martes, 4 de noviembre de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., EL CHAVISMO TROGLODITA

 “La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente de educación, en una escuela de moral, de justicia y de leyes”  Simón Bolívar
 
CARLOS E. AGUILERA A
Irónicamente se suele denominar troglodita, a  personas que se le compara con aquellas que en épocas pretéritas habitaban en cavernas, y pertenecían a un pueblo legendario que el historiador griego Herodoto situó en el norte de África. Vale decir, que el estereotipo del hombre prehistórico normalmente tenía una conducta brutal y su comportamiento era bárbaro y tosco.

Es lo que desde hace quince años estamos presenciando los venezolanos, desde que llegaron al poder quienes exacerbados por su fanatismo, ciegamente se han convertido en intolerantes y violentos contra quienes no comparten sus ideas socialistas y bolivarianas según sus prédicas, pero huérfanos de una filosofía o doctrina, o lo que es igual, algo así como un arroz con mango, o como diría una mujer de la tercera edad que hacia cola en una entidad bancaria para cobrar su pensión, “esta vaina que llaman socialismo bolivariano, no es ni chicha ni limonada”. Mi pensión dijo en alta voz, como para que escucharan sus vecinos pensionados, no es un regalo ni un favor del chavismo, pues me corresponde por ley. Allá quienes se dejan meter esa coba de que fue Chávez el que les hizo justicia”. Como era de esperar, una señora  que vestía una franela y gorra roja, inmediatamente le soltó una sarta de improperios y groserías con lenguaje vulgar, que obligó a hombres y mujeres a mandarla callar.
El comentario obligado de quienes esperaban para cobrar su pensión, no se hizo esperar y muchos aducían que el comportamiento y manera de expresarse de la señora que se identificó como chavista, obedecía al lenguaje que a diario se escuchaba en boca del extinto Chávez y ahora de su hijo putativo y heredero, Nicolas Maduro, que insulta a diestra y siniestra, a veces con groserías a sus contrincantes políticos. Con ese mal ejemplo –coincidían quienes criticaron a la mencionada señora – que se puede esperar de sus acólitos, que ven en sus líderes (¿) socialistas del siglo XXI , como cosa natural el insulto, el improperio, el agavillamiento, la amenaza, y hasta el atropello físico. Esto último perpetrado por policías, militares y los llamados colectivos, que en más de una ocasión han agredido a estudiantes, mujeres y obreros, como lo registran las informaciones recogidas por los medios de comunicación, desde hace varios años.
El encendido fanatismo de quienes se dicen defensores del chavismo, llega a extremos inauditos, al colmo de exagerar la figura del fallecido hijo de Sabaneta, exaltándolo como un Santo, hasta en estampas cual José Gregorio Hernández, - que me perdone el médico trujillano milagroso la comparación-  algo como lo que ocurrió en República Dominicana, con el dictador Rafael Leonidas Trujillo, de nefasta recordación por sus crímenes, al que sus seguidores y fanáticos, lo comparaban con Dios para demostrar su amor hacia él.
Hombres y mujeres del país repudian que Nicolás Maduro en sus diarias peroratas televisadas y en cadena por la red oficial  insulte, agravie, descalifique y exponga al escarnio público a quien le venga en gana, faltándole el respeto a la gente y con frases como estas: ““Yo sé lo que están buscando ellos  -refiriéndose a la oposición- . Ellos están buscando que este pueblo se arreche y un día salga pa’ la calle y no lo podamos parar; y ese día nosotros todos nos iríamos con el pueblo a la calle y yo no sé cuándo regresaríamos nuevamente”. O esta otra: “El gobernador del Estado Miranda, es un ladrón”.
Su camarada Diosdado Cabello, tampoco se queda atrás y en más de una ocasión ha insultado con vulgares adjetivos a sus contrincantes políticos y hasta testigo, pero mudo y sonriente, fue de la golpiza que en plena Cámara de la Asamblea Nacional le dio un salvaje ciudadano de su partido, al diputado Julio Borges de Primero Justicia y también el bochornoso espectáculo que otra colega de su fracción parlamentaria, brindo en plena sesión del dizque Poder Legislativo, al agredir físicamente a la honrable diputada María Corina Machado, a quien posteriormente y pasando por encima de la propia Carta Magna, la despojaron de su cargo para el cual fue electa por el pueblo. La Bicha, como la denominó vulgarmente el finado Chávez, es letra muerta para los chavistas.
El Frente de Víctimas contra la Represión y el Foro Penal Venezolano denuncian que varios de sus integrantes, así como otros detenidos en agosto pasado fueron objeto de persecución, intimidación y abuso sexual. La violencia por otra parte, está desangrando al país y  cunde el pánico,  pues en las últimas semanas han sido asesinados hombres y mujeres, cuyos cuerpos aparecieron desmembrados, situación ésta que jamás había ocurrido en Venezuela.
La violencia se ha convertido en arma natural de los chavistas,  que  validos de una patente de corso e impunidad, hacen de las suyas y cometen actos reñidos con las más elementales normas y principios morales de respeto y educación. Lo ocurrido en días pasados con los presos políticos detenidos en Ramo Verde, pone de manifiesto el desprecio y humillación al que son sometidos Leopoldo López, Daniel Ceballos, Enzo Scarano y Salvatore Lucchesse, pues además .del trato inhumano y denigrante que les fue inflingido, sus carceleros les arrojaron a través de las rejas excremento y orina, por órdenes de su Director. 
No hay duda alguna, de que los chavistas pertenecen a la especie de los llamados  trogloditas, y poco les importa el pensamiento bolivariano del que tanto hacen alarde, pues más bien ofenden a la memoria del Libertador, quien en sus cartas y discursos hizo prevalecer la justicia, como se puede leer seguidamente: “La naturaleza a la verdad, nos dota al nacer del incentivo de la Libertad; más, sea pereza, sea propensión inherente a la humanidad, lo cierto es que ella reposa tranquilamente aunque ligada con las trabas que le impone. Al contemplar este estado de prostitución, parece que tenemos razón para persuadirnos que los más de los hombres tiene por verdadera aquella humillante máxima, que más nos cuesta mantener el equilibrio de la Libertad, que soportar el peso de la tiranía. Ojalá que está máxima no estuviese sancionada por la indolencia de los hombres con respecto a sus derechos más sagrados”.

Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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