sábado, 6 de septiembre de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, SER Y TIEMPO, O LAS TRAMPAS DEL PENSAMIENTO,

Dedicado a la memoria de Gustavo Cerati.

¿Cómo se relaciona el lenguaje con la realidad? La pregunta de oro para muchos investigadores, la mayoría opina que es por medio del pensamiento producimos, desplegamos, comunicamos, transformamos esa realidad, y cuando me refiero al pensamiento quiero decir lenguaje, son dos aspectos de una misma función, íntimamente interrelacionados.
David Bohm nos dice que nuestra aproximación al mundo está sustentada en la estructura sujeto-verbo-objeto, principalmente del sujeto, que hace que cada cosa sea independiente del otro, considerado cada uno como entidad propia y aparte, Bohm propone asignarle ese papel fundamental a los verbos para que la visión del mundo en vez de ser fragmentada, sea una de flujo constante, donde las cosas y las situaciones se disuelvan en otras, para Bohm, esa es la verdadera naturaleza de la realidad.
En el mundo de la filosofía y la gramática se está llevando a cabo una dura lucha, que ya tiene varios siglos, pero se ha arreciado recientemente con la evolución de la lógica, y uno de los grandes atolladeros sin resolver es sobre si la palabra “es”, que viene de “ser” (y todas sus conjugaciones), es un verbo, una cópula o parte esencial del predicado. 
Los resultados de este litigio serán fundamentales no solo para nuestra comprensión del universo, sino que en ello se asienta buena parte del desarrollo teológico y de la metafísica moderna.
Para los que hablamos castellano ni siquiera representa un problema pues, hemos aceptado el dogma de que “ser”, es un verbo, y que en algunos momentos denota el sentido de “existencia pura”, que es un concepto abstracto que representa la modalidad vital ontológica que hace que una cosa o ser existan en la realidad.  Pero aquí viene el truco, la existencia es un estado que depende de un ente, del ser constituido que es la esencia, que es fundamentalmente corpóreo, y es el que tiene la capacidad de existir, la existencia como tal, es solo un concepto abstracto que no existe en la realidad, existir es un atributo que nosotros, seres vivos conscientes, y que reconocemos en los otros (seres y cosas), mientras estamos existiendo.
Esta acción de hacer de un concepto abstracto, de una cualidad, un ente autónomo e independiente de la fuente que lo origina, se llama “reificación” o sea, darle vida a algo que no existe. 
Y esto no es malo en sí, al contrario, nos ayuda a comunicar nuestras ideas y sentimientos, resume en la abstracción largas explicaciones y nos ayuda a interrelacionarnos, sirve como metáfora, lo malo, es que muchos embaucadores se han aprovechado para vendernos con este truco, una filosofía o religión, que si la creemos, nos puede hacer sufrir y hasta tomar decisiones erradas en nuestras vidas.
El filósofo Jud Evans, de la Universidad del Centro de Lancashire en Inglaterra, nos aclara con el siguiente ejemplo: “El principal problema de reificación de la filosofía occidental es la creencia, por algunos, de que hay algo como el ser de los seres, o la existencia de eso que existe, y que de alguna manera es adicional y puede ser caracterizado ontológicamente diferente a la entidad misma… La Torre Eiffel existe- pero el hecho que existe (su existencia)- no. ”
De la misma manera el amor no existe, existe el sujeto que ama, la moral no existe, existe el sujeto capaz de un acto moral, ¿Captan la diferencia? 
Las personas (y las cosas que existen en el mundo) son entes con vocación de existencia pero la existencia sin el ente, no existe, es un abuso del lenguaje atribuirle existencia a lo que no es objeto en el mundo, esta confusión sobre lo que es un “ente” deviene principalmente del error de las personas en no diferenciar lo que designa la palabra con lo denotado, la palabra no es el objeto.
El pensador alemán Martin Heidegger, en su obra Ser y Tiempo, desarrolla toda una filosofía tomado estas dos abstracciones y reificándolas, elaborado todo un sistema nihilista que ha afectado y afecta a más de una persona, se trata de ideas que han sido construidas sobre fantasmas del lenguaje.
Heidegger trata de pensar al ser desde el tiempo y no como simple presencia, a esta ultima la llama la posición dogmatica del ser, Heidegger habla de un ser-en-el-mundo que es radicalmente diferente a simplemente estar allí, el mundo se convierte en una serie de relaciones que hacen del mundo una parte integral del ser, las cosas no están simplemente allá afuera, para tratar con las cosas del mundo el hombre debe salir de si, o más bien, estar abierto, no estar dominado por la conciencia de una interioridad actuante, no es un estar-allí espacial, sino más bien una disposición a relacionarse con el mundo, a esto lo llama, existencia (Dasein).
Este filósofo alemán ha creado toda una metafísica en base a un error fundamental tal como lo explica Theodor W. Adorno: “Por su mismo significado la cópula sólo se puede realizar en la relación entre sujeto y predicado. La cópula no es autónoma. El malentendido de Heidegger consiste en transponerla más allá de donde sólo puede recibir un sentido.”
Adorno acusa a Heidegger de basar su pensamiento en las ideas primitivas del ser que sostenía Aristóteles quien todavía no diferenciaba con claridad entre materia, principio y esencia pura, pero en vez de reconocer la insuficiencia del término, lo eleva, atribuyéndole superioridad porque es originario, pero para complicar las cosas, le aplica al termino la doctrina de contemplación de las esencias husserliana que, fuera del contexto que Husserl impuso a su método, tratando de evitar la intuición categorial, ya que es muy fácil extraviarse en el irracionalismo, resultó en lo que Adorno llamó, la mitología del ser.
Adorno habla del verbo ser como cópula, como en la oración “El hombre es mortal”, el “es” funciona como cópula entre hombre y mortal y simplemente denota una cualidad del hombre, pero Heidegger le atribuye al verbo “ser” una condición existencial en sí misma, obligando a entender la existencia como la concurrencia no solo del ente que existe, sino de una dimensión aparte y real, que es la existencia.
Filósofos como Parménides, Frege, Russell, Wittgenstein han alertado sobre estos juegos del lenguaje que afectan de manera definitiva nuestra visión del mundo.
Era común entre los griegos, sobre todo a partir de Platón y Aristóteles en creer en la existencia de las ideas puras, perfectas de las que derivaban las nuestras como humanos, por ejemplo, cuando decimos silla nuestra idea de silla viene de una idea perfecta, ideal de silla que existe fuera de esa caverna a plena luz y de la cual nosotros, que estamos sentados dándole la espalda a la entrada de la cueva, solo vemos su sombra reflejada en la pared interior de la caverna.
Volvamos a otro ejemplo del profesor Evans: “En su paradoja, Zeno imagina una flecha en vuelo. Entonces nos propone que dividamos el tiempo en una serie de indivisible de “ahoras” o momentos. En cualquiera de esos momentos, argumenta, si miramos a la flecha, tiene una posición exacta, no se mueve… Zeno concluye que el movimiento no se produce, lo cual es correcto pero por las razones equivocadas. El movimiento no existe, lo que existe es la flecha moviéndose en cada instante.” 
Volviendo a nuestra raíces castellanas, no obstante que nuestros orígenes como lenguaje se remontan al “lenguaje de Ur”, al Sanscrito, de donde se levantaron casi todos las lenguas indo-europeas y de las que surgieron el griego y el latín, en esa alborada, existía una diferencia básica ente el “ser” y “existir”, pero los griegos, que tenían un gusto por la “reificación” de conceptos abstractos, ideas puras, se olvidaron de ciertas reglas y como frankensteins del lenguaje, les insuflaban a estos conceptos abstractos, vida propia, conceptos estos que principalmente convienen al lenguaje religioso y al transcendentalismo, de allí el idealismo platónico.
No era de extrañar que nuestros más excelsos gramáticos en la lengua española, entre ellos, Don Andrés Bello, se cuadraron con la idea de que “ser” es un verbo y no una cópula indicativa; tal y como corresponde a quienes guardan con sus armas el pensamiento cognoscitivo cartesiano, la dualidad del hombre y el secreto de Dios, sostiene Bello: “El verbo ser en su significado radical siempre indica de alguna manera existencia, nunca es mera cópula”.
El “ser o no ser” de Shakespeare es un sin sentido redúndate, ninguna de estos conceptos sobre el “ser” se conforman en la realidad, lo que realmente existen son objetos (seres), en estado de desarrollo de la condición de existencia.
Esta confusión es fundamental para el lenguaje de los comunistas, que como Marx, acusaban a la burguesía de reificar las cosas producto del trabajo (fetichismo), o el caso de los chavistas, que hoy, pretenden deificar al ciudadano Chávez con expresiones como: “Chávez es amor”, o “Chávez vive” a pesar de la evidencia contundente de que sólo se amó a sí mismo, y que ya está muerto, pero son metáforas que sus seguidores las creen literalmente.  Mientras tanto, presenciamos con interés la batalla por el “ser” que se está dando, sobre todo, entre nominalistas y universalistas (idealistas).-
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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