Como un ejemplo para los que
aspiran perpetuarse en el poder por considerarse los únicos capaces o llamados
por la historia para dirigir una nación, aunque la mayoría de sus habitantes
vivan en la miseria y sin muchas perspectivas de cambiar por un mejor nivel de
vida, en Brasil no sólo se cumple con la alternabilidad democrática, sino que
también impera y se respeta el pluralismo, y la candidata ganadora, Dilma
Rousseff, llama al diálogo y a la unidad de los brasileños por el progreso de
su país
JUAN PÁEZ ÁVILA |
Brasil
emerge no sólo como la economía más importante de Iberoamérica, después de
experimentar un crecimiento sostenido entre el 5 y el 7% durante varios
períodos de gobierno de Cardozo, de Lula, con alguna disminución en primer período de Rousseff, que sacó de la pobreza a unos 40 millones de brasileños, sino que
también señala el camino de la democracia alternativa, del control de la
inflación y de la capacidad para tener éxito en una economía globalizada.
La
alternabilidad en el poder, después que
Lula sustituyó a Enrique Cardozo en la Presidencia y dio continuidad, e
incluso profundizó las políticas de su antecesor, ha convertido a Brasil en el
país cuyos gobernantes atienden a una política de Estado, creada y ejecutada
por quienes son electos para los más
altos cargos de la administración pública, cualesquiera sean sus concepciones
ideológicas, le ha permitido cumplir
con el objetivo fundamental del fortalecimiento general de la
democracia.
El
control de la inflación desde los tiempos de Enrique Cardozo le ha concedido
una mejor calidad de vida a los brasileños, al obtener productos de la dieta
diaria a precios razonables en un mercado abastecido por la producción nacional
y por la importación de lo estrictamente necesario.
Y
al comprender que no puede escapar a los efectos de la globalización de la
economía y de la vida en general de las naciones, sus gobernantes han establecido
como política de Estado prepararse para la competencia en el mercado
internacional, para lo cual han estimulado y
apoyado el surgimiento de un aparato productivo, capaz de generar
diferentes rubros a precios competitivos. De allí que el triunfo de Dilma Rousseff garantiza la continuidad
del progreso de Brasil, lo que también, con algunos matices, hubiese ejecutado
Aecio Neves si la mayoría de los
brasileños hubiera sufragado por él.
El Brasil
que progresa económicamente a un
ritmo acelerado, con su ejemplo de democracia política sigue señalando el
camino a los países de América Latina y del mundo subdesarrollado, como el
epicentro de lo que hay que hacer para sacar a nuestras naciones del atraso y
de la permanente desestabilización política, al consolidar las instituciones de
las sociedades modernas y avanzadas del primer mundo.
Se pueden tener discrepancias con
el gobierno de Dilma Rousseff, y ello forma parte del pensamiento libre y
autónomo de los analistas y políticos latinoamericanos, pero la realidad de
vive ese gran país para beneficio de sus pobladores más pobres, durante siglos,
y el avance de su economía competitiva en el mundo globalizado, son indicadores
de que estamos frente a una nación, cuyos gobernantes de las últimas décadas
han acertado en la aplicación de sus políticas económicas y sociales.
Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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