martes, 16 de diciembre de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿CÚAL ES LA VENEZUELA DE HOY?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

ANTONIO JOSÉ MONAGAS
Bajo el marco de un país descompuesto y desorganizado, complotaron factores políticos que enarbolaron la bandera de la fragmentación, de la atomización y de la polarización

¿CÚAL ES LA VENEZUELA DE HOY?

La política, nunca ha dejado de calcar las complicaciones que caracterizan al hombre en su diario deambular. Y no podría ser distinto toda vez que la política, al fin de cuenta, es una ciencia social que dilucida el comportamiento del ser humano en su medio más exclusivo. O sea, en el ámbito donde socializa sus intereses y necesidades mediatas e inmediatas. En medio de la fragua en la que se sazona la política, no es difícil observar algunas condiciones que han devenido en problemas. Problemas éstos que contribuyeron a que la patria de Bolívar se hubiese casi borrado entre los resquicios de un sistema político democrático enarbolado con supremo esfuerzo, a pesar de las rasgaduras que históricamente sus entrañas vinieron mostrando.

Así como se cuestionó el proceder rentista de los gobiernos de la segunda mitad del siglo XX, basado en sustitución de importaciones, igualmente se ha impugnado la praxis de un modelo socioeconómico y sociopolítico sostenido sobre medidas coyunturales más que con base en disposiciones estudiadas y analizadas a partir de un debido seguimiento de realidades problemáticas. Sin embargo, la administración de un tiempo sin mayor orden o supeditado a las contingencias de la inmediatez, determinó que el gobierno militarista que asumió el poder en 1999, actuara de manera ofuscada a consecuencia del afán por conservar el poder político sin más consideración que la ambición misma.

Estos avatares por lo que ha transitado Venezuela, no sólo durante los decenios enmarcados por la naciente democracia, sino además con mayor incidencia por el mentado proceso revolucionario, ha sido el reflejo craso de una crisis del Estado condensada a través del agotamiento temprano del modelo de desarrollo seguido. Quizás, buena parte de su causa obedeció a razones relacionadas con la precariedad a partir de la cual se estructuró y organizó un Estado que debió haber respondido a los principios y dictámenes establecidos por la Norma Suprema.

En medio de tan consternada situación de crisis del Estado Venezolano, se solaparon otras crisis que igualmente tendieron a arrastrar el país hacia direcciones indistintas lo cual devino en un caos de todo orden. Fue tal la descomposición que comenzó a sentirse en sus entrañas, que sus efectos alcanzaron lo más preciado de la unidad social de una nación: la familia. En el fragor de dicha degradación, se agudizaron problemas que se tradujeron en una crisis del tipo de acumulación y otra crisis del tipo de dominación. Crisis éstas que incitaron trabas de toda naturaleza, complicaciones y desórdenes de todo tenor y contenido que terminaron por delinear el perfil de un país descompuesto y desorganizado. A pesar de los cacareados discursos presidenciales dirigidos a hacer anuncios amarrados a un populismo por demás retrógrado y desmañado.

Bajo el marco de ese país descompuesto y desorganizado, complotaron factores políticos que enarbolaron la bandera de la fragmentación, de la atomización y de la polarización. Esto permitió que se acentuara el fenómeno de la denominada “antipolítica” de cuya percepción germinaron prácticas políticas que tuvieron como propósito el desarreglo de la administración pública. Particularmente, en aras de buscar excusas que facilitaran el advenimiento de un proceso supuestamente revolucionario que sólo sirvió para apuntalar dos arrolladoras realidades: la corrupción y la impunidad.

Precisamente, sobre tan inicuas y aberrantes realidades, el régimen ha pretendido seguir adelante en nombre de un socialismo ambiguo que solamente ha incitado el mayor derroche de recursos económicos e institucionales que jamás se haya visto. En el centro de tan abismal deterioro, el alto gobierno insiste en mostrar la imagen de un país que ni existe, ni funciona. Un país que se esfumó por obra de un militarismo incompetente, apático e inhumano. He ahí un tanto la respuesta a la pregunta ¿cuál es la Venezuela de hoy?

VENTANA DE PAPEL

¿TORCIDOS HUMANOS?

Rememorar el día en que representantes de todos los países del globo, en sesión extraordinaria de la Organización de Naciones Unidas, sancionan la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, pasó casi inadvertido. O sea, “por debajo de la mesa” como mejor se entiende. Salvo escasas conmemoraciones que salvaron el día. Sobre todo, cuando el régimen poco se ha interesado en explayarse de cara a pronunciarse alrededor de la aplicación u omisión de la correspondiente normativa. De hecho, no cabe duda alguna en torno a realidades que dan cuenta de severas violaciones de Derechos Humanos por acción del alto gobierno. Aunque también, el problema se presenta por omisión del mismo Ejecutivo Nacional.

La historia política de los pueblos del mundo, habla por los 66 años desde que fue firmado tan importante convención considerada como ley republicana de los países firmantes. Y aunque los actuales gobernantes venezolanos se desgañoten vociferando sobre el significado de los DDHH para el mundo libre, su gestión luce realmente contradictoria por cuanto en el susodicho ámbito se tienen más dudas que garantías. Según un reportaje de El Nacional, en su edición del miércoles 10-D, “en nuestro país se violan 28 de los 30 artículos de los DDHH”. Quizás en alguna medida, tan grosera situación apalancó la decisión que tomó el gobierno norteamericano en el sentido de sancionar funcionarios venezolanos que han vulnerado DDHH, además de estar acusados de hechos de corrupción.

Mientras tanto, países con sentido de la democracia, cualquier caso de vulneración de estos derechos incitan gruesas protestas y hasta causan peligrosas sacudidas a sus gobiernos. Sin embargo, en Venezuela son encubiertos o disfrazados por algún problema coyuntural. Ello, con el aval de los votos mayoritarios de la fracción oficialista de la Asamblea Nacional en confabulación con instancias judiciales nacionales.

Esta situación revela la oscuridad que política y socialmente padece el país sin que haya expresa disposición del alto gobierno por atenderla, revisarla y controlarla para así evitar o minimizar los problemas que en dicha materia se tienen o se producen. Puede estar ahí la respuesta de porqué el régimen sigue impidiendo la presencia de comisionados internacionales que buscan indagar sobre casos de trasgresión de DDHH. Muchos de los cuales se suscitan ante la mirada indolente del gobierno nacional. De un gobierno que por favorecer intereses político-partidistas propios, ha dejado de fortalecer instituciones relacionadas con los DDHH.

Y es que en medio de tan grotescas realidades, no existe un Poder Judicial independiente, así como una Fiscalía autónoma o una Defensoría del Pueblo que cumpla a cabalidad con sus funciones. O es que acaso, lejos de reivindicarse los Derechos Humanos, habrá que hablar de ¿Torcidos Humanos?

POBRES UNIVERSIDADES PARA POBRES

Al populismo militarista actual, le ha dado por relegar el concepto de “universidad”. Ahora, con la idea de impulsar el hostigante proselitismo político, al régimen le ha parecido conveniente convertir cuanto establecimiento educativo pueda en las llamadas “universidades territoriales”
Estas entelequias, tristemente no son otra cosa que la manifiesta malversación no sólo de recursos que no van a producir dividendos académicos debido a que con ello asfixian lo que realmente define una ¡Universidad”: la investigación. También, de la abierta estafa y manipulación de emociones de jóvenes que sin saber que van a dilapidar sus mejores tiempos concurriendo a estos inmensos “liceos” con rimbombantes nombres, se atreven a creer que lo que pueden aprender será garantía suficiente para servirle al objetivo de transformar a Venezuela en potencia referencia para el mundo desarrollado.

¡Piadosa mentira! Además, alienada de lado y lado. Bajo la excusa de la Misión Alma Mater, se ha estado vulgarizando a la educación superior deformando su concepción y sentido mediante creaciones educacionales dedicadas sólo a desarrollar la docencia y ofrecer un título como un fin en si mismo que no necesariamente apuntará a brindarle insumos al estudiante para su progreso personal.

Para soportar tan contrariada decisión, el régimen busca contraer el devenir a las universidades que hacen investigación académica por vía presupuestaria. Así se tienen realidades sustentadas en una investigación relegada, una extensión asfixiada, una autonomía cercada para entonces fijar el populismo con lo cual solamente se alcanza a crear pobres universidades para pobres.

“La imagen de un país descompuesto, sostenido en el tiempo, evidencia no sólo la incapacidad de sus gobernantes. También la desvergüenza de sus gobernados. Y hasta la fragilidad de su futuro”. AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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