Los verbos nos definen, dan sentido a la realidad y
a la imaginación aunque la abstracción no necesite narrativa. Hacen que las
conexiones del entendimiento funcionen, que para eso sirven, y sin ellos
seríamos sujetos aplazados, complementos en el aire, alucinaciones, limbo. Al
principio era el Verbo.
Los hombres y las sociedades, a diferencia de los
animales, que solo cazan para subsistir, podrían ser clasificados por los
modos en que satisfacen y administran
sus necesidades. Tener, acumular y su pariente íntimo poseer, en el sentido de
adueñarse del otro, hacen la diferencia entre dos tipos de sistemas políticos,
a saber, la democracia y la dictadura.
El primero de ellos trata de convencer, es verdad
que no siempre por caminos cristalinos, a través de un liderazgo que debe
encarnar un proyecto político específico de libertad, prosperidad y seguridad,
mientras que el segundo se impone, encuentra razón de ser en la violencia,
tóxica partera de la historia, en la derrota o aniquilamiento del otro que no
es sino obstáculo, enemigo, nada, que solo si obedece tiene derecho a respirar.
El morbo de poseer depende de mantener vivo lo
poseído si no se extinguiría el objeto del placer que emana de la relación
amo-esclavo. Por eso enjaulan todo en rededor, en espectáculo para mostrar sus
mercancías, cual botín de saqueo. Todo se confina, limita, traga. Desde los
símbolos y los mitos colectivos, pasando por los conculcados derechos
ciudadanos, hasta la restricción del acceso a los productos básicos de la
alimentación, la circulación de personas, bienes y servicios, la higiene
personal y la auto-estima. El goce de la araña.
Venezuela, después de tanto histórico esfuerzo, ha
caído en manos de estos depredadores que de sol a sol nos mandan y atiborran de
mentiras y trucos y que solo desean una cosa: aquello que no es de ellos. El
verbo que mejor los desnuda es el de poseer indebidamente porque se retuercen
de la más cochina envidia por lo que jamás llegarán a ser más allá de sus
instintos destructivos.
El poder en manos indebidas es el más peligroso de
los verbos humanos ya que lo convierte en el más dañino y epidémico instrumento
de desdicha colectiva.
Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea
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