CHARITO ROJAS |
Era el
fin. El general José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba
para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más
vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo
libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior,
pero a la hora de irse no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo
creyeran. El único que tuvo bastante lucidez para saber que en realidad se iba,
y para donde se iba, fue el diplomático inglés que escribió en un informe
oficial a su gobierno: El tiempo que le queda le alcanzará a duras penas para
llegar a la tumba . Gabriel García Márquez, El General en su laberinto.
En mayo de 1830 Simón Bolívar sale de Bogotá
con rumbo hacia el norte, por el río Magdalena. Había renunciado a la
presidencia de la Gran Colombia, perdido su última batalla política. Enfermo y
decepcionado, el gran general manifestó en sus despedidas varias posibilidades
acerca de su futuro inmediato: al embajador inglés dijo que iría a Inglaterra a
recobrar la salud; a sus allegados, que iría a Caracas a reencontrarse con
familia y amigos; a sus generales que viajaría a Maracaibo a organizar una
nueva cruzada libertadora; a otros, que tomaría un barco en Barranquilla para
ir a Estados Unidos, Jamaica o Europa.
Nadie podía jurar a ciencia cierta a dónde se
dirigía el Libertador Bolívar en su hora más menguada de poder y salud física,
pero nadie podía tampoco asegurar que este Bolívar enfermo y cansado sí lo
sabía. Luego del viaje por el río Magdalena llega a Cartagena el 1 de julio.
Allí recibe un golpe mucho más mortal que la pérdida del poder y hasta de la
salud: el asesinato de su más amado colaborador, el Gran Mariscal de Ayacucho,
Antonio José de Sucre, asesinado en la selva de Berruecos, entre Colombia y
Ecuador, cuando se dirigía a su hogar en Quito.
Luego de meses en que sus movimientos por la
costa caribe colombiana se vieron anclados por su penoso estado físico, llega
el 1º de diciembre a Santa Marta. El rico terrateniente español Joaquín de Mier
le ofrece la casa de una de sus fincas de caña de azúcar en las afueras de la
población, llamada San Pedro Alejandrino, para que se aloje. El general Mariano
Montilla, uno de los pocos fieles que le acompañaban, contrató a un médico francés,
Alejandro Próspero Reverénd, quien de inmediato aceptó como un gran honor
atender al egregio paciente, negándose incluso a cobrar honorarios por ello.
EL DOCTOR POSTRERO. A Reverénd le cupo la
responsabilidad de ser el médico que atendió al Libertador en sus últimos días.
Históricamente es un personaje misterioso, de quien incluso muchos
historiadores han dudado de su título de médico. Pero sin duda puso el mayor
empeño y cariño por mejorar la condición de su paciente.
Alejandro Próspero Reverénd nació en Falaise,
Francia, el 14 de noviembre de 1796. Hijo de padre militar, lo cual le lleva a
seguir carrera militar también. En 1815 ingresa al Ejército francés. En 1824, y
motivado por sus ideas revolucionarias, abandona Francia con destino a América.
Llega a Cartagena, donde legaliza su condición de médico y trabaja con el
gobierno y con el ejército. Conocía al general Montilla y por eso acepta de
inmediato el encargo de asistir al enfermo Bolívar como su médico de cabecera.
Reverénd tenía entonces 34 años.
Luego de la muerte del Libertador, Reverénd
recibió diversos honores por haber sido el médico que asistió a Simón Bolívar a
la hora de su muerte. En 1847, es invitado a Venezuela por el Ilustre
Americano, general Antonio Guzmán Blanco. El galeno acepta y es recibido en
Caracas con fasto. Reverénd regala al presidente el cálculo extraído de uno de
los pulmones del Libertador, en la autopsia hecha de su cadáver. Le otorgan el
diploma de Ilustre Prócer de la Independencia Suramericana y le confieren la medalla
del Busto del Libertador Simón Bolívar.
Reverénd publica en 1866, en París, o sea, 36
años después de muerto Bolívar, un
Diario sobre la enfermedad que padece S. E. EL LIBERTADOR, Sus Progresos
o Disminución y método curativo seguido por el médico de cabecera Dr. Alejandro
Próspero Reverénd, en el cual detalla toda la evolución del ilustre paciente en
los 17 días que lo atendió solícitamente.
Aunque sus detractores dicen que cómo pudo
escribir con fidelidad los detalles de la enfermedad y muerte de Bolívar tantos
años después, otros historiadores afirman que el diario de Reverénd fue escrito
al tiempo de la ocurrencia de los hechos y que solo los publicó 36 años
después, en una editorial francesa.
Reverénd murió en Barranquilla a la avanzada
edad de 85 años, casualmente el mismo día que conoció al Libertador: el 1° de
diciembre, en 1881. Sus restos, que estuvieron algún tiempo extraviados, hoy
reposan en la capilla de la quinta San Pedro Alejandrino.
LOS PARTES MÉDICOS DE REVERÉND. Lo ve por
primera vez, cuando recién arriba el ilustre pasajero. Así consta en el primero
de los 33 boletines que emite el Dr. Reverénd.
S. E.
llegó a esta ciudad de Santa Marta a las siete y media de la noche, procedente
de Sabanilla, en el bergantín nacional Manuel , y habiendo venido a tierra en
una silla de brazos por no poder caminar, le encontré en el estado siguiente:
Cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de ánimo
constante. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color
verdoso. El pulso igual, pero comprimido. La digestión laboriosa. Las
frecuentes impresiones pareció ser de las más graves, y mi primera opinión fue
que tenía los pulmones dañados. No hubo tiempo de preparar un método formal;
solamente se le dieron unas cucharadas de un elixir pectoral compuesto en
Barranquilla. Santa Marta, diciembre 1° de 1830, a las ocho de la noche.
El día 2 de diciembre, el doctor Reverénd
escribió: Las frecuentes impresiones del paciente indicaban padecimientos
morales. Finalmente, la enfermedad de S. E. me pareció ser de las más graves, y
mi primera opinión fue que tenía los pulmones dañados.
El día 6 de diciembre Bolívar es alojado en
San Pedro Alejandrino, y la apacible casa con su patio interior florido y su
entorno arbolado, parece sentarle mejor. El médico escribe: Duerme solamente
dos o tres horas a prima noche, y el resto lo pasa desvelado, y como con
pequeños desvaríos . El día 8 tuvo una recaída. Ese día, Reverénd escribe: El
enfermo disimula sus padecimientos, pero estando solo da algunos quejidos . El
día 10 Bolívar le pide al médico que le hable francamente y éste le dice que no
cree que pueda salvarse. Bolívar le dice: ¿Y ahora, cómo salgo yo de este
laberinto?. Se decide entonces escribir su última proclama y su testamento.
A partir del día 12 se agravó mucho más. A
veces deliraba. El día 17, a eso de las once de la mañana entró en estado
agónico.
Reverénd narra así la muerte de Simón
Bolívar: Me senté en la cabecera,
teniendo en mi mano la del Libertador, que ya no hablaba sino de modo confuso.
Sus facciones expresaban una perfecta serenidad; ningún dolor o seña de
padecimiento se reflejaban sobre su noble rostro. Cuando advertí que ya la
respiración se ponía estertorosa, y el pulso trémulo, casi insensible, y que la
muerte era inminente, me asomé a la puerta del aposento, y llamando a los
generales, edecanes y los demás que componían el séquito de Bolívar: Señores,
exclamé, si queréis presenciar los últimos momentos y el postrer aliento del
Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue rodeado el lecho del ilustre
enfermo, y a los pocos minutos exhaló su último suspiro Simón Bolívar.
Reverénd paso el resto de sus días diciendo a
sus críticos: No tengo más título que el de haber sido el último médico de
Simón Bolívar, el Genio de América.
Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas
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