GABRIEL S. BORAGINA |
En el marco del debate sobre las
medidas que debería adoptar el próximo gobierno, se plantea la necesidad de
mantener ciertas políticas encaradas por el actual y reformular -o directamente
derogar- otras que se estima como contraproducentes.
En esta discusión, no sorprende
constatar aquí muchas de las "recomendaciones" efectuadas por
partidarios de la autodenominada "oposición" giran en torno al
sostenimiento de buena parte o -podríamos incluso llegar a decir- de la mayor
parte de las políticas asistenciales que han visto su proliferación e
intensificación durante todo el periodo del gobierno que termina.
En particular, nos llamó
profundamente la atención en la insistencia de ciertos "opositores" a
la subsistencia de transferencias directas, tales como la denomina
"Asignación universal por hijo" (AUH) sin que se aclare qué debería
concretamente hacerse con el resto de los subsidios y transferencias que,
alegremente, ha venido dispensado el gobierno próximo a finalizar.
Más allá que, como ya hemos
explicado muchas veces, todo este tipo de transferencias directas o subsidios
de unos sectores a otros empobrecen a todos a la larga (subsidiantes y subsidiados)
pese a que, en un primer momento, luzca como que los subsidiados se
"benefician" a costa de los subsidiantes, resulta sumamente curioso
detenerse a pensar en las "razones" o "motivos" que pueden
llegar a determinar que ciertas personas se muestren a favor de unos subsidios
y no de otros.
En el caso de la AUH
anteriormente mencionado, la pregunta que se impone es ¿por qué mantener este y
no otros? Una respuesta tentativa podría ser porque se considera
"justo", "humanitario", "solidario", etc. a falta
de otras "justificaciones" de orden económico. Es decir,
"justificable" desde el punto de vista moral.
Pero esto nos mueve a nuevas
preguntas del tipo ¿por qué ayudar económicamente a engendrar hijos podría ser
más justo, moral o solidario que alimentar a la gente, por ejemplo? ¿No sería
acaso más solidario, moral, justo, etc. -en última instancia- que cada
habitante de un país estuviera mejor y más alimentado que antes?
¿"Justificaría" esto la imposición de un subsistido o "asignación
universal al hambre"?
Si lo único que va a tomarse como
parámetro para decretar un subsidio o asignación es un criterio de justicia,
solidaridad, humanidad, moralidad, etc. habría que concluir que todas,
absolutamente todas las necesidades humanas deberían ser o estar subsidiadas
por el "estado", con lo cual la gente perdería automáticamente toda
obligación y responsabilidad por proveer a su propio sustento, ya que ello
"debería" ser un deber "indelegable" de los gobiernos.
No sorprende que este sea el
criterio que prevalece entre los sectores de lo que a nuestro juicio se mal
denomina "oposición" política al presente gobierno. Y no sorprende,
dado que el marco cultural-político que predomina, tanto entre los votantes
como entre los potenciales candidatos con mayores posibilidades de acceder la
poder, es el del intervencionismo económico sustentado -a su turno- por la
socialdemocracia, inspirada en torpes teorías que han recibido diversos
rótulos, como el de "sistema mixto", estado "de bienestar"
o estado "benefactor", de los cuales muchas veces nos hemos ocupado.
Como ya es costumbre en este
tema, parece olvidarse que toda transferencia de ingresos de un sector a otro
de la población genera efectos malsanos, tanto en el plano moral como en el
económico. Repasémoslos sucintamente:
1. En el plano moral, resiente
la responsabilidad personal por el propio cuidado de uno mismo y de su familia
para esperar que todo lo que se recibe provenga de dadivas otorgadas por el
poder. Esto -a su turno- relaja cualquier inclinación hacia el trabajo y la
producción, lo que determina un incentivo de poderosas dimensiones en pos de lo
que se ha dado en denominar la cultura del ocio.
2. En el económico genera un
efecto contrario al que se deseaba, ya que lo que se les quita por la fuerza a
los que lo han producido, para entregárselo a quienes no lo han producido,
transforma, en el mejor de los casos, a los antes pobres en ricos, y a los
antes ricos en pobres, con lo cual la sociedad, en su conjunto, no ha ganado
nada. En ese supuesto -repitamos que sería el mejor escenario imaginable- el
resultado sería un juego de suma cero, en el que lo que unos "ganan"
lo fue porque otros lo perdieron. Y cuando entra a jugar lo que hemos señalado
en el efecto 1, descubrimos que -a la larga- todo el conjunto social se ha
visto perjudicado, descendiendo los niveles de vida a extremos impensados, y
que no se hubieran dado en el caso de que el asistencialismo social no hubiera
existido.
3. El efecto político de estas
medidas genera lo que se conoce como clientelismo, que no es otra cosa que una
táctica política originada y destinada a cooptar y retener una buena masa
cautiva de adeptos, los llamados idiotas útiles que son los que proporcionarán
el caudal de votos necesarios para que los políticos -que conceden alegremente
el fruto del trabajo ajeno a quienes nada han hecho por el mismo-, ganen en
cada elección que se presenten. Sobran los dedos de una mano para encontrar
gobiernos que no hayan recurrido a este "truco". Las diferencias
entre unos y otros no han pasado de mostrarse más "moderados"
aquellos que estos en hacerlo.
Resumiendo lo hasta aquí esbozado, en tanto y
cuanto el plafón cultural-moral-educativo no sufra modificaciones respecto de
"ideas clave" como las de la libertad y responsabilidad individual,
la importancia y el papel de la propiedad privada y de los mercados libres en
la generación de riqueza y de mayores oportunidades para todos sin exclusión,
etc. seguiremos "navegando en un mar" de gobiernos que practicarán
populismo, y que se diferenciarán entre si nada más que respecto del grado en
que lo harán. Pero hemos de tener en claro que dichas políticas no permitirán
mejores niveles de vida para aquellos a quienes se dice ser sus destinatarios.
Por el contrario, producto de los incentivos y desincentivos que operan en
sentidos inversos, y a la descapitalización creciente que -en términos reales-
implican estas "asistencias sociales", la situación de los pobres
("excluidos" se les llama ahora) será cada vez mucho peor.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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