IVÁN OLAIZOLA D’ALESSANDRO, UN PUEBLO ENVILECIDO,

Planteamiento revolucionario: sumar las medallas de Cuba y Venezuela. Dos países un solo presidente.

IVÁN OLAIZOLA D’ALESSANDRO

Jamás pensamos los nacidos en esta hermosa tierra y los que de ella hicieron su patria adoptiva, que algún día íbamos a padecer este triste y denigrante espectáculo que a diario vemos en todas partes y en todo el acontecer nacional de nuestro país. Desde el mismo momento en que el teniente coronel felón, hoy fallecido, asumió el poder. El mismo hecho de que hubiese ganado unas elecciones alguien que atentó contra la Constitución, que usó las armas que la república le había encomendado para su cuidado y defensa y que fue responsable de la muerte de muchos inocentes, ya presagiaba un cambio en la compostura de los hombres y mujeres de esta tierra de libertadores. Luego se han sucedido muchos acontecimientos que han venido acentuando esta precepción que de nuestra gente tenemos, o que yo tengo. Una juramentación del cargo de manera incorrecta y grosera, de burla hacia todo un soberano congreso.

Un discurso agresivo, violento y divisionista. Y el pueblo tranquilo y a si me apuran alegre. Un irrespeto permanente a las instituciones legal y constitucionalmente establecidas, en especial a los partidos políticos democráticos. Una desaforada intención de tomar todas las instituciones del Estado y ponerlas al servicio de una sola persona, de una sola ideología.  Y el pueblo y su dirigencia tranquila. Y así, atropellos tras atropellos, violaciones constitucionales tras violaciones, abusos y más abusos, amenazas y más amenazas se fueron pasando los años, más de trece años, con una sola actitud de rebeldía popular, justificada por lo demás, la del11A, que unos estúpidos, por decir lo menos, dieron al traste y más bien lograron apuntalar al régimen que ya se vislumbraba como forajido. La militarización de todo el Estado se aceptó de manera festiva. No más  ciudadano, ahora el tratamiento pasaba a ser de comandante. No solo los militares se paraban firme, también los civiles. El pueblo pues.

Aceptar sumisamente, tanto por los medios como por el propio pueblo, de  interminables cadenas que violaban cualquier normativa sobre ese aspecto, no le encontrábamos explicación alguna, ni se la encontramos, a no ser que aceptemos que algún alucinógeno haya sido esparcido por toda la geografía nacional. A punto de irse el comandante asistimos al espectáculo de la nominación del sucesor al mejor estilo monárquico. Y así se hizo y así fue. En unas elecciones de dudoso resultado, se aceptó que el ungido, sin preparación alguna ocupara la primera magistratura del Estado. La gata se montó en la batea o como dice el vulgo, “éramos muchos y parió la abuela”. Y el pueblo tranquilo.

Se exponenciaron los dislates en la conducción del autobús del Estado. La economía pasó de mal a peor. La inseguridad, la corrupción, el deterioro pasó de percepción a concreta uy marga realidad. Y el pueblo tranquilo y la MUD (a). Y apareció con fuerza la carestía. Se agotaron los inventarios de todo; de productos de la dieta básica, de las medicina, de los bienes de primera, segunda y enésima necesidad. De lujo y de pacotilla. Ni cabillas, ni cemento, ni kilovatios ni gasolina. Si, ni gasolina. Y el pueblo tranquilo. Y llegaron las sabias medias. Chips, capta huellas, números marcados en los brazos, al mejor estilo nazi,  terminal del número de la cédula de identidad, importar de todo y hasta el crudo “excremento del diablo”.

Y controles y más controles. Y Dakasos y aumento para los militares. Y colas, y más colas, inmensas colas. Y el pueblo haciendo las colas. El pueblo gozando una y parte de la otra en las colas. Y hasta con retratos del supremo y eterno y uno que otro maduro. Por decreto se deroga la primera estrofa del himno nacional. Qué  opinaría hoy en día aquel oficial español que le dijo a su rey "Dadme 100.000 llaneros (venezolanos) y conquisto Europa para gloria de su majestad”. Con menos cubanos nos subyugaron.

Iván Olaizola D’Alessandro

Iolaizola@hotmail.com

@iolaizola1

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