La
reciente caída en los precios del petróleo es resultado de una serie de fuerzas
que al unísono apuntan hacia un mercado deprimido a mediano plazo.
Desde
finales de junio de 2014 hasta mediados de octubre, los distintos precios
internacionales del crudo han descendido entre un 20% y un 25%. La pregunta en
estos momentos es en dónde se encuentra el piso, si alrededor de US$80 barril,
que es a lo que actualmente se aproxima, o si US$70 barril o incluso menos.
La
mayor parte de los analistas en este campo son pesimistas sobre la evolución
futura de los precios. Después de todo, por el lado de la demanda, las
previsiones sobre las economías de Estados Unidos, la Unión Europea, China y
otros países asiáticos son hoy por hoy las de un menor crecimiento en relación
con las que se tenían hace unos meses. Y por el lado de la oferta, el
significativo aumento de la producción petrolera de Estados Unidos y otros
países originada en la explotación de esquistos bituminosos le ha dado un
vuelco a las condiciones del mercado.
A
lo anterior se agrega la falta de acuerdo en el seno de la OPEP. Arabia Saudita
y los Emiratos han dado a entender que no están dispuestos a defender un precio
alto (cercano a US$100 barril), tal como lo solicitan Irán, Venezuela y otros
de sus miembros cuya situación fiscal es desesperada. A estos últimos países
les pasó lo de siempre: derrocharon los excedentes de la bonanza y se
acostumbraron a niveles de gasto público solo sostenibles con los precios de la
fase alta del ciclo, pero que nada que ver con los precios de las épocas de
vacas flacas.
Pues
bien, en el caso del petróleo, parece que luego de varios años de vacas gordas
llegaron las vacas flacas. Arabia Saudita y los Emiratos aparentemente han
resuelto no sacrificar participación de mercado para defender un precio alto.
No estarían dispuestos a recortar su producción para evitar que el precio se
mantenga por encima de cierto nivel.
En
los años ochenta hicieron un gran sacrificio para defender los precios.
Redujeron participación de mercado, pero los precios cayeron de todas maneras,
y se mantuvieron bajos durante 16 años, debido a la entrada en ese entonces de
nuevos actores como los países del Mar del Norte (Reino Unido y Noruega
especialmente), México y otros. Adicionalmente, sus recortes de más de 60% en
la producción no fueron seguidos por otros miembros díscolos de la OPEP que le
“pusieron conejo” a los acuerdos alcanzados.
Todo
parece indicar que Arabia Saudita y los Emiratos consideran que la situación
actual es muy parecida a la del final del ciclo de precios altos de comienzos
de los años ochenta. Es decir, creen que las actuales condiciones estructurales
del mercado internacional del petróleo conducirán inevitablemente a un ciclo de
precios bajos, cuya duración puede ser incierta pero que de todas maneras se
extenderá por algunos años.
Así
las cosas, Arabia Saudita y los Emiratos han decidido dejar que las fuerzas de
mercado operen. Están en mejores condiciones fiscales que los otros miembros de
la OPEP. Pero además, dejar que las fuerzas de mercado operen es lo que más les
conviene. Sus costos de producción son muy competitivos a diferencia de una
serie de otros países productores. El descenso de los precios “limpiará” al
mercado de los productores menos eficientes.
Dicho
descenso también desestimulará la producción basada en la explotación de
esquistos bituminosos, cuyos costos de producción están por los lados de
US$60-70 barril. Igualmente frenará las aventuras relacionadas con la
explotación de fuentes energéticas alternativas.
De
manera que no solamente Arabia Saudita y los Emiratos mantendrían o aumentarían
a corto plazo su participación de mercado, sino que a más largo plazo estarían
en condiciones de beneficiarse mayormente en el próximo ciclo de precios altos,
el cual llegaría antes de
lo que sucedería si en las condiciones
estructurales actuales se mantienen precios artificialmente altos.
Muy
interesante lo que sucederá en la próxima reunión de la OPEP del 27 de
noviembre (o antes si se atienden las angustiosas solicitudes de países como
Venezuela). Como van las cosas, para los países derrochadores productores de
petróleo eso que después de la fiesta viene el guayabo o resaca, se quedaría
corto: lo que se vislumbra es un ajuste de “madre y señor nuestro”.
Sammy Landaeta Millán
sammylandaeta@gmail.com
@ProtestaMilitar
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