domingo, 30 de noviembre de 2014

SIMON GARCIA, CONTRADICCIONES Y CAMBIOS.

SIMON GARCIA
            Vivimos en uno de esos escasos nichos arqueológicos del mundo que aún permanece anclado a la antigüedad política. En los últimos quince años nos hemos mantenido girando en dirección contraria a la de todo el planeta. Este anacrónico empeño ha comenzado a naufragar a costa de despellejar al país. 

            El fin, la estrategia y el plan que aplica tesoneramente el gobierno es parecernos a Cuba. Afortunadamente, el comandante no escogió, seguramente por las barreras idiomáticas y culturales, reproducir acá el más cruel y despótico régimen del Jurasic Park comunista: el de Corea del norte.
             Pero tampoco Cuba puede ofrecerse a los venezolanos como un modelo. Ni en lo económico, ni en lo político. No debería serlo, incluso para gente de ideas socialistas, por su criminalización de la disidencia, por la ausencia de libertad expresión, por su asfixia del pluralismo y su imposición de un modo único de pensar.
            Eso lo saben dirigentes del PSUV que están comenzando a proponer variaciones y correcciones tanto en las políticas económicas como en el trato a una oposición al borde de convertirse, en términos de opinión, en una desbordante mayoría. Pugnan también quienes apuntan hacia el modelo chino, sugiriendo acuerdos con el sector empresarial para liberalizar la economía a cambio de hacer más dictatorial a la revolución..
            Existen otros sectores, de intelectuales y dirigentes oficialistas, que han sido objeto de condenas públicas y que han respondido rebelándose ante la cúpula oficialista, exponiendo sus inconsecuencias y desviaciones respecto a lo que ellos consideran el proyecto original, ahora traicionado por Maduro. No hay que desestimarlos, aunque algunos de ellos puedan encajar en operaciones dirigidas a impedir que el descontento de las bases chavistas derive hacia la oposición. 
            La disidencia general continuará adquiriendo fuerza porque quienes dirigen el gobierno tienen una noción de éxito opuesta a los indicadores universalmente aplicados para evaluar el desarrollo humano, las fortalezas y la prosperidad de los pueblos. Se manejan dentro de un casillero ideológico que muta en logro la destrucción de una empresa privada porque contribuye a la extinción del mercado y del capitalismo. Su constante proclamación de falsos éxitos no es más que la repetición de un conjunto de errores de comprobada exactitud.
            Lo grave es que la cabina de mando para capear ahora la crisis está full de pilotos suicidas, convencidos de que profundizarla ayudará a implantar las bases de una transición al socialismo, cueste lo que cueste. Y esta contradicción está incubando aceleradamente no sólo un desencuentro sino un choque por la sobrevivencia entre toda la sociedad y la cúpula oficialista.
            El gobierno sopla burbujas para generar ilusión de prosperidad, pero los hechos cotidianos las revientan en las morgues, los hospitales, las escuelas básicas, ciudad Tiuna, el cementerio de primeras piedras más caro del mundo o la triste agonía de PDVSA. El intento de repetición del Dakazo, poderoso estímulo al consumo capitalista, ha develado que de cada 100 personas en las infames colas, 66 están allí usadas por la mafia del bachaqueo.
            Venezuela vive una época de ocaso. Arbitrariedades autoritarias como sembrar la acusación de magnicidio a Henrique Salas Romer, a Diego Arria, a Gustavo Tarre y a Maria Cristina Machado porque enfrentan con total transparencia pública el rumbo que el gobierno le está imponiendo al país, suscita indignación.
            Una justificada rabia que debe ser un combustible para mejorar la acción cívica y política, partiendo de lo que cada quien pueda hacer en su entorno. Se dirá que un solo palo no hace montaña, pero a veces no se alcanza a ver la sierra porque la tapan nuestros temores, frustraciones y pesimismos. Y si acaso, después de insistir en empinarse no se logra divisarlas, hay que recordar la sensación extraordinaria que significa imaginárselas antes de que broten en la realidad. Entonces uno reafirma que hay que estar en el lado correcto de la esperanza.    
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim      

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