castro, como canciller de Venezuela, por varias horas,
para tratar de convencerlo de que buscara
conducir una apertura democrática ante la inmensa crisis económica que
enfrentaba Cuba después de la suspensión del subsidio soviético. Los países
europeos, fundamentalmente España, y Venezuela le garantizaban plena seguridad
personal si impulsaba una transición política. Su respuesta fue terminante:
“No, la situación de Cuba no es la que ustedes perciben. He seguido con mucho
interés el proceso de la Perestroika y del Glasnost en la Unión Soviética.
Fíjese en el fracaso de Gorbachov. Me gusta más le experiencia china. Han
logrado un gran éxito económico sin
comprometer la estabilidad del régimen comunista. Definitivamente, Den Xiaoping
tiene un mayor sentido político”…Ese será el camino de los Castro…
Mi
respuesta a Fidel Castro fue muy clara: “Tratar de comparar el proceso chino
con el cubano es un absurdo. China está ubicada en el Asia, fuera de la órbita
de influencia norteamericana. Cuba a 90 kilómetros de los Estados Unidos. Esta
realidad geopolítica obliga a tomar medidas distintas”… La única verdad, es que
la experiencia cubana ha sido un doloroso fracaso. Venezuela no es Cuba. Ojalá
que Nicolás Maduro y los más importantes dirigentes del PSUV lo pudieran
entender. Intentar conducir a Venezuela
por ese camino es un suicidio político. Las consecuencias serían impredecibles.
Al contrario, en la América Latina hay excelentes ejemplos de gobiernos
exitosos de izquierda moderada. Eso sí,
para lograr establecer ese tipo de gobierno es necesario alcanzar un verdadero
Estado de Derecho, con absoluta independencia de los poderes públicos y una
segura alternancia republicana. Esa es la razón de la estabilidad política de
Chile y Uruguay.
En el caso de Venezuela si Nicolás Maduro y el PSUV cesan en su empeño
de influir a su favor en la selección de magistrados, rectores y funcionarios
para los poderes públicos se podría lograr que estos poderes pudieran ser una real garantía para todos los
ciudadanos. De esta manera, Venezuela se transformaría en un verdadero Estado
de Derecho, consolidándose un sistema
político pluralista y alternativo. Lo que ocurrió entre los Estados
Unidos y Cuba debe interpretarse como un signo de los nuevos tiempos.
Aprovechen, liberen a los presos políticos y orienten el actual gobierno por
otros caminos.
Un régimen totalitario sólo crea atraso y miseria. Un buen
ejemplo es el PRI mexicano. Entendió que la dictadura perfecta, como se le
llamaba, debía evolucionar hacia un verdadero régimen pluralista. Ernesto
Zedillo impulsó unas reformas en el poder electoral que condujeron al PRI a la
derrota. Pasado unos años, ganó unas elecciones democráticas y actualmente uno
de sus miembros es presidente de México.
Fernando
Ochoa Antich.
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
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