ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR |
Todo socialista medianamente instruido sabe
que hasta bien entrado el siglo XVIII la humanidad se debatía en un ciclo
fatídico y devastador que consistía en largas épocas de hambruna, epidemias y
guerras que se alternaba con cortos períodos de bienestar relativo y precaria
paz. No fue sino gracias a la revolución industrial capitalista, cuando el
mundo se desembarazó en parte de tanta fatalidad periódica.
Cualquier comunista medio estudioso está al
corriente que cuando la máquina sustituyó al obrero en el siglo XIX y surgió la
clase capitalista, la clase obrera llevó la peor parte. Ya había aparecido Marx
con su comunismo que años después esclavizó al trabajador y resultó en el rayón
ideológico que hoy todos conocemos. En el resto del mundo, surgió el
capitalismo social con su lucha de clases a través de los sindicatos, derecho a
huelga, seguridad social y leyes del
trabajo. La diferencia en los resultados se hace evidente cuando se comparan las dos Alemania,
las dos Vietnam, las dos Coreas; la capitalista triunfadora, la comunista
parasitaria y pobre.
¿Cómo haría un guerrillero trasnochado de la
MUD, digamos por ejemplo, perteneciente a Bandera Roja, para afirmar lo antes
dicho? ¿Cómo haría para explicar que en
pleno siglo XX, vendría el “imperio” y sus aliados a ofrecer al mundo las
maravillosas eras atómica, espacial, cibernética y genética que nos
catapultarían hacia el progreso? Se imaginan a un ex cabeza caliente relatando
que los llamados “imperialistas explotadores”, mediante la disciplina, destreza
e inteligencia lograron liberarse de la pobreza mientras que la Cuba comunista,
que la tenemos frente a las ñatas, sucumbió ante el fracaso y la desolación.
¿Cómo
haría un aún infectado por el sarampión marxista universitario de su juventud,
para liberarse del igualitarismo retrógrado, de las revueltas pasionarias
recicladas y de tanta basura doctrinaria descontinuada por obsoleta? Tendría
que aceptar que la demagogia, proteccionismo y facilismo son perjudiciales y
que a los pobres hay que enseñarlos y obligarlos a trabajar y no regalarles el
pescado. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto
Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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