jueves, 23 de octubre de 2014

CARLOS CANACHE MATA, ¿QUOUSQUE TANDEM?

   La libertad de expresión y el derecho a la información son violentados a mansalva por la autocracia que rige los destinos del país desde 1999. Los medios de comunicación, impresos o radioeléctricos, son víctimas de los desmanes de quienes, en ejercicio del poder, no toleran la crítica ni la difusión de noticias sobre el fracaso administrativo y la deriva dictatorial del régimen.
   Son varias las vías que se utilizan para el cumplimiento de ese desatino. Se aprueban normas legales represivas; un poder judicial complaciente se presta para la persecución; funcionarios del Ejecutivo toman decisiones arbitrarias; se cierran radios o canales de televisión mediante el truco de negar la renovación de las licencias; se aplican grandes multas para buscar la inviabilidad económica; se mete la mano en el tesoro público para que testaferros amigos del gobierno, con ofertas generosas, compren medios  que luego se prodigan en odas al PSUV  y  al ocupante del Palacio de Miraflores. Cualquier atajo es bueno para que no se conozca sino lo que convenga o favorezca a los que mandan.
   Al catálogo anterior se suma ahora una nueva modalidad que, aunque indirecta, no deja de ser efectiva. Gracias al control de cambio de la moneda impuesto desde el año 2003, se retacean o niegan de plano las divisas que se requieren para importar papel (¿dónde está el dinero de las plantas que lo iban a fabricar?) y, por eso, ya los periódicos no pueden comprar el material a los proveedores privados nacionales e internacionales.
   El cuento no se queda ahí. Además del candado puesto a las divisas, el régimen ha creado un complejo editorial (lleva el nombre del redactor de los decretos que iba a dictar el gobierno de facto si triunfaba el golpe del 4 de febrero de 1992) adscrito a la presidencia de la república y el cual sí tendrá divisas para importar el papel de venta a la prensa. Ese complejo editorial oficialista tiene un predominio, casi monopólico, como proveedor de ese esencial insumo a 99 de los poco más de cien periódicos que hay en el país. Sobra decir que esa función la realiza  con gozoso criterio de retaliación y discriminación política. Si no que lo digan El Nacional, Tal Cual, El Nuevo País, El Impulso y otros diarios que han tenido que reducir su paginación o se han visto obligados a  ceses temporales de circulación. Y, según se denunció en la reunión de la SIP que se acaba de celebrar en Chile, el control gubernamental se extiende ya a las redes sociales.
    Parafraseando a Cicerón al referirse a la conspiración de Catilina contra la república romana, podríamos decirle al chavismo y sus causahabientes: ¿quousque  tandem abutere  patientia nostra? (¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?).

Carlos Canache Mata
canachemata@gmail.com
@CarlosCanacheMa

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