Los antiguos griegos usaban la palabra idiota
para referirse a quienes no se involucraban en los asuntos públicos. Ejercer la
ciudadanía formaba parte de las virtudes fundamentales y condición para la
libertad. Era una de las vías para adquirir humanización en contraste con periecos
y esclavos, impedidos del derecho a deliberar, participar y decidir en las
distintas manifestaciones de vida comunal.
Ahora, en la cada vez mayor precarización de
nuestra democracia, nos asalta la pregunta ¿Quién va a cuidar de ella? Según
las encuestas, somos un pueblo informado que sigue con atención lo que hacen
los políticos tanto del gobierno como de la oposición. Datos que parecen
indicar que está en curso un proceso de mayor sensibilización hacia la política
y su importancia para el futuro del país.
Una de esas organizaciones, cuidadora y
generadora de democracia, debe ser la MUD. Pero ella parecía haber llegado a un
punto crónico, afanada en convencer a los ya convencidos. La aparición de dos
propuestas estratégicas, un desarrollo inconveniente y anticipado de la pugna
por el liderazgo y la renuncia de Ramón Guillermo Aveledo proyectaron una
imagen de debilidad y prendieron las alarmas sobre un inminente desbordamiento
de conflictos internos.
La designación de Chúo Torrealba como Secretario Ejecutivo de la MUD paró esos riesgos y se convirtió en un acontecimiento que devolvió importancia a lo que está ocurriendo en el lado opositor y en el mundo, más amplio, de los descontentos. El interés que despertó el anuncio se justifica, precisamente, porque la oposición enfrenta el desafío de expresar y representar también a quienes no se han sentido, hasta ahora, identificados con ella a pesar de que no comparten las políticas gubernamentales. Chúo satisfacía esas expectativas.
Toda la oposición formalizada y la que brota
espontáneamente como una reacción en cadena ante la destrucción de país que
está ocasionando el modelo y la gestión
gubernamental, enfrentan nuevos retos. Pero el viento está soplando a favor de
la MUD frente a la acumulación de evidencias de que tenemos un Estado que va en
contravía al interés de la sociedad.
Un punto favorable es que la Unidad ha tomado
la dimensión de una respuesta nacional, apoyada en los partidos, pero que ha
trascendido los límites de una polarización establecida a la medida del interés
gubernamental. Sería suicida para la
oposición reproducir ese esquema de confrontación brutal, así como no
comprender que los atributos de la tolerancia y la convivencia son inevitables
en la cultura política que vamos a necesitar ahora en adelante.
Otra ventaja, que apenas comienza a operar,
es que la oposición es ya una mayoría irrefutable. Pero su pluralidad, su
diversidad de intereses y visiones, requiere construirle una identidad que
admita las diferencias y valore los aportes que cada quien pueda dar. En ese
sentido, la unidad es la primacía de una suma coherente de propósitos sobre los
objetivos particulares de cualquiera de las organizaciones participantes. No
una rendición del que llega a ella.
Finalmente, hay dos aspectos que la nueva MUD
debe cubrir. El primero es no sólo cual país va a ofrecer sino como va a
elaborar esa oferta para que conduzca a la unidad programática, sustento
indispensable para darle sentido a la calle y al voto. El segundo es definir y
crear conciencia sobre la naturaleza, composición y objetivos del gobierno de
unidad que va a sustituir al actual sistema de poder.
El giro de Chúo ya está demostrando los nuevos rumbos para la MUD. Ha proporcionado puntos de encuentro para las discrepancia mayores y ha legitimado la posibilidad de competir con propuestas distintas dentro de un mismo proyecto. En vez de criminalizar los desacuerdos, los admite mientras contribuyan al crecimiento temático y numérico de una alternativa.
El diálogo ha salido de la lógica de la
reprobación porque el planteamiento de Chúo lo convierte en una herramienta
dentro de la MUD, entre la MUD y sus bases de apoyo y entre el bloque opositor
y los sectores que aún no definen una actitud definitiva o que están dejando de
apoyar al gobierno. El diálogo es manejado como otra forma de comunicar y
luchar por objetivos de cambio, incluso cuando se establece con los factores de
poder.
La
otra ganancia del giro de Chúo es el lugar que está ocupando, desde ya, la
movilización en torno a temas sociales y reivindicaciones no propiamente
políticas. Es un ensanchamiento de la acción indispensable para acumular
fuerza, porque como todo el mundo sabe una forma de combatir el frío es ponerse
en movimiento.
El giro de Chúo propone poner en movimiento a
la MUD.
Simon
Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
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