Cara de intranquilidad, tribulación,
inquietud y desesperación, expresión de angustia e impotencia de los padres y
de los maestros o profesores por el comportamiento de los hijos y estudiantes,
acentuado por las quejas de profesores d primaria y de liceos, respecto al
comportamiento de los menores en casa y en instituciones educativas, es lo que
vemos y escuchamos cotidianamente en distintos escenarios familiares y
sociales.
Las razones de tales angustias y descontentos
radican en un rendimiento irregular en clase que con frecuencia está por debajo
de un nivel aparente de capacidad. Frecuentes los relatos que los hijos
manifiestan elevados niveles de avispamiento, una inteligencia muy viva y una
gran imaginación, pero su rendimiento académico es irregular.
Refieren los padres y profesores que estos
niños parecieran estar desconectados, distraídos y desmotivados. Como si fuera
poco, los menores dan la impresión de ser perezosos y desaprovechar su evidente
capacidad y dedicados a llevar la contraria, a crear problemas, ser
provocativos y desafiantes.
Insisten los padres que sus hijos no hacen
caso, que aplazan y demoran el cumplimiento de las órdenes hasta agotar la
paciencia y finalmente no cumplir con lo solicitado.
Los profesores claman “ayuda” a los padres,
éstos a su vez lamentan que si los docentes no son capaces, los progenitores
menos, argumentan a su favor no tener formación para menesteres que los
profesionales de la educación por lógica, sí tendrían.
A su vez, la Escuela espera que los padres
hagan el trabajo de componer sus hijos y dirigir su comportamiento. Así pues,
uno espera que el otro haga lo que según su criterio, éste debe hacer;
resultado: nada de lo realizado logra el cometido de “someter” a estos niños,
adolescentes y jóvenes.
Lo explicado evidencia que hablamos de niños
en una perspectiva relacional porque su conducta se define en relación con
otras personas: profesores, progenitores y compañeros.
Una explicación de ese comportamiento no se
encuentra en las interacciones con su entorno escolar ni familiar, tampoco en
la disposición y actitud de los profesores. Pareciera que la causa de estas
conductas radicara en los circuitos neuroquímicos del niño, como si algo en el
cerebro y la mente del pequeño no estuviera bien.
A su vez, los críticos de la explicación
biológica descartan que haya trastorno en esta generación y optan por una
perspectiva cultural en una sociedad que intenta trasladar los problemas de lo
social a lo individual.
Como sea, es necesario aunar esfuerzos y
asumir este acontecer, porque explicación más no especulación, será lo que
ayude a construir salidas para un asunto que incita sumo interés
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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