VÍCTOR DANIEL ALBORNOZ |
Pero más
allá de eso, existen quienes han comprobado que ser estudiantes no es solo una
sensación, sino más bien una actitud ante la vida. ¡”Peligrosa actitud” la
escogencia de ser estudiante en tiempos revueltos y de gobiernos totalitarios!
Evidentemente, no se es estudiante solo por tener un carnet de matriculación en
una universidad, de hecho existen pseudouniversidades que matriculan sin que
sus miembros lleguen a ser verdaderos “estudiantes”, sino más bien una suerte
de “seres adoctrinados obedientes”. Por supuesto, estos no emiten opinión
disidente y no son de esos que por pensar y proponer desde un universo
intelectual variopinto incomodan y ponen en riesgo a las dictaduras.
Pero hay
más que decir sobre el hecho de que ser estudiante sea una actitud y no
simplemente una matriculación, hay que hablar, por ejemplo, de la edad: los
estudiantes son jóvenes, claro que sí, pero no por la edad sino por su espíritu
juvenil, curioso y acusioso.
¿Acaso no fueron siempre estudiantes Aristóteles,
Newton, Andrés Bello y Jacinto Convit? para poner ejemplos archiconocidos. De
modo que no es menos estudiante el que no está matriculado como tal, sino el
que no tiene la actitud.
En todo caso, conozco muchas personas mayores siempre
dispuestas a aprender como el más joven de los estudiantes, pero también
conozco a intelectuales o, mejor dicho, para seguir la tónica, a
pseudointelectuales a los que su espíritu juvenil se les ha secado y ya no
tienen la actitud cognoscitiva rebelde que hace peligrosos a los estudiantes.
Pero, por qué son “peligrosas” para los
regímenes dictatoriales estas personas que se identifican como estudiantes.
Para muestra un botón, o dos, y hasta tres si se quiere. Una simple mirada a la
historia venezolana del siglo pasado nos puede mostrar cómo ha sido justamente el
sector estudiantil el que impulsó los cambios políticos y sociales más
significativos que vivió el país: La Generación del 28, es uno de estos
ejemplos, aquel grupo estudiantil que hizo frente al caudillismo de Juan
Vicente Gómez de manera hasta entonces poco ortodoxa; haciéndose sentir en las
calles de la ciudad con desfiles, concentraciones y hasta recitales, y ya no en
un campo de batalla, como mejor habría querido el dictador. Esa valiosa
generación estudiantil, antes apresada, torturada y reprimida, terminó por
hacerse al timón del país una vez muerto el dictador y de ella nacieron los
movimientos políticos que darían cuerpo y forma al devenir político venezolano
en las próximas décadas, con la fundación de Acción Democrática y el Partido
Comunista Venezolano.
La caída de otro dictador, Marcos Pérez Jiménez, tuvo
entre sus principales artífices nuevamente a los estudiantes, de la mano
también con la Junta Patriótica, a pesar de que la estocada final estuvo a
cargo de los militares. Por supuesto, en esta oportunidad no faltaron las
torturas, los allanamientos y hasta las ejecuciones de estudiantes. Y para ir
ya a finales del siglo XX, recordemos el movimiento estudiantil de finales de
los años ochenta y su lucha contra el cada vez menos popular bipartidismo, que
llevó su protesta a las calles y fue sin duda el primer detonante de las crisis
políticas que se vendrían en los años noventa y que terminarían con el intento
fallido de golpe de Estado por parte de Hugo Chávez y su posterior elección
como presidente.
De modo tal que casi nunca ha sido fácil ser estudiante en
Venezuela. Sobre el lomo y el entendimiento de los estudiantes se posan los
cambios políticos y sociales más significativos que experimenta el país, y eso
lo sabe bien quien esté en el poder, por eso el estudiante es sinónimo de
peligro para quien detente el poder, y por supuesto, más aun para quien tenga
entre sus planes un escenario político absolutista. Cuando el poder es
ilegítimo y se siente amenazado por el saber, es decir, por los estudiantes, se
suelen repetir los escenarios de represión, tortura, intimidación,
exterminación de quienes por naturaleza no se someten a un pensamiento único y,
por supuesto, recorte presupuestario a todo lo que tenga que ver con el saber,
a todo lo que ofrezca al ciudadano la posibilidad de abrir los ojos y, muy
particularmente, a las instituciones más repletas de estudiantes verdaderos:
las universidades autónomas.
Sí, las universidades autónomas abren los
ojos a sus estudiantes, por eso no han sido las instancias más favorecidas por
ningún gobierno. Para colmo, como se decía en el mayo francés del 68: “no puede
volver a dormir tranquilo aquel que abrió los ojos”.
Siempre habrá quien no quiera ver a los
pueblos abrir los ojos, y probablemente quisieran que cada ser pensante, cual
Edipo, se quitase la vista voluntariamente, o en último caso por la fuerza. Sí,
también en cada momento de persecución al saber, según nos enseña la historia
venezolana, se ha cegado a muchos hombres e instituciones por la fuerza. Pero
nunca se podrá cegar a todos; el germen de mirada crítica de soslayo hacia el
poder andará siempre rondando y algún día lo dirá todo. Como lo diría,
paradójicamente, un comunista: “podrán cortar las flores, pero nunca detendrán
la primavera” y ese es nuestro último refugio de optimismo.
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