viernes, 7 de noviembre de 2014

DOUGLAS JÁTEM VILLA, EL CIEGO O EL QUE DA EL GARROTE

DOUGLAS JÁTEM VILLA
Durante los últimos casi 16 años los venezolanos hemos tenido uno de los peores  desgobiernos de nuestra historia, y se puede agregar de todo el mundo. Cuando la historia describa este gobierno, registrará lo que ha sido nuestra “cartilla de vida”, vale decir: concentración totalitaria del poder y muerte de la justicia, politiquería en la FAN, corrupción, destrucción de la economía y la producción, vía déficit, inflación, escasez, devaluación, debiéndose destacar la tragedia de PDVSA; deterioro o ausencia de servicios básicos, como educación, salud, lo que significa el crecimiento mortal de diversas enfermedades; seguridad, electricidad y otros; pérdida de confianza en el voto, entrega a Cuba, división entre los venezolanos, y hasta la injuria por parte de un presidente que considera que el pueblo venezolano solo merece la tercera parte del salario que corresponde a los privilegiados, los militares. 

Pero, desde este sitio se tiene la apreciación, que se quisiera que fuera incierta, de que nuestra tragedia es peor dado el comportamiento que luce anómico de los venezolanos que nos oponemos al régimen. Se reconoce la inmensa desigualdad ante el totalitarismo gubernamental que puede inhibir iniciativas opositoras por diversas razones y vías, pero la evidente condena al desgobierno, peor que un pésimo gobierno, debería ser un antídoto contra la anomia ante el autoritarismo gubernamental. 

Los venezolanos habíamos alcanzado niveles aceptables de ciudadanía democrática, y si hoy padecemos anomia, debe ser producto de algo, una especie de proceso vicioso, que produjo este resultado. Entre las causas del proceso vicioso referido, se han señalado el deterioro avanzado de los partidos políticos y sus directivos, y la aventura filibustera de sectores económicos. Con base en las ciencias sociales, se puede pensar que un proceso similar, pero virtuoso, puede generar la recuperación de nuestra ciudadanía. Se acostumbra apelar a los ejemplos motivadores, como Bolívar, Gandhi, Martin Luther King, y otros, pero la situación de la Venezuela posterior a 1958 no es la de necesitar uno de esos mesías, sino la de despertar y reaccionar en forma organizada. A pesar de que se presentan unas cuantas personas y partidos políticos proponiendo muchas líneas de acción, muchas demasiado trilladas, en este sitio no se aprecia, y se reitera la esperanza de estar equivocado, la búsqueda y motivación del proceso virtuoso requerido. 

A nadie se le ha ocurrido presentar alguna disculpa por los evidentes errores cometidos. No se registra la decisión de rectificar para hacer política con la finalidad de servir a la gente, y por el contrario se aprecia la politiquería acostumbrada para conquistar y ejercer el poder bajo el modelo partidista. 

Es obvio que para servir a la gente se requiere tener el poder, pero también se ve claramente que el partido sigue aplicando la práctica de que tener el poder es ejercerlo bajo el modelo partidista, a pesar de que ya no es viable, y no solo en Venezuela, sino en todo el mundo. 

Se acepta que el partido debe seguir siendo la célula del tejido democrático, que puede ser, y quizás debe ser, el punto de partida del proceso virtuoso recuperador de la ciudadanía democrática. Pero tiene que ser un partido distinto que acepte la inevitable incorporación de la sociedad civil, algo que procura el Papa Francisco, y en esa dirección se agrega que la religión será factor determinante en la recuperación moral y política de la humanidad. 

El partido debe evitar la experiencia de Luis XVI. Se piensa que debe reunir algunas características, tales como que el ejercicio del poder  no constituya una fuente de “beneficios” para la organización; entender a la ciudadanía o sociedad civil como una especie de contraparte participativa del Estado, del cual forma parte el partido; proponer una concepción filosófica y política coherente con la Constitución Nacional, sin que esto niegue la posibilidad de proponer cambios que mejoren la democracia; democracia interna que incluya someter al voto “primario” de los miembros, la elección de las autoridades a todos los niveles, y también los candidatos a cargos electorales; garantizar la libertad de conciencia del miembro de la organización y por ende su libertad de decisión; y otras que se pueden plantear en otro momento. Los partidos opositores dan la impresión de que se quieren autoconvencer de que habrá elecciones en 2015, pero parece una irresponsabilidad no admitir como un escenario probable, ni siquiera posible, el que la dinámica interna chavocastrista, o cualquier otra razón, las impida. Se  exceden al condenar otras propuestas opositoras, no solo que no niegan la elección de la AN, sino que también merecen respeto, sobre todo porque son fundamentadas. 

Desde aquí, solo se entiende la condena al valiente movimiento estudiantil con base en la descalificación de iniciativas diferentes a las del “líder”. Dan la impresión de que se quieren autoconvencer de que  ganarán la votación borrando rápida e inexplicablemente su larga condena de la autocracia chavecista en la manipulación del sistema electoral, llegando hasta prácticamente implorar un diálogo que el gobierno no realizará, y a aceptar acuerdos en la AN que pueden terminar “legitimando” tal manipulación. Como dice el dicho, “Bueno es cilantro, pero  no tanto”. 

Así como no es viable el chavocastrista Socialismo del Siglo XXI y su manipulación absolutista del poder, tampoco es viable la prepotencia del partido sobre la ciudadanía, y se les debe cuestionar que sigan pretendiendo “monopolizar” la voluntad electoral del pueblo como si eso fuera de su propiedad. Pueden dar la impresión de que piensan que la gente debe sentirse satisfecha de poder votar porque eso es la democracia, y que no le debe importar tener que sufragar por las personas que ellos imponen, reunidos a puerta cerrada y aplicando un consenso que significa el reparto que hacen de las curules de la Asamblea Nacional, independientemente de que esas personas sean o no los venezolanos mejor capacitados para integrar el Poder Legislativo. Evidentemente, los partidos tienen la potestad  de decidir qué personas postulan, miembros o no de la organización, pero ni siquiera deberían actuar en forma tan “mafiosa” en el caso que se tratara de elecciones en las que cada partido compite con los otros, porque aún en esa situación deberían someter la escogencia de los candidatos al voto “primario” de los miembros del partido, algo que establece la Constitución que juran respetar y preservar. Mucho menos pueden actuar en forma inmoral, aunque se justifiquen en la política, pretendiendo “obligar” a la gente a votar por sus listas porque ellas significan la unidad que posibilita derrotar al chavecismo, cuando esa tal unidad solo se ha manifestado en el reparto por consenso de los cargos, no ha frenado el totalitarismo chavocastrista, y no ha aportado a la lucha agónica de la gente por su sobrevivencia. Cabe preguntar cuál sería el comportamiento unitario de estos partidos si se tratara de organizaciones fuertes con posibilidades de triunfo para cada una?

Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv

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