sábado, 11 de octubre de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, ¿PODEMOS TODAVÍA SOÑAR?

La esperanza que llevó a un pueblo a creer en la aventura bolivariana se ha consumido. Bajo el peso del fracaso del proyecto chavista, el régimen ha convertido la realidad en una burla a los sueños del ciudadano que aspiraba un mundo mejor.

 “Cheverito” ese personaje de “comics” inventado para promover el turismo nacional, terminó convirtiéndose en la imagen perfecta de la patética realidad.
El personajito existe solo en la mente de los funcionarios, esos que pueden viajar por el país en camionetas de 32.000 dólares, con escoltas, con cámara de fotografía última generación, con su tableta, un iPhone y derrochando en hospedaje, transporte y comidas, que el venezolano de pueblo no puede costearse.
Ese país que dibujan en la historia es el representado en el discurso oficial, como si viviéramos en otra galaxia. La verdadera realidad la describen las noticias: vías intransitables, asaltos en carretera, secuestros y asesinatos, esperan a la vuelta del primer cruce de carretera.
El presidente Maduro salió defendiendo a “Cheverito”, no entiende que Venezuela está sufriendo, para él el país está chévere, el venezolano no tiene razones para estar amargado, como va ser, si estamos como los cubanos nadando en el mar de la felicidad.
A quien se le ocurre creer que en el país se ha destruido la producción, si los supermercados están llenos de productos. Como se atreven a decir que tenemos problemas sanitarios, si aquí no hay enfermos, ni epidemias y las farmacias no alcanzan a almacenar todas la medicinas que poseen en inventario.
Imagínense lo que inventan los de la oposición, que aquí hay inseguridad, cualquier país tiene 200.000 mil muertos por año y nadie dice nada.
Para Nicolás, no hay problemas con las líneas aéreas, ni los Castro mandan en el país, perdón esto si lo sabe porque es el primero que recibe órdenes, pero le instruyeron que lo negara. Hace la concesión a cambio de que lo mantengan en el poder.
Por lo visto “Cheverito” fue asaltado, asesinado a balazos y detenido por militares en protestas opositoras. Lo que encontró fue supermercados con estantes vacíos, se quedó sin conocer destinos a causa de los retrasos aéreos y al mal mantenimiento de los aviones, hasta se asustó cuando le informaron que no había repuestos para repararlos, trato de viajar por carro pero se encontró con la misma situación.
Los venezolanos siempre nos hemos sentido orgullosos de nuestro país, su diversidad geográfica natural, su clima, sus playas, sus montañas, la Gran Sabana, sus islas, han sido lugares que hemos disfrutado en nuestros viajes del pasado, no nos cansamos de describirlos con los mejore epítetos.
Pero la cruda realidad le está negando a las nuevas generaciones conocer su país, alguien me contaba que en Venezuela solo existía turismo de aventura, era una aventura regresar vivo.
Este país en que nos han convertido, es el de la amenaza, el del abuso de poder, el del atropello físico y verbal, el del odio entre compatriotas, el de la escasez, la violencia y el de la barbarie. Donde ya no basta con asesinar, sino que es necesario torturar y descuartizar para impactar con el horror.
Donde pranes, traficantes, mafiosos, terroristas, colectivos y asesinos se desplazan y actúan impunemente… hasta apoyados.
Donde el gobierno todo rojito, el que controla los poderes, el que despilfarra el tesoro nacional, el que produce nuevos ricos con carnet bolivariano, se encuentra muy ocupado persiguiendo estudiantes, expropiando u obligando a cerrar empresas, sacrificando puestos de trabajo, metiendo preso a Leopoldo, persiguiendo a María Corina o a Ledezma, o a cualquier ilustre médico que se atreva a alertar sobre las epidemias desatadas.
En el cual de manera clandestina, de manos de rojitos pro-islámicos se manejan intereses de los extremistas, se recogen fondos, se penetran comunidades para controlar en el futuro movimientos. Se instrumentan mecanismos para ayudar a Irán en su pretensión por dotarse de la bomba atómica y borrar del mapa a Israel o se conciben estrategias para sostener el régimen dictatorial de Siria.
Frente a este panorama ¿cómo el pueblo venezolano puede seguir soñando? La felicidad no se decreta con un Ministerio, que encima de cursi es un fiasco, una burla.
Lo que presenciamos es la desesperación de un régimen para no perder el poder, dispuestos a la más dura represión para no entregar el coroto. Controles para despertar temores, capta huellas, chips, compra de medios de comunicación, estrangulamiento de la prensa libre, persecución a las instituciones universitarias, control de los medios y de distribución de alimentos, todo devorado por el gusano rojo.
Gordo, vulgar e ineficiente, un gusano que se comió la producción nacional, que confiscó tierras, que destruyó las empresas básicas de Guayana, las refinerías y a PDVSA.
Con su sequito enquistado en el poder, responsable de escasez, inflación, hambre y corrupción. Hipotecando la Nación con la venta de crudo a futuro a los chinos y proponiéndose a rematar importantes activos petroleros como Citgo.
Los jerarcas de la revolución están dispuestos a pactar con el diablo, para conseguir más recursos para una tesorería nacional sin fondos
La manipulación y la mentira pretenden esconder que se despilfarró durante quince años, los recursos necesarios para la vida de los venezolanos. He allí el origen de la desesperanza, de la perdida de la fe en los sueños, de la causa que nos llevan a emigrar buscando condiciones sanas de desarrollo personal.
Pero por encima de la situación creada por “la revolución bolivariana”, existimos tú y yo, la gente dispuesta a recuperar el país, capaz de ensenarles al gobierno que no se encuentran por encima de las leyes humanas y divinas.
Nos encontramos maracuchos, caraqueños, andinos, orientales, llaneros, costeños… venezolanos bajo el sol, soplados por la brisa del mar o la montaña, deseosos de comer arepas, cachapas, empanadas de cazón o comida en coco.
Venezolanos que nos atrevemos a soñar… a soñar con un cambio y a convertirnos en autores de esa transformación.
Aspiramos un mundo mejor, donde podamos vivir juntos y en paz. Donde se respete la dignidad de todos.
En el cual desaparezcan las grandes diferencias sociales, donde tengamos trabajo, casa y comida.
Soñamos con que se acabe el temor, la inseguridad y la violencia. Con una Venezuela en la que la vida sea un valor primordial.
Un país donde recuperemos el calor humano, la sonrisa en el rostro y el abrazo fraterno. Donde volvamos a llamarnos “hermano” y existan menos lágrimas y dolor.
Aspiramos que se respeten nuestros derechos, el fruto de nuestro trabajo, el presente y el futuro. La alegría de compartir, trabajar y luchar, para que ese mundo que sueño se convierta en realidad.

Nelson Castellano-Hernández,
nelsoncastellano@hotmail.com

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