SIMON GARCIA |
Dentro del modelo socialista
autoritario no hay solución a la crisis. Puede que se persiga la ilusión de un
Dakazo, pero si el gobierno continúa la destrucción del aparato productivo
privado y la redistribución de la renta con fines fundamentalmente políticos se
le terminará de partir el serrucho. Mientras el avestruz oficialista más se
auto entierre, mayor será el desastre que tendremos que afrontar todos los
venezolanos.
La experiencia de estos quince años
contiene elementos positivos, aunque sus aspectos destructivos, que se han multiplicado los dos
últimos años, comienzan a marcar la valoración global. Los fracasos se
reproducen por todos lados. El más visible es que vivir en Venezuela supone un
batallar con las más cotidianas realidades.
La crisis del modelo, la errada
gestión de Maduro y la pérdida de las motivaciones originarias han
resquebrajado transversalmente al chavismo. Todas las corrientes y grupos
dirigentes capaces de expresar críticas y llamados de cambio de rumbo del
proceso, intentan salvaguardar lo que consideran un proyecto revolucionario. En
su mayoría tienen una trayectoria que les da autoridad para levantar una disidencia
por razones de principio.
Respecto a los seguidores el mapa
es más movido. Unos se sienten abandonados y excluidos. A otros, la decepción no les da ánimo para seguir poniendo sus
hombros para que otros trepen. Finalmente, están los que, resistiendo los
embates de la cúpula burocrática, expresan abiertamente sus malestares, porqué
ya no se resignan a santificar todo lo que hace o deja de hacer el gobierno.
En la Venezuela de hoy el
descontento es el consenso. La pregunta
es si pueden llegar otros consensos desde nuevos espacios de convivencia y
limpia confrontación entre quienes, teniendo proyectos políticos opuestos,
comienzan a actuar juntos para tener más fuerza y eficacia en la defensa de
intereses existenciales que les son comunes. La ideología se guarda para otros
temas.
Si este escenario, que ya está
manifestándose en la base de la sociedad, adquiere significación nacional,
entonces debatir sobre la transición (ocurra cuando corresponda) aumentará la posibilidad de su evolución
pacífica y constitucional. Y ocurrirá, al margen del gobierno, que sigue
empecinado en reimponer una alta polarización y evitar el menor gesto de
aproximación con la Venezuela que tiene una visión de la democracia, de la
economía y de la política diferente a la que se dicta desde Miraflores.
Dialogar para unir es distinto a
hacerlo para dejar las cosas tal y como están. El diálogo con y entre los
sectores populares es más bien una herramienta de lucha, un esfuerzo por
reconocer que el otro, el que piensa distinto y contrario a nosotros, también
tiene derecho a dar su aporte para definir y defender el tipo de sociedad que
nos merecemos. Hay un buen punto de partida: ellos y nosotros buscamos cambiar
el rumbo actual, sin reponer los vicios, carencias y limitaciones que
contribuyeron a la crisis del proyecto democrático 1958/1989 ni las que
condujeron al fracaso del ciclo 2000/2015.
Es hora de intentar innovaciones en
la estrategia de la oposición y esbozar un modelo alternativo que conjugue
bienestar con igualdad, propiedad privada con solidaridad, justicia social con
ejercicio efectivo de los derechos. A partir de esos y otros supuestos mínimos,
¿podremos redefinir pluralmente las bases de la Venezuela del siglo XXI?
Es un tema que hay que resolver
previo a deshojar la margarita entre revocatorio, constituyente, renuncia o
elección presidencial. Y hay que resolverlo porque el gobierno está llegando a
un punto de pérdida de legitimidad y apoyo social que pudiera incapacitarlo
para encarar una transición hacia la democracia.
Existen otros riesgos y desafíos de
monta, pero el agravamiento de la crisis empuja a la oposición a desanudar un
primer dilema: ¿aprovecha la crisis sólo para fortalecerse o paga el costo de
convertirse en un sujeto político que se hace responsable de las medidas para
sacar al país de esta crisis y para reducir sus graves efectos sobre los
sectores más vulnerables?
2015, año electoral. Tiempo para
combinar las diversas formas de lucha para disputarle democráticamente el poder
al autoritarismo y para abrir un ciclo de cambios con unidad nacional. No
podemos escapar del futuro: encontrarnos es lo mejor para el país.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
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