En dos siglos de vida
republicana apenas hemos tenido cuarenta años de democracia aunque imperfecta
(1959-1999), no obstante que las 26 constituciones promulgadas la han
consagrado como sistema político. Y como un castigo por haber tenido por
excepción esta democracia tan corta, la ha seguido la peor tiranía militar, en
la cual a la tradicional barbarie se le ha agregado la traición a la patria con
la cesión graciosa de la soberanía a Cuba, un acto ruin que nos avergonzará
para siempre por haberlo permitido sin hacer nada para impedirlo.
ESFERAS DE PIEDRA |
El acto
infame con el cual hemos perdido la República es la conclusión lógica de la
postración institucional causada por la plaga del caudillismo militar, una
enfermedad epidémica, contagiosa y maligna.
Entre nosotros el
uniforme militar identifica al caudillo. Todo caudillo que se precie de tal
debe ostentar uniforme militar. Por este motivo todos los políticos civiles
vistieron uniforme militar desde 1811 hasta 1941. Eran políticos uniformados o
políticos militares que convirtieron a la presidencia de la República en cargo
militar. Esta tradición comenzó con Bolívar, un civil mantuano de los más ricos
de Caracas, que concluida la guerra de independencia no se quitó el uniforme
sino lo ostentó consagrándolo como el traje presidencial, a diferencia de
Washington quien hizo lo contrario: se quitó el uniforme y se puso el traje
civil reconociendo que la presidencia es un cargo civil. A partir de allí se
extendió la plaga del caudillismo militar. Todos con uniforme de gala: Páez, un
peón de hato; Soublette, otro mantuano; los hermanos Monagas, ganaderos de los
llanos orientales; Falcón, un bachiller; Guzmán, un joven de la alta sociedad,
hijo de político; Crespo, hombre de campo; Andrade, militar por herencia pero
no de academia; Castro, un seminarista y dependiente de comercio; Gómez, un
hacendado; y López, un bachiller. Ninguno era militar profesional. Se pusieron
el uniforme para guerrear y después no se lo quitaron porque era el traje del
poder. Sin el uniforme no eran poder. Con el uniforme eran, no sólo poder, sino
poder absoluto.
Fueron civiles los
que identificaron la autoridad con el uniforme y convirtieron a la presidencia
de la República en grado militar. Una aberración política que explica el que
Antonio Guzmán Blanco, un abogado egresado de la UCV con el título de Doctor en
Derecho Civil, haya optado por preferir que se le llamara General y así se le
conozca en la historia, omitiendo su título universitario. Fueron civiles los
que crearon el culto al uniforme, disfrazándose de militar y manteniendo el
disfraz para toda la vida.
A la identificación
de la presidencia con el uniforme militar, y a éste como el traje del déspota,
se debió que el único modo de cambiar de gobierno era alzarse en armas, la vía
segura para que el civil alzado se pudiera vestir de militar. Para evitar que
le sucediera lo mismo que a todos sus antecesores, Gómez inventó la FAN, un
cuerpo profesional con monopolio de las armas. Por esta circunstancia hubo un
cambio político sin duda: desaparecieron los políticos civiles que se vestían
de militares (o sea, los políticos militares) y aparecieron los militares que
hacen política considerando a la presidencia de la República como cargo militar
y el de Comandante en Jefe como máximo grado militar, reservado por tanto a
militares (o sea, los militares políticos). Los golpes de 1945, 1948, 1952,
1962, 1992 y 1999 demuestran que la plaga del caudillismo propagada por los
políticos militares ha mutado en la plaga de los militares políticos. Y esta
mutación se ha tornado agresiva. Para castigarnos por haber osado tener una
democracia bajo presidencia civil los militares políticos han derrumbado todos
los muros de contención al militarismo: la presidencia de la República es ahora
un cargo militar que se ejerce con el grado de Comandante en Jefe, uniforme y
distintivos propios; al presidente difunto se le llama Comandante Supremo en
lugar de Presidente Supremo, poniendo el grado militar por encima del máximo
cargo republicano; y la FAN, convertida en partido político armado, proclama su
ideología: “patria socialista o muerte.”
Por su agresividad el militarismo extremo ha cometido el error de tomar partido por una ideología política y por ella ceder la soberanía a Cuba. En este error está su debilidad. Y la oportunidad para los militares que quieran salvar a la FAN, salvándose ellos mismos en dos pasos: liberar a Venezuela de Cuba y despolitizar a la FAN, dados los cuales los civiles nos encargaremos de desmilitarizar la presidencia de la República.
La historia enseña
que de debajo de las piedras saldrá.
Jesus
A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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