Lo más fácil para cualquier gobernante que se pierda en el
laberinto de sus propias equivocaciones, consiste en echar mano y refugiarse en
el manido argumento de responsabilizar al gobierno anterior. Ese viene a ser
“el culpable perfecto” para salirse de la suerte de encarar a un pueblo que
recrimina, más temprano que tarde, a los que lo meten en el barranco de los
problemas económicos que le arruinan sus noches y amaneceres. Es el caso
venezolano.
Los actuales gobernantes están entrampados en sus confusiones
endógenas y esposados a la mistificación de sus deidades. Por eso, difícilmente
pueden mirar hacia atrás para señalar al condenado del infortunio en que
estamos metidos, con este déficit gangrenado en el presupuesto nacional, en
medio del espejismo que produjo el precio del petróleo, que irresponsablemente
llegaron a suponer como eterno. No pueden partir la historia que comenzó con
las agitaciones cuartelarias del año 1992 y la “nueva” fase madurista, porque
esta última sobrevive a costa de la primera, toda vez que esos capítulos se
inspiran en las narrativas sentimentales con las que quieren trastocar la
indignación que causa la inflación, la devaluación, la escasez de todo, la
inseguridad, el endeudamiento y la corrupción, en una remembranza de imágenes,
de voces y de efemérides sobre hazañas ficticias.
Desde que apareció el mal llamado bolívar fuerte, a la gente se le
hace complicado sacar sus propios cálculos, porque se confunde en medio de esa
ilimitada sumatoria de guarismos terminando desconcertados en el mundo de las
trigonometrías. Hay que reconocer que en ese campo sí han sido habilidosos, en
el de enredar, confundir, embrollar las cosas y falsear las realidades para que
no localicemos la causa cierta del problema, sino que nos impliquemos a
nosotros mismos como responsables de la escasez porque “comemos mucho” y por lo
tanto somos “consumidores compulsivos”, hasta desarrollar todo un guión sobre
el surrealista mundo de la “percepción de inseguridad”, forjada malignamente
por los medios de comunicación al servicio del fascismo.
Ahora quieren justificar el derroche de la fortuna petrolera que
nos coloca en la penosa situación de país rico empobrecido. A diferencia de
otras naciones petroleras que sí supieron llenar sus alcancías con gruesas
sumas para sus reservas internacionales o fondos anticíclicos, como Noruega,
Arabia Saudita, México, Brasil o Colombia. Venezuela lo que tiene acumulada es
una descomunal deuda externa que condena el 20 % del presupuesto del año
entrante para atender, solamente, el servicio de esas hipotecas, prácticamente
lo mismo que se destina para los planes de educación, salud, universidades y
ciencia y tecnología.
Antonio Ledezma
antolede@gmail.com
@alcaldeledezma
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