jueves, 25 de septiembre de 2014

ZENAIR BRITO CABALLERO, VENEZUELA UNA SOCIEDAD DESMORALIZADA Y DESVALORIZADA

Cara de intranquilidad, tribulación, inquietud y desesperación, expresión de angustia e impotencia de los padres y de los maestros o profesores por el comportamiento de los hijos y estudiantes, acentuado por las quejas de profesores d primaria y de liceos, respecto al comportamiento de los menores en casa y en instituciones educativas, es lo que vemos y escuchamos cotidianamente en distintos escenarios familiares y sociales.

Las razones de tales angustias y descontentos radican en un rendimiento irregular en clase que con frecuencia está por debajo de un nivel aparente de capacidad. Frecuentes los relatos que los hijos manifiestan elevados niveles de avispamiento, una inteligencia muy viva y una gran imaginación, pero su rendimiento académico es irregular.
Refieren los padres y profesores que estos niños parecieran estar desconectados, distraídos y desmotivados. Como si fuera poco, los menores dan la impresión de ser perezosos y desaprovechar su evidente capacidad y dedicados a llevar la contraria, a crear problemas, ser provocativos y desafiantes.
Insisten los padres que sus hijos no hacen caso, que aplazan y demoran el cumplimiento de las órdenes hasta agotar la paciencia y finalmente no cumplir con lo solicitado.
Los profesores claman “ayuda” a los padres, éstos a su vez lamentan que si los docentes no son capaces, los progenitores menos, argumentan a su favor no tener formación para menesteres que los profesionales de la educación por lógica, sí tendrían.
A su vez, la Escuela espera que los padres hagan el trabajo de componer sus hijos y dirigir su comportamiento. Así pues, uno espera que el otro haga lo que según su criterio, éste debe hacer; resultado: nada de lo realizado logra el cometido de “someter” a estos niños, adolescentes y jóvenes.
Lo explicado evidencia que hablamos de niños en una perspectiva relacional porque su conducta se define en relación con otras personas: profesores, progenitores y compañeros.
Una explicación de ese comportamiento no se encuentra en las interacciones con su entorno escolar ni familiar, tampoco en la disposición y actitud de los profesores. Pareciera que la causa de estas conductas radicara en los circuitos neuroquímicos del niño, como si algo en el cerebro y la mente del pequeño no estuviera bien.
A su vez, los críticos de la explicación biológica descartan que haya trastorno en esta generación y optan por una perspectiva cultural en una sociedad que intenta trasladar los problemas de lo social a lo individual.
Como sea, es necesario aunar esfuerzos y asumir este acontecer, porque explicación más no especulación, será lo que ayude a construir salidas para un asunto que incita sumo interés 

Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito

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