ENRIQUE MELÉNDEZ |
Hay
hechos aquí, que semejan mucho el proceso de la revolución francesa: el reino
de Luis XVI arrastraba una pesada deuda; originada por la vida muy dispendiosa,
que se vivía en el Palacio de Versalles; llega un momento en que ya no se
puede, y hay que tomar medidas económicas urgentes; que acaben con el derroche
palaciego; Luis XVI no se atreve, porque esa es la vida de su régimen: mantener
a una nobleza muy exquisita y con un altísimo nivel de existencia; cuyo
financiamiento corre a cargo del pueblo; que tiene que honrar hasta tres
impuestos.
Aquí
ocurre lo mismo: hay que cortarle el financiamiento a esa vida dispendiosa, que
se lleva en Miraflores, y por extensión en La Casona, y Maduro no se atreve.
Incluso, hay una cierta analogía en cuanto a la desmesura física que se nota
tanto en uno, como en el otro; pues, mientras Luis XVI no cabía de lo obeso;
éste sobresale en tamaño; lo que ha dado lugar a apelativos como el de
“Platanote” o, como le dice mi colega Pedro Llorens en su columna de El
Nacional: “Pánfilo Bigotón”.
Ambos
con mujeres que se hacen notar en la política; por supuesto, siendo la famosa y
muy odiada por el pueblo María Antonia, a causa de sus relaciones
extramatrimoniales, más aparatosa que la “dulce” Cilia, y la que ahora se ve
mínima, al lado de ese gigantón, que parece demasiado hombre para ella, como se
suele decir algunas veces.
He
allí lo que da al traste con ese régimen; mejor dicho, con ese desgobierno;
cuya descomposición da lugar a uno de los regímenes de terror más crueles, que
haya conocido la historia de la humanidad; que comienza con el corte de cabeza
de Luis XVI, y se va a extender hasta el último de los nobles, que convivió con
él en Versalles, el palacio más hermoso del mundo. A continuación se van contra
la productores, y a los que comienzan a acosar con impuestos; al tiempo que los
acusan de acaparadores; se trata de un gobierno de pobres, como lo define
Robespierre, y así que lo que se le quita a los ricos, se reparte entre los
pobres.; lo que a la larga va a lugar al quiebre del aparato productivo; cosa
que se niega a admitirlo el régimen; obligando a los propietarios, so pena de
conducir a la guillotina, a no cerrar las puertas de sus empresas; al tiempo
que se forma un comité, una especie de Superintendencia de Costos y Precios
Justos; que preside hoy esa suerte de comisario bolchevique conocido como
Andrés Eloy Méndez; sólo que dicho comité estaba compuesto por tres miembros, y
quienes eran los encargados de inspeccionar y requisar la producción agrícola
de todo el país, a los fines de combatir el acaparamiento, luego al precio en
que eran vendidos cada uno de los productos, para evitar la especulación.
Si
acaso se descubría un caso de acaparamiento; entonces, se decomisaba el
producto, en cuestión, y se repartía entre los pobres; como decir hoy en día,
se distribuye por las cadenas de Mercal y Pdval, cuando a uno de los
funcionarios de Méndez le da por calificar al inventario de determinado
comerciante un producto acaparado. Nada de esto es nuevo; ya se ha visto en la
historia.
Incluso,
Robespierre en las tribunas de la época acusaba a William Pitt, primer ministro
inglés de la época, a instigar contra la revolución francesa, y así hablaba de
que este señor financiaba a traidores dentro del territorio francés, a los
fines de que generaran turbulencias sociales, en un intento por alterar el
clima de tensión política, y sabotear, en ese sentido, a la revolución. ¿No es
esto muy parecido a lo que hemos visto a lo largo de estos años, a propósito de
un discurso, heredado del castrocomunismo, basado en el antiimperialismo
norteamericano?
Porque,
en efecto, todo régimen de terror, basado en el populismo, lo primero que hace
es diferenciarse de alguien; designar un sujeto enemigo, a quien se la
sataniza, y nada más fácil como fomentar lo que el marxismo conoce como la
lucha de clases; así hay un sector favorecido, y al que se le premia con todo,
sólo que a cambio de su voluntad, y esta especie de compra de almas se lleva a
cabo bajo dos recursos; primero, el de la prebenda; segundo, el de la banda
armada, que amedrenta a toda forma de disidencia, y que sirve, al mismo tiempo,
para acosar a los productores; promover invasiones; que es lo que ha llevado a
la pérdida del aparato productivo.
Claro,
ese argumento del ministro Torres no forma parte sino de una forma de ignorar a
la opinión pública; que es lo que hay en el fondo del cínico; que dice
cualquier cosa, a propósito de uno de sus actos de irresponsabilidad; quizás,
porque se siente señalado; habida cuenta de que más de un economista le ha
dicho al gobierno, que el verdadero enemigo, instigador de esa guerra económica
es el gobierno. Ahora, esa forma de idiotez es preocupante, si se parte del
hecho de que la misma lo que traduce es que el gobierno no le piensa hacer caso
a las advertencias, que le vienen formulando economistas, incluso, identificados
con la corriente oficial, en el sentido de que tiene que admitir que el modelo
de política económica, que se implantó desde la época de Chávez, fracasó; en
segundo lugar, aplicar un plan de ajuste, asesorado por el FMI.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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