domingo, 7 de diciembre de 2014

CHARITO ROJAS, EL CIRCO DE RIPLEY

 
CHARITO ROJAS
“Al pueblo, pan y circo”. Juvenal, poeta romano del siglo I, refiriéndose a la costumbre de los emperadores de regalar trigo y entradas para los juegos circenses como forma de mantener al pueblo distraído de hechos controvertidos, proveyendo a las masas de alimento y entretenimiento con criterios asistencialistas.

Diciembre abre con titulares espantosos: El petróleo venezolano cae a su nivel más bajo en años, 67,53 $; la OPEP negó propuesta venezolana de reducir la producción; Ramírez después de esta paliza en Viena salió corriendo a negociar más préstamos en China; Cencoex confesó que medicinas no fueron prioridad en la asignación de dólares en esta época decembrina, pues eran más importantes los productos navideños; empresas del sector farmacia y equipos médicos dieron vacaciones colectivas adelantadas porque no tienen materia prima; los estudiantes venezolanos en el exterior se organizan para exigir que les reanuden la asignación de dólares para honrar las deudas contraídas y evitar la indigencia; clínicas dicen que sus inventarios alcanzan solo para las emergencias en navidad, todas las operaciones y consultas fueron canceladas para el 2015;los comerciantes alertan sobre la sequía de inventarios, mientras que el “dakazo II” arrasa con los restos de dignidad de algunos; no hay pasajes porque el gobierno aún debe $ 3.500 millones a las líneas aéreas; no hay carros ni repuestos porque el sector no recibe divisas; no hay producción en las industrias básicas de Guayana por la misma razón; todos los productos agrícolas que proveían Agroisleña desparecieron porque Agropatria no tiene dólares para importarlas. Hasta los puertos están en crisis: los barcos no descargan hasta que el producto sea cancelado. En dólares por supuesto.

Mientras esto sucede y los ciudadanos que no están enchufados peregrinan buscando alimentos y medicinas, repuestos y lo que sea porque todo está escaso o desaparecido, el gobierno monta un rumboso festival musical, que al decir de Jorge Rodríguez, el alcalde siquiátrico, costó 14 millones de dólares, pero otras cuentas ubican la cifra en 26,6 millones de dólares. Un insulto, por ejemplo, para los estudiantes venezolanos en el exterior, quienes con 2 millones de dólares cancelarían deudas y concluirían sus estudios superiores.

En un alarde ofensivo de indiferencia ante las dificultades de la economía venezolana, el Gobierno monta “Así suena Caracas”, un festival con artistas nacionales y extranjeros, que comenzó el 28 de noviembre y fue prolongado hasta el 7 de diciembre. Para eso sí hay bastantes dólares, pero no para suministrar acetaminofén a una población abatida por el chikungunya y el dengue. Cuestión de prioridades.

Siete locaciones al aire libre, doce salas cerradas, ubicadas todas en el centro y el oeste de Caracas, donde se presentan nada menos que 137 bandas de rock, salsa, reggae. 41 de estos grupos son extranjeros, es decir, cobran en dólares, algo insólito en un país donde hay un control de cambio que ha arruinado a la mayoría de empresas de espectáculos nacionales. Quienes saben de eventos podrían dar las cifras millonarias de costo del montaje de gigantescas tarimas, monstruosos equipos de sonido y luces, personal, transmisión, fuegos artificiales, promoción y publicidad.

Desde la plaza Diego Ibarra hasta el otrora culturoso Teresa Carreño, son escenarios de esta fiesta de dólares que ofende profundamente a venezolanos que no pueden ni comprar una Barbie para sus niñas en esta navidad, a quienes rondan de farmacia en farmacia suplicando pañales para sus viejos; a quienes maldicen mientras hacen una cola implacable para obtener un litro de aceite, dos paquetes de harina o una batería.

Y el festival, organizado por la Alcaldía de Libertador, es dirigido a público rojo rojito. El incidente con Chino y Nacho así lo demuestra. El dúo iba a presentarse en este evento, contratado como otros grupos venezolanos que viven de su trabajo. Hubo un aluvión de tweets reclamando a Jorge Rodríguez la contratación de “escuálidos”, “traidores”, “apoyantes de la invasión del imperio”, “adoradores de Capriles”, aderezados con fotos de los cantantes con la bandera venezolana y con líderes opositores. La actuación del dúo fue suspendida y el mensaje clarísimo, navideño, solidario, inclusivo, justo, socialista y humanitario es: si no eres de los míos no te doy ni agua.

El sectarismo no respetó ni siquiera a agrupaciones consagradas como Desorden Público, que levantó polémica cuando durante su presentación anunció que iba a cantar una canción contra la corrupción. Inmediatamente la transmisión por el oficialista Ávila TV se fue a cuñas, mientras el cantante entonaba “Si van a seguir robando, cámbiennos los ladrones”. Luego en una cadena el presidente felicitó al grupo: “Desorden Público cantó canciones de los años 90, buenas críticas contra la corrupción”, creyendo que eran canciones de la cuarta, cuando son estrenos de ésta época revolucionaria. Juzguen por los títulos: “Llora por un dólar” y “Todo está muy normal”.

Los venezolanos sabemos cómo suena el país, es un coro que termina en “oso”: doloroso, quejumbroso, furioso, ansioso, nervioso. Y sobre todo desesperado, porque no ve que este régimen totalitario, promotor de la violencia y la ignorancia, tome ninguna medida sensata para evitar el despeñadero de las finanzas nacionales y por tanto, de la economía personal de los venezolanos no enchufados, que son la abrumadora mayoría. Los ingresos por petrodólares han mermado en más del 30% y el presidente anuncia que reducirá gastos suntuarios en un 20%, mientras toca congas en el epulónico festival.

Las proyecciones que se atreven a hacer los economistas más experimentados coinciden en que el gobierno perdió su gran oportunidad en este año no electoral, de hacer ajustes a las finanzas y ordenar el gasto público. Muy al contrario, todos los días crean nuevos ministerios, oficinas, comisiones, supervisiones, gobiernos extra constitucionales que sólo traen más gastos y burocracia. Hasta un ministro para resolver el papeleo enloquecedor en las oficinas públicas tenemos.

También coinciden en que los efectos del bajón del barril se comenzarán a sentir fuertemente a partir de febrero; afirman que la inflación pasará del 100%. Para ellos, 2015 será un año de hiperinflación que solo podrá combatirse estimulando ferozmente la producción nacional. Para eso, el gobierno deberá dejar de sabotear al sector privado, deberá también eliminar el control de precios y el control de cambios, que según algunos expertos, será una medida inevitable si quieren sobrevivir a la tormenta perfecta que les espera muy pronto.

Este país no es de contrastes, es de locura. Pedro Carreño, personaje cuya palabra tiene menos confiabilidad que un andamio de anime, es aplaudido cuando dice que “Aquí no hay juicio injusto para nadie”, refiriéndose a María Corina Machado, mientras el Cardenal Jorge Urosa Savino es insultado casi en gaceta oficial porque afirma estar seguro que la dirigente no está involucrada en magnicidio alguno. Esto es de Ripley, el señor de “Aunque usted no lo crea”, quien se asombraría de ver que un gobierno gaste en rumba los dólares que niega a los venezolanos para estudios, medicinas o repuestos.

¿Pan y circo? ¡Qué va!, Venezuela no tiene ni siquiera pan. Puro circo y payasos, míster Ripley. Y aunque ustedes no lo crean, están creciendo los enanos.

Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

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