La historia del Estado fascista “es la historia de las luchas entre bandas, pandillas y grupos delictivos”. Theodor Adorno, Reflexiones sobre la teoría de clases.
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En 1940, recién
instalados en Estados Unidos escapando del nazismo, las dos cabezas más
ilustres de la Escuela de Frankfurt y fundadores de la llamada Teoría Crítica –
Theodor Adorno y Max Horkheimer - se hicieron a la tarea más importante y de
mayor envergadura de sus vidas tras la instalación del Institut für
Sozialforchung: la fundamentación de una nueva filosofía para la interpretación
de la realidad de los nuevos tiempos. De una parte el capitalismo post
industrial, y de la otra el totalitarismo, tanto el soviético como el hitleriano.
Su primera y más deslumbrante concreción sería Die Dialektik der Aufklärung, la
Dialéctica de la Ilustración. Como se lo escribiese Adorno a Horkheimer en una
carta del 10 de noviembre de 1941 en que le adelanta algún fragmento que
serviría de arranque a la redacción definitiva de la obra:
“Esencialmente se refiere a la dialéctica de la Ilustración, o a la dialéctica de la cultura de la barbarie”. Pues al cabo de dos siglos del más deslumbrante despliegue de la cultura, el racionalismo y el enciclopedismo, el auroral Siglo de las Luces, la Ilustración o el Iluminismo, habían arribado a la aterradora conclusión que detrás de ese deslumbramiento especular yacía, se incubaba y se alzaba como un gigante devorador la sombra omnipotente de la barbarie. Provisto ahora de una razón inmanente; la burocratización del Estado, la tecnología del Poder Total.
Se servirían
tanto Horkheimer como Adorno, en lo fundamental, de la herencia marxista,
particularmente de los escritos de juventud o Jugendschriften de Karl Marx,
filosóficamente revisados y analizados por uno de los más brillantes
intelectuales húngaros que hacía vida en Alemania cerca del Instituto desde su
fundación en la Universidad de Frankfurt am Main a comienzos de los años 30, en
su extraordinaria obra temprana Historia y Conciencia de Clases, Georg Lukács.
Si bien la experiencia directa del fascismo italiano y del nazismo alemán los
había llevado a la conclusión de que el concepto de clase social y el de lucha
de clases ya no respondían a la descripción viva y actual del proceso de
desarrollo del capitalismo post industrial y las sociedades totalitarias.
Refiriéndose a
los nuevos sistemas de dominación del capitalismo, tanto en Alemania como en
Italia, Adorno se ve enfrentado a la necesidad de dar cuenta de un fenómeno
inédito en la historia europea moderna, que lo obliga a plantearse una nueva
teoría que llamó “teoría de las bandas delictivas”: “No fueron las leyes del
trueque” – escribe Adorno en sus Reflexiones sobre la teoría de clases, - “los
que condujeron a la más reciente forma de dominación, como la forma
históricamente adecuada para la reproducción de la sociedad en su totalidad en
la etapa presente, sino que la antigua forma de dominación había entrado en
algún momento en el aparato económico, para, una vez que lo dominara por
completo, destruirlo y facilitarse la vida.
En una abolición de las clases de este tipo, la dominación de clases
llega a sí misma. La historia, según la imagen de la última fase económica, es
la historia de los monopolios. Según la imagen de la usurpación manifiesta
llevada a cabo actualmente por los líderes el capital y del trabajo en
concordancia, ella es la historia de las luchas entre bandas, pandillas y
grupos delictivos.” Otro alemán cercano al Instituto, Bertolt Brecht, le daría
un discurso dramático: el Teatro del distanciamiento.
2
Urgencias de los
tiempos impidieron que Adorno y Horkheimer se hicieran al difícil y complejo
trabajo de acumular aparato crítico y suficiente literatura y documentación
económica estadística – estaban bajo la presión del pragmatismo positivista
norteamericano -, sociológica e histórica probatoria como para desarrollar esa
genial iluminación sobre un aspecto crucial de los procesos de acumulación y
reproducción ampliada de capital bajo la hegemonía de fenómenos totalitarios,
cuando la política se impone sobre las leyes del mercado y el gansterismo, las
mafias y el bandidismo se imponen, al abordaje y manu militari, sobre la propia
dinámica de los procesos económicos y los férreos controles de las
instituciones del Estado, convertidas en casinos y bodegas de acopio de gigantescos
montos de dinero con los que, desde dentro del Estado y en un insólito proceso
de auto fagocitosis, una cúpula pandillesca saquea los bienes de la Nación y
procede, mediante el acorralamiento, la extorción, la persecución, la cárcel y
el asesinato a recomponer las relaciones de propiedad, a desplazar a una
burguesía por otra, fundada en el expolio, y sobre esas bases reestructurar los
grupos dominantes y sus bases económicas
Es lo que hemos visto en Venezuela desde el momento mismo en que las pandillas militares, bajo la astuta e inclemente mirada del caudillo – el Führer- asaltaran el Estado y conformaran una nueva élite económica, brotada prácticamente de la nada y se hicieran de bancos, compañías de seguros, líneas aéreas, haciendas y empresas importadoras, tras haber penetrado todas las capas y segmentos de la sociedad, haber destruido la vida económica de la Nación y haberse hecho la vida fácil apropiándose de paso mediante el robo o la compra corruptora del complejo comunicacional de la Nación. Previa putrefacción del cuerpo social mediante el pandillismo callejero, aviesamente promovido, desarrollado y exacerbado desde las propias instituciones del Estado.
Fue la forma con
que los fascistas italianos y los nazis alemanes llevaron a cabo su proyecto de
dominación universal. Con una diferencia significativa respecto de la
dominación del fascismo latinoamericano: Perón, Castro y Chávez. Mientras
aquellos permitieron el saneamiento y crecimiento de sus economías impulsadas
por la guerra, resolviendo los problemas estructurales de sus economías
nacionales – desempleo generalizado y altísimas tasas de inflación - estos
últimos saquearon, devastaron, redujeron las economías nacionales a cenizas y
se sentaron a disfrutar del Poder sobre una pobresía amamantada con los restos
y migajas el expolio, una clase media destrozada y una oligarquía de
propietarios reducidos a convivir con el régimen y sumarse a la pandilla,
vender sus propiedades a precio de gallina flaca o dejárselas expropiar por la
fuerza o emigrar. Sin el más mínimo interés en permitir el crecimiento
económico de sus países.
¿Qué son los
grupos de poder económico y político de Diosdado Cabello, Rafael Ramírez,
Nicolás Maduro, José Vicente Rangel, Jesse Chacón, Jorge Arreaza, y sus testaferros civiles y militares como
José Zambrano, Torres Ciliberto, Rodulfo
Cirilo, Alejandro Andrade Cedeño, Tarek El Aissami, Hugo Carvajal, Eudomaro
Carruyo, William Ruperti, Rafael Sarría y tantos otros que ilustran la historia
de las mil y una noches de las riquezas deslumbrantes de pandillas enriquecidas
en tiempo récord sino miembros conspicuos que han venido a actualizar la teoría
de las bandas delictivas que conforman el nuevo entramado del capitalismo
gansteril o socialismo del Siglo XXI que han llegado para asombro y terror de
una sociedad rica en petróleo que, soportada por un crecimiento exponencial del
precio del crudo y el control absoluto y totalitario de las instituciones
contraloras han permitido el surgimiento, emergencia y explosión de fastuosas
riquezas logradas al amparo de la complicidad del caudillo, exactamente como
sucediera en la Italia de Mussolini y en la Alemania de Hitler?
3
A estas alturas de la devastación generalizada del aparato
productivo, reducida la economía nacional a economía de puertos, arrasados el
campo, el comercio, la industria, al borde del default y la bancarrota del
Estado y la declaración de insolvencia frente a la cuantiosa deuda externa,
¿cuán posible es el cambio, el retorno o la reconstrucción de la economía
nacional como para aceptar las propuestas del régimen al sector político y
empresarial aún subordinados a sus determinaciones? ¿Está el gobierno de
Nicolás Maduro y, con él, todo el aparataje político del régimen en capacidad
de sacar a flote la economía nacional, como pretenden algunos dirigentes opositores? ¿O se
encuentra en un callejón sin salida, como acaba de afirmarlo en un brillante
artículo la periodista Jurate Rosales?
(linkis.com/www.vozveraz.com/opi/CycaO)
Preguntas todas de naturaleza más tecnocrática que política, si es
que ambas esferas son realmente disociables. La respuesta propiamente política,
a la que aquellas debieran subordinarse, apunta en otra dirección: ¿cuán veloz
es el proceso de hundimiento de la economía venezolana en los abismos de la
bancarrota? ¿Cuánto espacio de maniobra tiene el régimen para mantener la
ficción de su funcionamiento? ¿Cuán irreversibles son los daños al tejido
económico de la Nación y cuán acelerado su deterioro como para sentarse a
esperar por un traspaso de gobierno y responsabilidades – si ello fuera
imaginable en una derrota por forfeit - como para desentenderse de la tragedia
y posponer toda acción a eventuales elecciones respecto de las que ni siquiera
se puede tener certeza irrebatible de que se llevarán a cabo? ¿Debe esperar la
sociedad venezolana consciente del mal y única capaz de enfrentarlo a que la
sociedad venezolana alcance los niveles de devastación de la sociedad cubana?
¿Cuál es la relación proporcional del tiempo de espera electoral con el tiempo
de fortalecimiento auto sustentado de la devastación? ¿Hasta cuándo es posible e imaginable que
haya tiempo suficiente como para desalojar las pandillas, sanear la contaminación
y putrefacción institucional y recuperar una sociedad saneada? ¿Es mensurable
el tiempo generacional para imaginarse una Venezuela limpia, incontaminada,
productiva y en franco proceso de crecimiento en valores clásicos de la
modernidad, como la educación, la prosperidad, la salud, la riqueza, todo ello
en nuestro horizonte histórico inmediato?
Todas son preguntas de extrema gravedad, sin posible respuesta.
Sólo espero que la criminalización que afecta al Poder no haya afectado aún a
la oposición. Y que las pandillas y el pandillismo gansteril que se han
apropiado del Estado y la economía venezolanas y ya habrán extendido sus
tentáculos a las dirigencias hayan encontrado en las sanas militancias de base
y en la sociedad civil un muro de contención insalvable. La esperanza es lo
último en perderse.
Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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